Lúgubre tiniebla que yace albina,
contrastando por lugares rocosos,
el rastro con mis dedos sudorosos,
rugiendo en mi ascensión, con la neblina,
escucho un violín, que no desafina,
son muchos como unos cantos ruidosos.
Y llega el sol con rayos calurosos,
menuda tempestad, en mi retina,
vestía de miedo mi pulcro traje,
y cambiar del confort a libertad,
me adrentré en un profundo, y largo viaje.
Y fue allí, donde sin ningún ultraje,
por fin pude encontrar toda piedad,
en otro pueblo con otro linaje.
- Autor: Yiyou (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 9 de junio de 2019 a las 19:29
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 26
- Usuarios favoritos de este poema: Yajaira Vargas, Yamila Valenzuela
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