Me quedé, hecho un hueco,
Inmóvil, quieto, esparcido
Como una arena sonriente
Sobre dagas o puñales invidentes.
Quedé quieto, petrificado,
En un naufragio de ondas
Ridículas que fustigaron
Mi alma y mi carne macilenta.
''¡Quieto!'' Me dijeron, y así
Permanecí: ''¡sueña!'' Y eso hice.
Las flores de antaño, con
Sus tribulaciones de espigas
Y pétalos, resurgieron invadiendo
Las nieblas de los lagos tan blancos.
Sangre y vida, y cúspide y alma.
Todas, se desangraron, como ejecutores
De una mística parcial.
Inmóvil, estático, reticente
A labios o sombras o helechos.
Mi alma era una prostituta
Que vendía su alma llena de bohemias
Y rencores.
Mi vida era una sombra de aquellos
Helechos enigmáticos. Rosas
Que empujaron deslavazadamente,
Silencios tras silencios-.
©
- Autor: Ben-. ( Offline)
- Publicado: 14 de agosto de 2019 a las 05:37
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 47
- Usuarios favoritos de este poema: Anton C. Faya, Texi
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