Cuando estaba leyendo ese párrafo, ella era una muchacha con clase, estudió en la escuela y llegó a estudiar varias lenguas en sus etapas de educación. Pudo, más el fracaso que el éxito en su corta vida. Y sostuvo que el éxito, es para la mayoría de las mujeres con clase, que las muchachas como ella nunca podían ser como una de ellas. Y que el éxito, conlleva una sustracción de pertenecer al gremio de la alta sociedad. Y que no, no tuvo éxito, pero, sí tuvo un éxito en acelerar su venganza y hacer valer entre todos su propia dignidad e integridad. Y era ésa la muchacha de ojos claros. La que un día quiso ser una dulce doncella o más aún casada con un príncipe azul de esos de cuentos infinitos. Pero no, ella estaba en la prisión, y más aún encarcelada y para siempre. Faltaba cinco días para su sentencia, estaba sola, decaída, con sufrimiento y más aún con dolores, no, no, no, pues, no, no sentía nada de eso, estaba leyendo un libro y ese libro la hizo fuerte en sabiduría y más aún en fuerzas pero, del alma. Quería hacer volar su alma, pero su alma también estaba delirando de culpas. No, no, no, no, era libre ni de espíritu ni de alma. Era la culpa que perpetró con todas sus fuerzas. En aquel jueves del atardecer frío, desolado, y más aún, en cuestión de saber que el delirio es tan frío como el agua cristalina y gélida. Pero, sentenció su libertad y más aún, sentenció lo que muchos poseen libertad de alma, del alma pura, noble, y la inocencia tan real como es transparente el agua. Y prosiguió leyendo su libro, tranquila, sosegada y en calma…
“...lo intacto del alma queda en usted y en nadie más, lo invisible del alma es la luz que afloja de la verdad, del espíritu y de la esencia que sin perfidia ni locura es como la luz transparente, cálida y real, como la vez de su presencia en la luz, es como atraer lo positivo y lo negativo a tu vida sin demasiadas preocupaciones sin saber que la luz es tu alma como el sol mismo que es la energía suprema y de todo un Dios favorable a tu favor y virtud…”
Y cuando pronunció la luz del sol. Supo que estaba en unas sombras tan oscuras y perdidas que sólo se encontraba entre un techo y cuatro paredes encerrada, encarcelada y sin la puesta del sol. -“Las rejas del sol”-, se dijo y se sintió mal en su interior como que su alma estaba presa como si fuera una leona encerrada, acuartelada, y sin luz ni la de ella misma ni la del sol. Y halló en el libro una actitud más altiva, más real, más verdadera, más cruda como las propias heridas. Que persiguieron un sólo camino, un sólo destino, y en hacer un sólo artefacto para saber lo que es el verdadero corazón que está sin alma ni luz. Es como hacer y fabricar un artefacto, una máquina para hacer feliz al corazón como volver a hacer latir el corazón mismo. Cuando se jugó con la libertad, al azar una virtud e integridad. Cuando en el libro está la manera de entregar la razón y llegar al éxito profundo y verdadero. Cuando se intensificó la real herida cuando socavó dentro de sí. Dentro de su propia alma, buscando una salida sin éxito. Estaba presa y eso significaba no tener horro ni libre albedrío. Es saber que el sistema de la actitud, era seriamente la luz del alma. Y ella no la tenía. La luz de esa alma a escondidas del mismo sol. Y se dijo, otra vez, -“las rejas del sol”-, de ese sol que se atreve a desafiar la manera de ver las cosas y de ser testigo de ellas sin contemplación alguna. Y de ser ciertamente una cruel osadía. Que para ella, era como la vil muerte. Que sin sospechar alguna luz, se atrevía a descifrar su cometido de luz.
