AMÁNDONOS

AMANDONOS
Amanece callada,
deshace las sombras moviendo sus párpados,
me mira, se aproxima, me abraza,
me envuelve en sus brazos
y nos besamos.
Tenemos un encuentro casi furtivo,
una querencia espontánea,
esos besos presagian el día propicio,
y habla.

Cada sílaba pronunciada
se mece en el tiempo,
con ansias, sin prisas,
pensaría que esto es un cuento,
una historia con flores en la puerta,
y “Buenos días”, dice ella,
(arquea la ceja),
el saludo es breve y sencillo
pero adquiere en su boca
un cariño descarado,
dos palabras dichas
que convierten a su voz en verdad,
en testimonio de certezas
pero con ella,
una impensada declaración
de cariño fugaz.

Me tomo el primer café de mi vida junto a ella,
y en el plato del pan, pongo dos trenzas de canela,
coloco una taza humeante sobre la mesa
y toma asiento en el lugar,
que nadie más podría ocupar.

Alzo la vista para averiguar
el motivo de su inapetencia,
pero me mira atractiva y seductora,
- “Deseo todos los desayunos contigo”
me dice,
con sus labios metidos en mi oído,
dejándome,
como un hombre débil, sometido.

Apareció un septiembre cualquiera,
me sonrió y me encantó de tal manera
que distinguí al amor en su lengua.
Lentamente le abrí la puerta,
deshaciéndome de los amores pasajeros
que existieron en mi torpeza.

Es el primer día junto a la mujer de mi vida
de ojos negros,
y no hay en el proceso de unirse
más secreto que el esmero,
y recordar que entre sueños
nos alcanzaremos, que las heridas
con amor las curaremos,
y en la cama ardientes, ansiosos,
agotaremos nuestros cuerpos.

Es el primer día junto a la mujer de mi vida
de cabello negro,
y en su dedo trae el símbolo
de ir juntos hasta viejos,
y amarnos, ir amándonos,
aún después de muertos.