La indecisión
del remolino.
No hay soledades
si te habitas de ti mismo.
Convérsate.
Ayer me decías que tu soledad
te llevó de puerto en puerto
en tu larga singladura.
Que te caíste tanta veces
como te levantaste,
y en cada caída se abría
bajo tus rodillas un abismo
insondable.
Que te prendiste del amor
como un clavo ardiendo
se prende de una quimera.
Que la soledad era más fuerte
que el amor, más perentoria,
más importante, que este error
de concepto fue pica
que hondoneó en tu desdicha.
Que el tiempo pesaba tanto
sobre tus tiernos hombros
que tus pilares no se bastaron
para sellar la boca a la palabra fracaso.
Me afirmabas que huir de la soledad
es tanto como huir de tu propia sombra,
que es la cara de una moneda
que no concibe abandonar su cruz,
que es una vestimenta tan usada
que renuncia dejarse de su piel,
que es una desnudez que desdeña ropaje.
Me llorabas que la soledad te sigue
a donde vayas, aun con otra alma
orlando tu senda.
Tengo que de la soledad ser amigo,
me decías entre lágrimas de vitriolo,
aunque su amistad no quiera.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de julio de 2019 a las 15:58
- Comentario del autor sobre el poema: La soledad nos perseguirá si no la aceptamos, ya podamos estar en una muchedumbre.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 68
- Usuarios favoritos de este poema: Alexandra L, Romi A, Er Fray, kavanarudén
Comentarios2
Excelente.
Soledad, un sentimiento profundo que en ocasiones puede ser bendición, en otras maldición.
Hay soledades que construyen, otras que simplemente destruyen.
Excelente como lo has expresado.
Siempre un placer leerte
Un abrazo
Me alegro de que te guste Kavi. Al hilo de lo que dices, decirte que la soledad, ni nada de lo que nos ocurre, tiene la capacidad de producir ni daño ni felicidad, es solo un concepto en nuestra mente. Somos nosotros los que nos bendecimos o destruimos con nuestro pensamiento sobre la soledad.
Lo que nos ocurre fuera es porque antes ocurre dentro.
Un abrazo.
Muy bonito poema, Alberto. Yo, particularmente, siempre me estoy hablando, tanto, que me asemejo a un mendigo decaído. Un saludo cordial-.
Yo también, parezco un filósofo. De hecho la filosofía es una de mis pasiones. Hablar con uno mismo es habitar la soledad, dulce soledad.
Me alegro de tu visita y de que aceptes mi amistad.
Te devuelvo el saludo.
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