Era como el infinito trasluz, que se enfrentaba a ser como el desierto oscuro, temible y más aún sin luz, más que a la luna por la oscura soledad de la noche a expensas del frío y lo peor con sed, sin una cantimplora que ayude a sufragar lo que es ser sediento a cuestas de cruzar un horroroso abismán sin destino ni un camino a seguir. Ella, la muchacha de ojos claros. Se debió de haber enfrentado a la soledad, a la tempestad y más aún a la desolación sin un terrible calor que le ayude a sobrevivir de ese encarcelamiento por la culpabilidad de ser la culpable y no la víctima. De ese calor que sólo lo da el amor y la comprensión,
pero, estaba sola sin nadie que le ayudara a escapar hasta de su propia mente. Y el libro decía así…
“...sólo se lleva en el corazón el alma y en el alma al corazón, sólo se palpa los latidos del corazón con una sensación como es el poder del amor dentro de la misma alma si se tiene luz en el corazón tiene amor, y todo se lleva de la misma manera, poder entregar el corazón y el alma en un sólo ritmo de alternar con el amor y la pasión…”-
Y ella la muchacha de ojos claros como la luna o como el sol mismo. Se decía que el cielo era el límite para ella. Y que si algún día lo perdiera estaría allí mismo en el mismo cielo, pero, perdida. Era como poder volar sin alas, sólo sentir en el alma las alas de la libertad, Porque, aunque, no lo creas el alma tiene alas y vuela libre. Pero el amor, ¿qué era el amor para ella?, si nunca lo sintió en el corazón ni mucho menos en el alma. Nunca tuvo amor, nunca sintió lo que era un beso de amor en los labios por ese amor que apenas llegaba a temprana edad. Ni tan siquiera un deseo en volver a amar. Nada no tenía nada, más que su trabajo como servir un café diurno en la cafetería de la esquina. Era como abrir y cerrar los ojos en saber que el destino era sólo una llamada clandestina. Para poder lograr lo que el amor hace en el corazón lleno de pasiones vivas. Y, ¿qué era la pasión?, si para ella sólo fue final sin sólo principìo. Sin un comienzo que le diera explicación a un por qué tan desnudo como su alma abierta a la oscura soledad en sombras perdidas de temores con las rejas del sol. Y prosiguió leyendo su libro que decía así…
“.., en las montañas donde se puede hablar con Dios, sólo se percibe una paz interior como la del “karma”o como el “shalom” o como el ying-yang, que son situaciones donde se pasea la más terrible ansiedad unida al silencio atroz, voraz y sediento de penumbras adyacentes de ira sin soportar la paz, pero, ¿qué es la paz?, si se disfraza de miedos y de alborotos sucesivos al clandestinaje sin insolvencias…”
Y ella la muchacha de ojos claros. Se enfrío el desdén de lo positivo todo en ella. Y quiso ser como el libro, como la tempestad o como ese silencio. Que ella le preguntó e indagó más sobre aquel ¡silencio!. Y ¿qué era el silencio?. Si estaba encerrada, encarcelada en prisión, devastada como una mártir. Pero, no, no, no, estaba tranquila, sosegada, yá había pasado el tiempo. Y sólo ella quería ser libre como el ave, pero, su alma, su alma estaba dolorida por todo lo sucedido. Y quiso ser ese viento con que movió las hojas en crujir de apenas aquel viento que iba y venía. Y ella como la Mata Hari del universo. Y leyó en el libro una reseña que decía así…
“...si en el viento se torna denso y pasivo, es como la fría soledad, o como el tiempo en tempestad, en el ojo del huracán una sensación tan pasiva, pero, que da temor y pavor, así es la vida, cuando en el ocaso se pierde y llega la noche fría, con espuma densa, que se atreve a desafiar un sólo viento aquí en el alma, como es la traslación del viento en el mundo actual y vivir como el viento es como atraer el movimiento audaz, tenaz, ávido y consecuente…”-,
Y ella entendió lo que aquellas palabras dijeron. Se expresó de tal manera que nadie creía que era ella. Y dijo…”si yo fuera el viento, pudiera caer en un profundo abismo, para poder verme a mí misma y no ser tan invisible como lo que es perder en la vida una silueta, una sensación o un cuerpo celeste entre la gravitación del mundo y el universo a consecuencia de un sólo abismo y tan frío como es la piel…”-, y se dijo así misma así. Y ella nunca pensó que estaría en ese lugar: en una prisión. Y que sí, se vería como ella es, tan natural, tan real, tan verdadera, como es poder vivir así. Y se fue por el mundo irreal, fantástico, e ilusorio, de la falsedad de un abismo tan frío como era la percepción de no tener libertad: en el alma. Y viajó como una doncella hacia la magia del viento. Hacia el universo puro, y halló lo que nunca una atmósfera con estrellas celestes que pudieran descifrar lo que es la luz del universo. La magia tan funesta de lo débil y vil del tiempo entre el universo y ella. Y la salvedad de sentir como el fuego en el alma callada, consecuente, y atemorizada de espantos. Pero, no, no, no, tenía espantos, era su alma que gritaba luz, y ella no podía observar. Que estaba en soledad, en aprietos, y en prisión. Eran las rejas del sol, por donde no se tenía ni un rayo de luz ni de esperanzas en volver a ver la luz del sol. Permanecía sola e intacta en sombras y en penumbras. Sólo un silencio le decía, -“basta yá”-, pero, era demasiado el dolor del alma. Era como la luz imperceptible, pero, real. Era como la luz opaca o tan brillante como aquellas estrellas que aún brillaban en el universo, donde yacía su cuerpo, postrado, desnudo y aprisionado. Estaba en frío, como el hielo de aquel trago que tomó a expensas de la venganza. De aquel jueves con el sol a cuestas y derribó toda maldad en ella hasta saciar su potencia en contra de aquel dolor que tenía yá su bendita alma. Y exageró un poco, la hipérbole de su alma estaba a cien grados de perdición. Cuando ella sólo tenía un sólo camino y muchos destinos. Pero, quiso entregar su cuerpo y su alma al diablo. Y quiso ser más ni menos de lo que podía ser. Sin consecuencias devastadas por el sol. Y se entregó a las sombras, o sea a la prisión. Y del libro que estaba leyendo que dijo así…
