Del verano sesenta once, de el carnaval de ebrias mariposas apagadas.
Hasta la tela enredada de la bermeja Julieta que espera inquieta al hombre mermelada.
Y de los pajaritos enlistados al servicio militar.
Cada vez que pronuncian tu nombre con J. o con H. nunca me importa mientras que las lenguas esten siempre ungidas, simpre limpias.
Un tren a Santa Sicilia, se pierde, en un burdel se olvida.
Carmela tenía un horror primaveral que le sonreía, y ella sabía, y ella sabía.
Por su parte, Estefanía, dibujaba bajo los efectos del hechizo de las Ménades, un paraíso de la cólera, enlutado con abismos cercenados y diamantes enfurecidos. Cada cloaca infernal se pudrió en su boca de cereza perdida, y en los gluteos de sirena maldita dejé mi mordedura.
Del verano, y del carnaval, y cuando las hordas tocan cítaras en el bosque y los caballeros nos buscan en el destierro.
Sangra mi facón, es el canto de las tropas. Es el canto de la zorra y de la coneja loca, en el centro de una ciudad de rocas.
- Autor: Emil Epojé (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 7 de octubre de 2019 a las 15:48
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: Ma. Gloria Carreón Zapata.
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