La tregua

andrea barbaranelli

 

Mi padre se acompañaba con el acordeón,

un pequeño acordeón sobrevivido a la guerra,

mientras mi madre, con su voz entonada, lo sostenía

(se revoteno ll'onne de lu mare: pe' la priezza cagnano culore)*

evocando un Marechiare que yo percibía

como un lugar de leyenda cuanto la luna de Astolfo,

pero ciertamente más cercano al corazón que se conmovía

hasta tal punto que debía morderme los labios

para no llorarar de una nostalgia tan atroz

pensando en cuando me recordaría, ya viejo,

de cómo pasábamos aquellas pocas horas felices de la tarde,

felices como por un milagro, por una tregua concedida, ese año, ese mes,

después de la guerra la separación la cárcel,

esa tregua que nos había sido concedida

después de las catástrofes y antes de las nuevas catástrofes

que vendrían, inevitables, lo sabía,

la enfermedad la vejez y la muerte,

la última definitiva separación sin vuelta,

y me daban ganas de llorar de nostalgia pensando

en cuando, en el futuro, ya solo, me recordaría

de aquellas tardes, de aquella tarde, del pequeño acordeón,

de las voces de mi padre y mi madre

(a Marechiare ce sta na fenesta)**

el vaso de vino, las cuatro sillas alrededor de la mesa,

mi hermano que escucha, silencioso,

en aquella tarde de tregua en las tempestades

de la historia, como diría unos cuantos años después,

cuando trataría de aceptarlas.

 

 

 

 

* Se revuelven las olas del mar, de alegría cambian de color.

**En Marechiaro hay una ventana

Versos de una famosa canción napolitana escrita en 1886 por el poeta Salvatore di Giacomo.

 

 

 

  • Autor: andrea barbaranelli (Offline Offline)
  • Publicado: 6 de abril de 2019 a las 20:25
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 25
  • Usuarios favoritos de este poema: Texi, Lualpri
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