Marcia me trajo hoy desde la tienda de antigüedades a la que tanto le gusta ir, después de hacer aquello que no me cuenta que hace, un bastón nuevo (nuevo para mí, claro está), del siglo XVlll, o al menos eso le hicieron creer en la tienda. Una antigüedad en la mano de otra; supongo que por eso le gusta visitarme. Marcia sabe que para mí todo bastón, sea de hoy o sea la rama de un árbol caído usado por un homínido lastimado hace tres millones de años para poder seguir manteniendo erguida su postura, es igual. Sin embargo gusta de traerme, cada que puede, uno nuevo. Creo que está armando su colección. Le agradecí y como de costumbre le hice saber que no era necesario, que incluso estaba dejando de usar estos viciosos artefactos y que cada vez me encuentro con más fuerza y lucidez; que pronto tendré su edad y alcanzaré al menos un poco de su infinita sabiduría. Ella rió, como ríen las flores y cómo ríen algunos soles al atardecer, ocultando dentro de si pequeños pedazos de melancolía. Un día le pregunté cómo pensaba ella que se vería a mi edad, "con más bastones", me respondió. Como ella, yo también reí. El sólo pensamiento de los años pasando sobre Marcia me estremece como no ha de hacerlo el de ellos pasando sobre mi.
- Autor: Martín Marum ( Offline)
- Publicado: 3 de agosto de 2019 a las 01:28
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 16
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