**~Cuento - La Casa Embrujada~**

Zoraya M. Rodríguez

Y me llamo Frilo al que siempre le toca el frío. Cuando de niño escuché un grito ensordecedor cerca de mi habitación. Y fue cuando yo, más sentí el frío de la nieve a expensas del invierno aquel. Y lloré con lágrimas de soledad. Cuando de pronto escuché en la puerta que decía, -“abre la puerta Frilo, soy el frío”-, en mi casa siempre hubo un desastre de regueros y de fríos. Cuando me acerqué a la puerta, sólo hubo silencio, no me llamó por mi nombre, aquel fantasma. Cuando de repente me dormí y yo sentí volar lejos como el ave vuela. Y soñé sí, que cuando yo crecía era un fantasma en la casa embrujada de mi madre que había muerto hacía cinco años. Y lo soñé, sí que era cierto. Pero, mi madre aún vivía. Cuando de repente, quise ser como todo ser vivo inmortal, que acecha con nunca bifurcar lo que es un puñal daga en su pecho. Y soñé sí, no quise ser más ni menos, que un ser capaz, en fingir lo que era ser un fantasma. Pues, el frío socavó muy dentro de mí, cuando sólo soñé en ser como el hielo o la nieve. Cuando sólo quise ser como todo un dios del cielo, con todo el hielo frío sobre la piel. Y mi mamá, me llamaba así, -“Frilo’,- cuando siempre me tocaba el frío. Y aunque me abrigara, siempre tendría frío. Y yo sentía volar lejos, en mi habitación, como todo un pájaro volando por los cielos. Y el sol, el sol no existía. Pues, yo era demasiado friolero. Y la nieve logró derribar el cielo y más aún el invierno de aquel equinoccio. Cuando se destruyó todo como arte de magia. Pero, mi casa, mi casa, la casa embrujada seguía en el mismo lugar. En el mismo sitio y hasta con el mismo gélido hielo. Y era yo, Frilo, al que siempre le toca el frío. A mi hermano mayor, que se llama como mi padre, Federico, yo le decía Federiquito, porque era más pequeño que yo en estatura. Sólo el sueño fue tan pasajero. Cuando mi diario vivir fue lo que nunca quería llegar a ser: un fantasma y mucho menos en la casa embrujada de mi pobre madre. Cuando empezó de nuevo el trajín diario. Por la mañana era tener que asistir obligado a la escuela. El autobús llegaba a las siete en punto en la mañana. Mientras que yo en la madrugada, cosechaba y podía entender a ese fantasma que me hablaba detrás de la puerta. Y volvió a decir, -“abre la puerta, Frilo, soy el frío”-, y nunca había entendido qué quería conmigo y más con frío, si yo era Frilo, al que siempre le toca el frío. Por las mañanas cuando me tocaba abrir esa puerta para salir del dormitorio, siempre, me llegaba un alud de frío en mi cara, hasta que me acostumbré a él. Y fui siempre callado, retraído, miedoso y pavoroso, y hasta tímido. Sólo en las clases de natación me divertía, pero, el agua estaba fría como a mí me gustaba, recuerden que era Frilo, al que le tocaba siempre el frío. En una vez y no volvió a ocurrir más en mi vida, ví entre aquella agua clara de piscina a mi mano desaparecer, y me asusté mucho. Hasta después de muchos años que llegué a desaparecer por completo, como un fantasma. Frilo, como todos me llamaban, yo era tan bueno, tan dulce, todo el mundo me quería, y venía el frío y me soplaba en la misma cara su álgido viento seco. Y yo corría donde mamá. Una vez en la acera yo jugaba a la bicicleta y corría tan veloz, que sólo sentía el frío hacer remolinos en mi alrededor cuando corría la bicicleta. Y sí me dió sed, porque mi ser estaba pavoroso, lleno de miedo, sin explicaciones ni interrogantes que pudieran acabar con todo aquello que me pasaba. Cuando sólo yo creí que era el roce del frío en mi cara, era algo más y era un fantasma que me perseguía a pie y a gran sombra. Yo no creí en él, hasta que en una noche de tormenta eléctrica, me habló desde la puerta de mi habitación y me dijo con voz temblando, -“Frilo, abre la puerta, soy yo el frío y tengo mucho frío”-, entonces yo ingenuamente le abrí la puerta, cuando aparece un frío congelador de nieve, de frío invernal por aquella puerta que entró hasta dentro de mi alma abrazando con temor y miedo a mi espalda. Y yo le pregunté, -“¿tienes miedo?”-, y él me contesto esta vez y me dijo, -“sí”-, entonces comenzamos en ser amigos y más como hermanos. Desde entonces, me cayó muy bien, y hablábamos de todo, hasta que un día no lo escuché más y es que estaba dormido, pero, como yo no lo veía, pues, no lo podía saber. Cuando despertó hizo una tormenta y un remolino de viento. Alborotó todas mis cosas y sin más que más quedó mi habitación como un desastre natural. Cuando se fue de mi habitación, me dijo, -“yo vuelvo pronto, soy el frío y el viento”-, y yo le creí que volvía, pues, nunca más me habló ni regresó a mi vida. Yo quedé triste, pues era con él con quien yo hablaba. Y se fue y para siempre. Me dejó un fuerte frío y una fuerza en los brazos increíble y sueño. He dormido bien, después de él, pues, no hubo más aventura que la propia sed dentro de mi propio ser. Mi mamá preguntó, -“¿por qué tanto reguero en tu cuarto, ah?”