Con las manos vacías
y la impotencia dibujada
en el rostro regreso a mi hogar.
Mis hijos sonríen aun sabiendo
que es otro día donde el hambre
será lo único en la mesa.
Su madre reza una plegaria…
sin respuesta.
Con las manos vacías
y la impotencia dibujada
en el rostro regreso a mi hogar.
Mis hijos sonríen aun sabiendo
que es otro día donde el hambre
será lo único en la mesa.
Su madre reza una plegaria…
sin respuesta.
Comentarios1
Vaya que intenso... Ese dios omnisciente es como el hambre, siempre falta y siempre está quitando...
Casi casi como si no existiera. Gracias por su comentario
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