Se va haciendo de noche, y nadie, clava un cuchillo en mis venas. Mis hijos andarán despacio toda la noche, pensando quizás en por qué no han nacido, estériles. Como en círculos o en vastos territorios, mi vida ha caído en el olvido. Me olvidan las manos que titubearon al recogerme. Los odios sinceros que mantuvieron su compromiso tantos años, tanto tiempo. Yo veo, y veo. Rosales erguidos que sostienen en sus puños un nivel de azufre interminable e insoportable. Misterios inútiles, miembros cercenados, orinales de miseria volcados sobre los omóplatos. Hombres, mujeres, pequeñas manchas pálidas, dentro del día o de la noche. Vástagos de un sueño más azul y omnipotente. Y ese sonido como de campana en lo alto del monte. Y esos baúles que guardan el olor a almizcle de la madrugada desierta. Son sombras, voces, ecos, nocturnos barcos que se deslizan por las extremidades hasta ahogarlas, hasta estremecer los miembros escuálidos que forman un brazo en su sueño. Las difuntas flores conservan el formol del trozo de piedra que les tocó en suerte. Los aerosoles disparan su red ámbar sobre el portalón de entrada. Las maderas huelen a perfume cuando el sol las calienta.
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- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 8 de julio de 2019 a las 09:09
- Comentario del autor sobre el poema: Prosa poética-.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 26
- Usuarios favoritos de este poema: Anton C. Faya, Hugo Emilio Ocanto
Comentarios1
Maravillosa prosa, poeta.
Mi saludo, mi amistad.
Muchas gracias Hugo, es un honor tu participación en mi espacio, un abrazo amistoso!
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