“...no más que uno o dos éxitos te hacen brillar en los cielos, sé tú mismo, no proyectes lo que no eres todavía, o que puedas ser con tan sólo una dulce caricia de lo que es el éxito en tu vida, sólo sé tú mismo, aunque otros te digan lo contrario, que tus sueños se hagan reales como la luz del horizonte o como el verdadero pan que nuestro Dios entrega, porque no del pan nada más se vive, sino de oración a Dios mismo, como Él mismo nos dijo, sólo tus sueños se cumplan en la promesa de Dios, y para que no se hagan ilusiones perdidas en el mañana…”
Y leyó la última palabra “mañana”. Y se dijo una vez más, -“¿habrá un mañana para mí?”-, y se sintió sola, y abatida y herida, pero con la sed de venganza hecha, dilucidada, y consumada. El hecho dalo por hecho, pero, su acometido le dió satisfacción, deseo y más placer que nunca. Estaba tranquila y sosegada, sabía que debía de cumplir con el buen comportamiento. Y que debía de dejar saber que era una muchacha con clase. Y que no era perdida como las demás creían de ella. En la soledad se sintió triste, pero, complacida, y hasta extasiada por la sed de venganza que se había cumplido. Y se dijo para sí, -“éste sabio debe de ser un viejo, porque sabe mucho de la vida y de la existencia…”-, y leyó otra reseña del libro que continuó leyendo que decía así…
“...y no se sabe a donde irá la vida, ésta que ha fornicado tanto, pues no todos somos santos, y no se sabe si los santos van de fiesta o se quedan mirando el cielo, el cielo éste que es tan real como lo que estoy diciendo, y todo porque no se sabe a dónde irá la vida, y más te digo que quedes perplejo para que después no te cuenten…”
Entonces, leyó la palabra -cielo-. Y se dijo, otra vez, que el cielo para ella es el límite. Donde se fue a volar un rato en la imaginación, pero, recordó que también perpetró todo desde una vil patraña, para que se hiciera real su venganza. Es como si hubiera caído desde el más cálido instante de lo que soñó. Ella, la muchacha de ojos claros. Quiso ser exactamente decidida y extremadamente natural. Cuando logró superar todo con ese libro mágico. Faltaba cinco días para el juicio final de sus días en prisión o si quedaría en total libertad. Quiso ser más de lo inesperado, quiso ser ésa que se contemplaba a orillas del mar oceánico y observando el sol en la misma orilla. Quiso extrañar lo que fue y será su alma inocente y pura y más la libertad en sus propias alas. Pero, recordó a los barrotes de hierro, a la prisión y al juego de la vida, donde nunca se debió de jugar con la vida y mucho menos con la libertad a ciegas como la misma estatua de la libertad. Pero, ella no era ciega ni mucho menos tonta. Y se dijo una vez más, -“sí, yo lo hice….”-, y la venganza quedó tan exhumamente real. Como el libro decía así…
“...cuando logres observar a tu alma como el tranvía, o como el tren que pasa a las tres de la tarde, siempre por la estación del ferrocarril, no desesperes y todo porque es velocidad como de veloz a velozmente vá el pasaje de vivir, hacia tu propio existir, cuando ocurre detenerlo en una estación, sólo recuerda que es como detener tu corazón sin latidos y poder morir …”
Cuando leyó ésto último se dijo, que morir para siempre es sólo de santos que no supieron hacer el menor daño posible a alguien, pero, que ella sí, hizo daño y que aún sigue purgando aquí en la misma tierra y más aún en una sola prisión. Tan devastada, tan desolada, y tan inquietante. Pero, sórdida quedó en la mira de todos por igual, cuando se supo del evento sin precedente. Y supo que el ocaso llegó aquella tarde veraniega del jueves con el sol a cuestas en el cielo. Y ella, la muchacha de ojos claros llegó a la vejez en la prisión. Cuando fue condenada a cadena perpetua. Y sólo faltaba cinco días, para el juicio final. Y le queda la misma mitad del libro por seguir leyendo. Y siguió proyectando su instinto en aquel libro tan interesante. Y sí que lo leyó…
“...los que se deben de enfrentar al cielo son los que miran desde lo más hondo, porque desde ahí es que se sale y entra al éxito, es como subir al cielo paso a paso, peldaño por peldaño sin sobrepasar etapas en la vida, porque no todos somos iguales, ni todos somos equidad, cuando nuestro tiempo es y será vivir cada paso…”,
Continuará…………………………………………………...................................
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de abril de 2019 a las 00:07
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 47
Comentarios1
Magníficas letras amiga Zoraya
Abrazocito
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