Haz llegado hasta su altar,
Cuanta alegría y felicidad hay en ti,
Sedienta de tu presencia señor
Ha cruzado las rutas desiertas de la madrugada
De este otoño, que por momento se torna muy fría,
En su largo trajinar, en su duro desafió,
No escuche quejas, no vi signos de dolor,
Su ilusión fue una rígida armadura
Y su espíritu un rio indomable de fe.
Una cruz a lo lejos se divisa
Y en sus lágrimas va sintiendo
Tú presencia Señor,
No puede tocarte, pero estira su mano,
No puede ver tu rostro,
Pero sabe que estas ahí, a su lado,
Junto al camino guiándola hasta tu altar,
Y Tú Señor, te quedas con ella, vas escuchando
Sus plegarias y rezos,
Este esfuerzo es la mejor ofrenda
Que ella te pueda brindar, acéptala,
Es toda su posesión.
Señor, concédele sus deseos, pues,
Se ha hecho merecedora de tus bendiciones,
Yo, soy testigo de la fe que puso en ti.
Ha llegado hasta tu altar
Y su cara de felicidad, es inexplicable.
(Para mi querida esposa Cristina)
- Autor: Gustavo Gerez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de junio de 2019 a las 09:35
- Categoría: Amor
- Lecturas: 42
- Usuarios favoritos de este poema: Yamila Valenzuela
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