Palpita el sentido que, a poco,
Se va desbordando sobre risas
Menguadas que perecieron
Como nunca se las vio nacer.
Corre la niebla embriagante y
El agrio humo en la garganta
Quema el recuerdo, permitiendo
Al deseo absorto filtrarse
Entre las capas de la conciencia.
Y cae.
Y el herido hiere la herida mortal
De la fría daga indiferente del hartazgo.
Y caen, como copos, y el cristal
Resuena entre los laúdes del alma.
Se observan y ven el reflejo del hastío
Provocado por la inconclusa melodía,
Y se miran, sin mirarse,
Porque es uno y, el uno,
Solo mira.
Y se quiebran, las almas,
En la espera del frágil viento que las porte,
Y las arroja la corriente,
Y las estrella, la ola, contra la roca,
Nunca importándole, en su
Interminable vaivén,
El destino de los árboles huecos
Que claman, silenciosos,
Por su merced.
Y pasan, así, las horas solitarias.
Retorna el imperecible rencor
Las mentes a tomar.
Y la visión fría de
Dos gotas de nada que,
Desde la locura,
Vuelven a contemplar, en el inaudible
Sopor de su propia agonía,
Las rotas imágenes opacadas
De su sueño vencido.
Y la añeja esperanza,
Adornada de cicatrices,
Se abre en una lanza:
Hórrido caudal de rojos recuerdos
Brotan de su fuente que emana
El dejo del orgullo que alguna vez
Volvió, y que otra vez vendrá.
Y abraza, la noche oscura,
La tersa melancolía del agua
Hecha roca y de la pena gloriosa
De los cadáveres resplandecientes
De los que, única prueba,
La memoria alcanza el tacto de las
Gentiles yemas unidas a la
Inerte extremidad suspendida
Sobre la arena mojada.
Caen, a la tierra infértil,
Oxidadas yuntas de
Impasible sollozo.
Y ocupa, la imagen,
El fondo que clarea,
Mientras enceguece las tristes copas
Que aún aprecian su tacto.
Y ruedan: rueda más,
El rocío obsoleto, hasta cortar
Su propio gemido y ahogarlo
Entre las finas esencias
Y lanas pulidas.
Se mezcla el sudor del llanto,
Y el aire fresco calma la angustia
Que pesa en los párpados
Sin lograr cortar el arraigo
De la cómoda pasividad
Del que se sabe mal.
Y, a poco, vuelven los latidos simples
Y toca de nuevo la razón,
Y el sentido toma el áureo trono
Del disfraz ensombrecido
Para probar la suave perla blanquecina
Del futuro, que es presente.
Porque el futuro es presente y,
El presente, nada más pasado.
Porque el presente no existe
Y el futuro es pasado.
Porque el pasado lo es todo
Y, el presente, un engaño.
Porque un nuevo día
Ha comenzado.
- Autor: Miguel E. Hartenstein ( Offline)
- Publicado: 5 de octubre de 2019 a las 21:16
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 63
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Syol *
Comentarios2
HERMOSOS VERSOS
UN NOCTURNO CON UN NUEVO DÍA.
Excelente !
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