Hoy y siempre se escuchan los disparos, como ya todos están muertos, uno no se pregunta a quien le cayó, sino en donde cayó, la maldita bala. Odio y no dejaré de hacerlo, porque un día papá se fue a arrancar la yuca y después de eso lo tuvimos que enterrar, ahí al lado de los otros cadáveres del pueblo, de un pueblo que poco a poco, se ha ido quedando sin gente y todo por la maldita codicia. Yo aún no lo entiendo, pero cada vez que pregunto, mamá me dice: "por las tierras mijo, por las hijueputas tierras".
El terror parece haberse convertido en nuestro pan, la violencia así como la llaman los adultos, nos impide saber cual será nuestra "última cena". Hoy y siempre la sangre se mezcla con mis pequeñas manos, no hay nada en el mundo que pueda borrar esta jodida mancha que tanto lastima mi corazón y el de muchos que hoy encienden una vela, por quienes fueron ejecutados en la oscuridad y no saben con claridad, de quienes eran esas putas botas pantaneras.
Hoy y siempre, después de mi aguapanela, veo como el cielo de este pueblo cada mañana se tiñe de rojo, a veces me pregunto si es que ya las balas alcanzaron a Dios y poco a poco él también se esté muriendo, quizás es por eso que en el cementerio, nadie ha podido resucitar al tercer día, tal y como lo quisiera.
- Autor: Ricardo Ventura (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 29 de julio de 2019 a las 22:38
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 45
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