Me alejo y me respiro en el rocío de las flores que comienzan a despertar.
Mis ojos están hinchados. Mi alma está frágil.
Me respiro en este aire solitario que huele a pedazos de pasado.
A intriga. A miedo. A ironía.
Mis cabellos bailan y me dejo llevar por los primeros rayos de Sol.
Aquél que sigue escondiéndose. Demasiado. Creo que va a llover.
Escucho campanadas de una iglesia y de alguna extraña manera me siento tranquila.
Me siento esperanzada. No sé por qué.
Me cambié el nombre a nostalgia y me visto de soledad.
Llevo por manos la libertad y la indiferencia.
Soy una danza que llora, y nadie sabe qué sucede.
Hay un niño en mí que no deja de soñar.
Mis lágrimas están gritando y nadie sabe que ya comenzó a llover.
La lluvia sale de los ojos de una niña indiferente.
Las sonrisas nos confunden y desconocemos la paz.
Pero es que en la realidad, nunca sabemos qué pasa cuando alguien llueve.
Llovemos y no hay paragüas.
Llovemos y nos convertimos en tormenta.
Creamos ríos que nadie cruza. Ojos de agua desconocidos.
Llovemos y todos corren.
Lo ojos de una niña que no tiene a mamá cerca, llueven.
Los ojos de una niña que abusaron, llueven.
Los ojos de una niña que se aparta, llueven.
Llueve, y ella baila sola.
- Autor: Nadia Almazán (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 5 de julio de 2019 a las 09:56
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 29
- Usuarios favoritos de este poema: Texi, Anton C. Faya
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