Luego te das una solemne ducha
y sales de aquel maremoto solitario.
Enganchas el pie en el acelerador
y vomitas tus líneas de fin de semana.
Ocultas en las lágrimas algún placer
venenoso, e instas, a las maravillosas
hadas mezquinas del cuento, a triturar
tus espacios menos salobres e insanos.
Luego, sales disparado para el trabajo,
esperando no encontrarte con nadie.
Y hueles, hiedes, a tabaco, a nicotina,
y a sangre de peces muertos, pestilencia
unánime que cae de la lluvia que te acompaña,
solitaria vestal de rango bajo.
Y buscas, solitarias como tú, en ese rincón
mágico
donde la noche se confunde con el día.
De tu cuello penden dificultosas alegrías,
únicas risas de un ostracismo que sólo tú
te propinas. Y no vuelven las eternas golondrinas,
ni de sus balcones, sus nidos penden ya.
Mas te da por mirar, a esa red de pájaros incautos
donde solías caer en mitad del abismo.
Cuando te tambaleabas, de borrachera, de estupidez,
de bondad. Cercabas la soledad
con lluvia, con bebida, y con resaca.
Con aspirinas y suculentas formas de naufragar,
dentro de un lunes cualquiera.
©
- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 28 de junio de 2019 a las 13:33
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 24
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.