a mi hermano
Pudimos morir entre las chapas
de nuestro utilitario,
quizá quemados vivos, como a menudo acontece,
antes de que los bomberos
lograran extraer nuestros cuerpos,
esa noche que regresábamos de Nápoles,
al cruce de la muerte, como lo llamó
el policía de tráfico que nos paró, pero no nos multó,
limitándose a darnos una lección de sobrevivencia,
cuando te comiste el semáforo en rojo
porque me habías relevado en la conducción
haciéndo caso omiso de la señal que anunciaba
la intersección entre la carretera nacional
y el cinturón de Roma.
Así no más. Pudimos detenernos, en ese punto
y en ese momento, para siempre,
tú con 18 yo con 21 años.
Y ahora, pensando en cómo
ocupamos la vida, tú y yo,
viviéndola,
me pregunto quién, en los años siguientes,
hubiera podido percatarse del vacío
que habríamos dejado
si nos hubiéramos detenido para siempre en ese momento
dentro de las chapas destrozadas del coche.
Si nuestras vidas se hubieran detenido
esa noche de hace cincuenta años,
el vacío dejado por nosotros
hubiera sido de inmediato colmado
como hace el agua que nivela
todo desnivel.
Esas mujeres que fueron tus mujeres habrían sido las mujeres de otros,
no habrían advertido tu ausencia,
nunca habrían conocido tu voz
ni la necesidad ni la nostalgia de tu voz,
porque solo lo que existe es necesario,
se vuelve una piedra angular en la construcción del mundo
y mientras exista contribuye a formar
esta estructura prodigiosa de la realidad,
este andamio levantado en el vacío.
Nadie habría notado nuestra ausencia
salvo nuestra madre y nuestro padre
en luctuosa fidelidad y soledad,
en la angustia penosa de su religión familiar
con las vieja fotos desteñidas, los desvanecidos boletines de notas escolares,
la ropa dejada en el armario
que ya no pasaría de moda.
Si en el preciso instante en que nos comimos la luz roja
hubiese llegado otro coche,
nadie en el futuro habría dicho de ti y de mí
Eres irreemplazable en mi vida,
Representas un punto firme,
Hoy no te aguanto, Tendrías que fumar menos,
los millones de frases que entretejen la existencia;
no habría habido
el trabajo que cumplimos, los amigos que nos quisieron,
las ideas que compartimos, las discusiones que tuvimos,
los libros que leímos, las ciudades que conocimos, los océanos que cruzamos,
las nubes que vimos desde arriba
de la ventanilla de un avión,
esta gasolinera donde me he parado
en el centro de la pampa argentina
en la autopista La conquista del desierto
y donde estoy bebiendo un vaso de agua.
- Autor: andrea barbaranelli ( Offline)
- Publicado: 13 de junio de 2019 a las 03:44
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 37
- Usuarios favoritos de este poema: Yajaira Vargas, JUAN ROMERO SOTELO
Comentarios2
Tremendo recuerdo Andrea, y si, si el reloj se hubiera detenido, cuantas cosas vividas, gozadas y lloraras hubieran sido un signo de pregunta para sus padres, lo bueno fue que solo vivieron un mal rato y hoy solo es recuerdo
Muy buen jueves
😉👍💋💋💋
Gracias por leer mis cosas, querida amiga
Cuanta tristeza derramada
Un gusto leerte
HECTOR ADOLFO
México
Muchas gracias, hermano.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.