UN METRO SETENTA Y PICO.

Hay mucho ruido, todo lleno de ruido, esto y lo otro, yo

 y lo que no está, también lleno de ruido.

Como una bala perdida solo miramos el ruido y ningún silencio puede con este estruendo que perturba los días y solo miramos como un pozo el cielo o como un chicle pegado al piso en una calle en medio de un aguacero de ruido y en el destello de la carretera azul, esta ella, en silencio, silencio.

Y esto no es un practica inmóvil porque ella despierta todo,

Es un practica de mutismo porque todo se calla para escuchar sus pasos,

Y se acerca y entre más se acerca pienso en lo increíble que se miran estos que se quieren,

En lo increíble que son las reuniones familiares, aunque odio que me inviten.

Soy un vago, lo sé, y aun así sueño,

sueño en sentarme en una banquita manchada y pegajosa de un buen café y tomarme una eterna botella de vino del color que se refleja en sus ojos después de perdernos en capas de humo.

Y su boca no dice nada, pero sus ojos no se callan,

Y cuántos hombres mientras se afeitan han pensado en una mujer como ella y cuantos hombres no se afeitan por miedo a una mujer como ella.

Y sigue la noche llenándose de palabritas amarillas, de cerveza, de sonrisas, de miradas desviadas, de experimentos fallidos, de momentos fríos, de abrazos y besos en un imaginario,

 y como no pensar en tirarse de un abismo cuando todo parece un sueño lucido,

hasta la noche deja caer sus estrellas, una por una calcándolas en el alboroto de sus rigurosos ojos.

Hperafan.