-“Qué lóbrego el camino sin el amor deseado de un hombre”-, se decía ella, Doña Jacinta. Ella quedó sola sin amor ni pasiones buenas, desde muy joven y siempre con el alma negra, quedó por siempre con ella. Pues, era de saber que el alma vá junto a una siempre. Es como nuestra sombra o como el tiempo que nunca para de dar hora o como los equinoccios. Era invierno, sí, que lo era. Ella, siempre llevaba consigo abrigo, guantes, y sombrero para abrigarse del frío y de la nieve. Cuando llega a la casa, siempre el silencio o la amarga soledad, se escucha entre las paredes y cuadros de la casa. Doña Jacinta, nunca se casó, ni lo buscó ni quiso. Tenía una hermana lejana por allá por el oriente. Y, entre tanto, que quisiera algo, llamaba a Juanito, el de la esquina, un muchacho tímido, pero, muy bueno y de corazón. Pero, ella le exaltaba una paz indiscutible, y en saber que el silencio y la soledad son sinónimos, si lo sabes llevar muy bien, de tal manera, que logres hallar y escuchar. Deseosa por amar se encontraba en apuros la muchacha de ojos del color de la aceituna. Cuando en la pubertad sólo encontraba la desgracia de un mal hombre que no pudiera solventar la fuerza y el carácter de una buena moza. Ella, sabía más que ellos y los echaba de su vida como el río llega al mar. Y era ella, Jacinta, la muchacha de ojos verdes, pero, morena de piel y muy elegante siempre. Pero, llevaba consigo una pena, no conseguía novio. Nunca se casó ni amó a ningún hombre, sólo que el tiempo dispuso lo que apetecía por caprichos de la maldita vida para con ella. Era, niña de papá y de mamá. Y en lo demás se arreglaba ella, para siempre triunfar a pesar de la corta edad que tenía, pero, después eso cambió. No estudió nada, sino que quiso laborar y con ello, pagar deudas y malgastar a tutiplén lo que quería y en lo que se le atontajara. Ella, quiso ser como una dulce cazadora de sueños. Cuando en la pubertad llegó un hombre a su vida, pero, no en cuestión de amores clandestinos, sino en pos de ayuda. Y sí, que la ayudó confiadamente. Y le auguró triunfos. Y sí, que llegó a ser modelo de revistas, pero, no fue más que una modelito de vez en cuando, no lo quiso en serio, la carrera de modelo, pues, ella decía que, -“era imprescindible la labor”-, y que ella, -“no estaba muy de acuerdo en sobrevivir allí”-. Cuando en el ocaso sintió un poco de calor de una tarde viendo el sol y con una tacita de café, llegó Juanito y le dijo: -“Oiga, Jacinta se muere Pedro el barbero de la esquina, está muy enfermo…”-, ella, lo quería como un buen amigo aunque no hablaba tanto con él, pero, era su vecino y más que eso un buen amigo de la vecindad. Cuando joven la muchacha de ojos verdes, solía divertirse con amigos, pues, era un sólo escape por las noche de fiesta. Solía salir con ellos, a pesar de que nunca tuvo un novio. Tranquila la muchacha, sosegada se toma un trago de licor y otro traguito, y yá estaba ebria y la amiga la lleva a la casa. Y se dijo que nunca más habría de tomar un trago de licor, porque la mareó demasiado.
Jacinta, la muchacha de ojos claros, se intensificó su dolor cuando estaba a punto de modelar en una revista y se encontró con su mejor amigo de la infancia Pedro. Pedro fue su amigo inseparable de aquella niñez cuando fue su mejor amiga, y habían hecho un pacto de amigos inseparables y que nunca dejaría de soñar con la realidad. Cuando se vieron se acordaron de todo aquello que quizás no era apto para aquél tiempo. Cuando ella la muchacha de ojos claros se perfiló el deseo de ver el cielo nuevamente y él, era un alto ejecutivo de aquella empresa por la cual ella laboraba, hoy día. Cuando se electrizó todo aquello cuando era joven aún, cuando era pequeña. Y quiso ser a conciencia lo que hubo en aquel pacto tan osado como aquel día en que se volvieron a ver. Y su reflejo en el rostro no era de felicidad precisamente, cuando en el ocaso se advirtió la noche densa y fría y desolada. Cuando se sintió casi amada por alguien no extraño, sino por un conocido lejano, y era yá su amigo de la infancia Pedro. Y se llamó por un apodo cuando el ejecutivo se la llevó lejos de todo aquello cuando, ella, Jacinta, quiso superarse y hacer crecer su carrera, pero, todo fue una equivocación. Cuando de repente, le cuenta toda su historia en un bar cercano a la empresa y ésta, llora más por la desesperación que por la alegría de verlo junto a ella. Cuando fue una extraña faena en percibir lo que se acostumbraba a ser lo que fue, una dulce joven que siempre fue engañada. Cuando de pronto vió un hombro donde llorar, pues, era y fue su mejor compañero de clases cuando de niña fue la niña más feliz del mundo y todo por que lo tenía a él como amigo. Y ahora, era su mejor confidente. Y él, le propuso un negocio de salvaguardar toda su vida. En un tiempo como contratada para modelar la revista más envidiada de la temporada. Él, la supo engañar, pues, él estaba casado con una americana. Y ella, se enamora de él, pero, ella, no fue tan ilusoria. Fue hasta un nunca jamás. Que quiso ser como el mismo sol. Pero, ella con el alma negra