La brisa acunada en mi cara,
acaricia manos, piernas,
y las vigas de estos
frondosos álamos.
Hoy perpetúa,
cascabeleándo,
un tempo dulce,
lento, eterno.
Y un Dios de Viento
cercano en el paso,
suave en las ventanas,
mis heridas cambiadas.
Y, a lo lejos, el sol ardiente.
Y, a lo cerca, un placer silente.
- Autor: Kike Alonso ( Offline)
- Publicado: 25 de agosto de 2019 a las 05:00
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 52
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