-, y el niño no contestó de lo que pasó con el viento frío. Cuando fui a la escuela, ví un pequeño remolino de viento a lo que creí que era él siguiendo mis pasos. Pues, nunca creí que fuera tan poderoso. Como poder ir y venir hacia tan lejos. Sólo sentí lo que trajo un pedazo de frío a mi vida, una eterna salvación quizás, o una terrible perdición. Y sólo iba y venía en mi camino, desapercibido, pero, sabía que estaba allí. Mirando, dando frío, y más, como un deambulante ambulando y no quise eso, aunque no era mi decisión, sino la de otro. Y creo que fue así toda mi vida. Él, siempre estaba ahí en las buenas o en las malas. Sentí lo que era estar en soledad y que él me acompañara. Cuando quise salir él siempre seguía todo de mí, desde el pasado, presente y futuro. Y me dijo que era el viento y más el frío. Pero, yo no quise hacer caso. Cuando sólo quise ver el cielo, sabía que a él le pertenecía mis ojos también. Cuando sólo quise ser como el sol, dando calor, pues no pude, sólo yo sentí frío. Un frío que quema más la piel, cada vez que miré más el sol. Y el frío, ay del frío, de la nieve fría y siendo friolero caí en sus garras yo. Cuando una mañana salí el sol se escondió y sólo yo tuve que sentir la lluvia empapar más fría que nunca a mi sola piel. Y el frío, ay, el frío. solo el frío, sólo supe que en mi piel toca su frialdad como nunca antes. Como una sensación clara y contundente. En que sólo el deseo se vuelve oscuro como aquella lluvia que caía del cielo azul. O como una vez en que sólo se sintió el deseo, en volver a ser como antes, pero, no hubo regreso ni para eso. El remolino aquel que lo perseguía, solo se detuvo a descansar, pues yá estaba muy cansado de perseguir algo, o mejor dicho a alguien que lo escucha. Sinceramente yo me sentí tan mal, como aquel viento que socavó muy dentro de mi ser con tanta sed en proseguir un rumbo. Cuando sólo interrumpió un llanto tan desolado, como la euforia de un porqué en sola soledad. Y la casa embrujada de aquel fantasma claro y suspicaz que me habló una vez y que hizo un remolino de viento en el cual me dejó fuerzas y más un capricho en continuar en ser como el viento frío. Frilo era yo, al que le toca el frío, es un frío como el hielo, que consecuentemente se debate entre la piel y el cuerpo. Y más aún entre lo que da un frío tan universal. Yo me sentía helado, friolero, tenaz, audaz, no débil sino fuerte como el viento. Sino que fue como el aire llevando el suave aire por los aires. Y quiso ser como el sueño volar lejos. Y crecí y fue llevando una vida normal en lo que decidía en qué trabajar, y todo, porque mi madre yá no me podía sostener monetariamente. Y se cumplió lo que decía el dicho, del viento llegaste y hacia el viento volviste. Y se acechó más y más, la fuerza en querer volver a ser viento. Y todo como un fantasma. Y el viento frío quiso mi piel y mi cuerpo. Cuando sólo pertenecí en ser el viento. Y como crecí, pues nunca más volví a  tener esas alucinaciones fantasmagóricas. Cuando en lo alegórico, escogí mi rumbo, y fue que quise laborar, para una empresa en la cual se dedica a confeccionar aeronaves espaciales y todo con el viento. Siempre tenía algo que ver con el viento. Cuando sólo se espera a que quizás cambiara de dirección y que mi vida se tornara más segura. Cuando se siente el deseo en volver al viento y con un nerviosismo raro, pero, con un frío por demás. Llegó un ciclón a mi ciudad y por poco me lleva con su poder de viento y tan frío. Luego de este ciclón, mi cuerpo fue desapareciendo y comenzó con mis manos, y fue el viento aquel, que desnudó mi piel y más a mi cuerpo en todo su poder. Y soy ése el viento que soplaba, el que me perseguía y más aún soy ese viento que corre por los alrededores dando todo frío. Y todo porque soy el viento y del viento llegué como al viento volví.




FIN

                                                  






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  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 20 de mayo de 2019 a las 00:01
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 18
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