Nocturno.

Miguel E. Hartenstein

Palpita el sentido que, a poco,

Se va desbordando sobre risas

Menguadas que perecieron

Como nunca se las vio nacer.

Corre la niebla embriagante y

El agrio humo en la garganta

Quema el recuerdo, permitiendo

Al deseo absorto filtrarse

Entre las capas de la conciencia.

Y cae.

Y el herido hiere la herida mortal

De la fría daga indiferente del hartazgo.

Y caen, como copos, y el cristal

Resuena entre los laúdes del alma.

Se observan y ven el reflejo del hastío

Provocado por la inconclusa melodía,

Y se miran, sin mirarse,

Porque es uno y, el uno,

Solo mira.

Y se quiebran, las almas,

En la espera del frágil viento que las porte,

Y las arroja la corriente,

Y las estrella, la ola, contra la roca,

Nunca importándole, en su

Interminable vaivén,

El destino de los árboles huecos

Que claman, silenciosos,

Por su merced.

Y pasan, así, las horas solitarias.

Retorna el imperecible rencor

Las mentes a tomar.

Y la visión fría de

Dos gotas de nada que,

Desde la locura,

Vuelven a contemplar, en el inaudible

Sopor de su propia agonía,

Las rotas imágenes opacadas

De su sueño vencido.

Y la añeja esperanza,

Adornada de cicatrices,

Se abre en una lanza:

Hórrido caudal de rojos recuerdos

Brotan de su fuente que emana

El dejo del orgullo que alguna vez

Volvió, y que otra vez vendrá.

Y abraza, la noche oscura,

La tersa melancolía del agua

Hecha roca y de la pena gloriosa

De los cadáveres resplandecientes

De los que, única prueba,

La memoria alcanza el tacto de las

Gentiles yemas unidas a la

Inerte extremidad suspendida

Sobre la arena mojada.

Caen, a la tierra infértil,

Oxidadas yuntas de

Impasible sollozo.

Y ocupa, la imagen,

El fondo que clarea,

Mientras enceguece las tristes copas

Que aún aprecian su tacto.

Y ruedan: rueda más,

El rocío obsoleto, hasta cortar

Su propio gemido y ahogarlo

Entre las finas esencias

Y lanas pulidas.

Se mezcla el sudor del llanto,

Y el aire fresco calma la angustia

Que pesa en los párpados

Sin lograr cortar el arraigo

De la cómoda pasividad

Del que se sabe mal.

Y, a poco, vuelven los latidos simples

Y toca de nuevo la razón,

Y el sentido toma el áureo trono

Del disfraz ensombrecido

Para probar la suave perla blanquecina

Del futuro, que es presente.

Porque el futuro es presente y,

El presente, nada más pasado.

Porque el presente no existe

Y el futuro es pasado.

Porque el pasado lo es todo

Y, el presente, un engaño.

Porque un nuevo día

Ha comenzado.

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Comentarios +

Comentarios2

  • alicia perez hernandez

    HERMOSOS VERSOS
    UN NOCTURNO CON UN NUEVO DÍA.

  • Syol *

    Excelente !



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