Siempre ella, inmaculada,
con su mirada que me sabe dar,
una paz auxiliadora.
La nunca ajena.
La bien hallada
en su basílica, la gran bendecidora,
de bautismos y bodas,
la Virgen, la Virgen dorada.
¡Oh impoluta María!
que el viento reposa y el mar se calla,
cuando te asomo mi alma,
para llegar a tu Hijo, el esperado Mesías.
¡Ay este mi sentir, que tanto te mira!
Que en ti se refugia,
con este poema que en digna alabanza
te llama ¡Bienaventurada!
- Autor: el brujo de letziaga (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de julio de 2019 a las 02:04
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 55
- Usuarios favoritos de este poema: Rosalways, Maria Gomiz Luna
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