Entramos en confianza y después ambos nos encendimos un cigarrillo - le dije - mi estimado camarada, le voy a comentar un poco sobre mi, así como usted puede verme, yo he sido un hombre cruel y sin escrúpulos, he torturado sin compasión y hasta el hartazgo, a muchas personas, sin mirar su edad o su sexo, he escuchado desde lo más profundo de sus entrañas, sus llantos y lamentos, los he visto retorcerse de dolor, y lo he hecho de generación en generación, sin importarme absolutamente nada, incluso las severas consecuencias que eso me pueda acarrear.
Totalmente incrédulo pero a la vez sorprendido - le respondí - ¿Y usted piensa que yo le voy a creer lo que me está contando?
Mi querido camarada, si usted gusta en creerlo, o no, es cosa suya, yo sólo le cuento algo de lo que pasa alrededor de mi ajetreada vida. Es más, le comento que para ello, he utilizado los instrumentos más siniestros y crueles, que se han inventado y usado, a lo largo y ancho de la historia. Puedo yo apostarle sin temor a equivocarme, que si aún existiese la orden de los caballeros templarios y la santa inquisición, estaría yo dirigiendo alguna facción de los caballeros sagrados, o mandando en un viaje hacia el cielo, o el infierno, a muchos cristianos y paganos.
Muy en mis adentros, yo aún no podía creer lo que me estaba contando, y me jugué la última carta que tenía - le pregunté - ¿Cómo se las ha ingeniado para no ser descubierto por la policía, la prensa o incluso su familia?
Tiré al suelo la colilla del cigarrillo y con un tono bastante serio - le respondí - es que verá mi estimado camarada, todo lo que le he contado, absolutamente todo, sólo ha pasado en las salas de emergencia, en las cuales hago mis operaciones, ya que soy médico cirujano y cirujano dentista de profesión.
- Autor: Octavio Leopoldo Novachrono (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de octubre de 2019 a las 23:16
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 74
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