A LA PERLA AUSENTE.

A la perla ausente.

Se le llueve el alma a la perla ausente, a la esclava esencia de la voz creciente; a su paso el lirio, a su pie su cardo, el amor furtivo y el semblante calmo. Se le va a la brisa, se le va a su voz, se le va la vida como quien no amó. A la noche enfrenta, a la sombra acusa y aparece muerta con la franja ilusa. De las horas bajas a las horas medias, una niña espanta a las epopeyas. Se arañó la tierra, se quemó el cristal y en su cuello cuelga la feroz verdad.
Otras solas horas van a ser silentes, van a ser coronas en la luz celeste: se verán caminos, se verá el aroma, el amor bravío y su punta loba. Y en la madrugada, sin la vaga nota, se verá plateada la clemente sombra.
Se le llueve el alma a la perla ausente, a la esclava esencia de la voz creciente; la que compartía, la que néctar fue, como quien olvida, clavará su ayer. Se verá cegada, se verá celosa y en la madrugada sin la vaga nota. A la perla ausente se le llueve el alma, y en la noche duerme y, por sí, da calma.

Se le llueve el alma a la perla ausente, a la artera envuelta de ese tal simiente; a su voz la noche, a su tez su ruina; el amor, el brote y la amada esquirla. Se le va a la brisa, se le va a su tez, se le va la vida como a quien amé. A la noche muerde y al temor elude, y con otro duerme su feliz perfume. De las horas bajas a las horas medias, una niña espanta a las epopeyas. Se arañó la arena, se quemó el cristal y en su cuello cuelga la feroz verdad.
Otras solas horas van a ser silentes, van a ser coronas en la luz celeste: se verán follajes, se verá el hedor, una luz que falte y una punta atroz. Y en la madrugada, sin decir que no, se verá plateada la que no era el sol.
Se le llueve el alma a la perla ausente, a la artera envuelta de ese tal simiente; la que compartía, la que néctar fue, como quien olvida, clavará su ayer. Se verá cegada, se verá sin voz y en la madrugada sin decir que no. A la perla ausente se le llueve el alma, y en la noche duerme y, por sí, da calma.