Las manos escuchan la piel
su sabor anda oculto
entre los dedos.
Las uñas muerden la espalda
empapada de huellas.
Soy culpable, confieso,
ando siempre por tu vientre,
festejando el crimen
con labios, lengua y dientes.
El reloj teje que teje,
y voy dejando arañazos
entre bocado y bocado,
marcas endebles de calor,
que se borran cuando regreso.
Encallamos en un lecho
de revueltas arenas.
Hay pausas verdes en tus ojos,
y soplos rojos en tu boca;
y ríos que bajan desde los muslos.
La tarde pasa sobre nosotros
desplegando olores mansos;
hay nubes como bocas,
hablando lluvias
con sus lenguas de algodón,
orgullosas de sus panzas,
llenas de goterones claros.
Eduardo A. Bello Martínez
Copyright 2019
- Autor: A. Martinez ( Offline)
- Publicado: 17 de junio de 2019 a las 14:54
- Categoría: Amor
- Lecturas: 78
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