Se me acercó un día, una niña enamorada,
Silenciosa y callada, algo de mí pretendía.
Llegó harta de amores, su alma resentida,
Pedía sólo unos versos, cantos de serranía.
Quiso que el amor, herido en su tierna vida,
Renaciera con fervor, hondo y sin heridas.
Sin senderos que parecieran ser una salida,
Sin engaño falaz, sin fatiga, ni perfidia.
Profundo en el argot, de mi poética usanza,
Cavé por mis mejores adjetivos y verbos
Excité con fervor mis pensamientos
Para cantarle a la niña sublime comparsa.
Canté y canté, coplas, cuarteta o versos.
Declare las flores, estrellas del cielo,
A la obscura noche, luz del firmamento,
Y al horizonte infinito, cuna de sentimientos.
Le robe al amanecer, su brillante nacimiento.
Le mentí al atardecer, bañándolo de negrura.
A las playas le puse un ruedo de espuma
Y vestí la sierra bermeja de verde ornamento.
Que no hice por la niña que pedía mis amores.
Le di mis poesías, mi prosa, mis canciones.
Pero todo parecía, aumento de sinsabores,
Nada satisfacía, nada, sus ilusiones.
Y se fue la niña desecha, con una canción mía,
Era sólo lo que pedía, era sólo una poesía.
Aun no descansa la niña, aun sigue vacía,
Y a todo poeta que pasa le pide rimas y poesías.
- Autor: Pablo Perez Maisonet (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 7 de abril de 2019 a las 14:07
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 93
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