No había nadie que pudiera sacarme
de una situación que me veía
narcisisticamente doblado
con la cabeza en el agua y la espalda a pleno sol.
El verano se había derrumbado
sobre toda la extensión del arrecife, rodaba
sobre su dorso quemado, quejándose
con un ahogado gemido animal,
mientras el mar, socarrón,
acechaba entre las rocas.
Hubiera sido simplemente ridículo
preocuparse por una sola persona,
insignificante, además, cual yo era,
cuando el entero planeta
ardía envuelto en una mortaja de fuego, empapada
en la sangre del centauro vengativo. Nadie
hubiera podido salvarme, ni siquiera
si yo hubiera sido uno de ellos.
¿Uno de ellos? Pero, ¿y cómo? ¿Quiénes eran ellos?
¿Ellos? ¿Dónde estaban ellos? No había
un alma a la vista en el arrecife desierto
donde la piel del verano se iba llenando de ampollas.
No había nadie que pudiera
agarrarme del pelo y sacar del agua
mi cabeza chorreante iridiscentes regueros.
- Autor: andrea barbaranelli ( Offline)
- Publicado: 29 de abril de 2019 a las 12:11
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
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