hasta el cuello de sensaciones tan imprudentes como el mismo cielo gris. Pues, ella se decía que, no tenía alma ni alas para volar lejos. Pues, el cálido siniestro de una luz, es pura y tan clara como la misma esperanza de ver y sentir en sus propios ojos la luz. Jacinta, la muchacha de ojos claros se hinchó de ver en sus propios ojos la luz. Cuando su amigo, el ejecutivo, se sintió solo y decepcionado por el amor de una americana que conoció en un bar nocturno de la ciudad, la amaba, pero, no era suficiente. Él, la quería a ella, de todas formas y maneras, y hasta logró todo con ella, pues, era supuestamente, como el imán. Y era su mejor compañera de clases y amiga de la infancia. Cuando en el fondo del alma, estaba negra como el agua en lodo. Y era su peor forma de saber que el silencio fue y será la paz interna de su propio corazón maltrecho por la vida misma. Acordaron y firmaron un contrato de modelo de revistas y quiso ser ésa modelo de la vida y fue así. Zucumbió el aire, el viento y el mar y barrió con todo aquello malo de su vida cuando se vió reflejada en un cuadro de horror y de terror cuando sólo se vió sola como la tristeza y la amarga soledad. Cuando se electrizó en el desierto una cantimplora sin abastos ni dolores. Cuando se intensificó más la fuerza en carácter de su propio mundo reflejado de temores y ansiedades. Y fue, cuando el ademán se enfrío como el frío en el cuerpo o como aquella nieve blanca que se hacía caer del cielo. Cuando aquella flor del invierno socavó muy dentro, pero, la vió marchitar lejos, cuando se vió atormentada como aquella flor de invierno marchita como aquel tiempo. Sólo el tiempo fue como lo inesperado del ocaso, cuando cayó la noche más amarga que ella vivió. Cuando solo se sintió el deseo más ambiguo del tiempo. Fue cuando el más terrible de aquellos recuerdos sucumbió en ella. La carta de despedida llegó a sus manos. Fue un terrible momento, tan embarazoso, que ella no lo esperaba así, ni de tal manera, ella, había laborado tanto por todo, que se quedó sin nada. Ella, no lo suponía que fuera despedida a tan temprana labor. Pues, era ella, la morena de ojos claros, tan hermosa como la bella vida. Pero, esa noche fue más la amarga de su existencia y todo porque se había quedado sin parte de lo que había trabajado por mucho tiempo. No hubo sospecha de envidias, o por otros casos de despedida, fue simplemente despedida. No hubo sospechas de aquel hombre, el cual, la había contratado con todo el ímpetu de su vida y del tiempo corto que tenía, no. El dolor fue pasajero, como esa noche amarga de su existencia, pues, era ella, la que fue despedida. Cuando de repente, llega el hombre llamado Pedro, ese hombre que le hizo tanto mal en su vida, pero, que en él ella confiaba. Y se dijo para sí… -“tal vez, los sueños no se hagan realidad, pero, las pesadillas sí que duelen más…”-, y prosiguió a hablar con el hombre Pedro. Cuando se intensificó más la esencia en ser modelo y en ser capaz de laborar en lo que más quería y añoraba la muchacha de ojos verdes. Cuando de pronto, soltó una carcajada Pedro, y dijo que no era para ella la carta de despedida y que leyera el nombre correcto. Y se aclaró todo en esa vil noche.
-“Con el alma negra”-, siempre decía ella, Jacinta. La muchacha de ojos claros, fue la que quiso tener su alma negra, como la misma sola soledad o como el más terrible de las desolaciones. Y quiso ser feliz, pero, nunca halló el amor de un verdadero hombre y ser lebiasna no le quedaba, y todo porque ella era muy femenina, aunque eso no era excusa para ello. Ella, creía en ser a consecuencia de una virtud que no quería ni extrañaba, sino que quería ser tan difícil que jamás halló lo que buscaba: el amor. Era alta, delgada, morena y de ojos claros como la aceituna, cuando triunfó, sólo quiso tener éxito y más éxito. Cuando sólo excavó dentro de sí, una paz indiscutible en percibir lo que por escribir se dió en la vida de ésa muchacha. Cuando sólo se sintió el descenso de un terrible ocaso frío en medio de aquel atardecer en que la felicidad sólo era para aquel quien quisiera ser feliz. Y quiso ser como el cielo abierto de libertades y de lindas pasiones como aquel flavo color del ocaso frío. Y socavó muy dentro de sí, el frío nefasto por el delirio de éste invierno como el infierno del color vislumbrante como el mismo flavo color. Y se fue como el tiempo, viendo el atardecer cuando por laborar tuvo tiempo de observar el ocaso frío de un desierto en numen. Y quiso volar, pues, su rumbo quiso la dirección correcta. Cuando se electrizó el todo en un sólo mal, cuando quiso ser como ese ave que vuela en un sólo jamás. Y, ¿lo logró?, pues, sí, quiso ser entregada como toda tormenta que no se lamenta en un cielo tan gris. Y, Pedro, ¿qué fue de ése hombre que la acogió por tanto y que le dió labor como modelo?. Pues, una noche fría y desolada, le inquirió amor, pasión, desnudez y ardiente calor. Cuando en esa noche clandestina, le contó toda su historia. Fascinada con la vida y en conformarse con ser amante y nada más, le ofreció todo a ése hombre que cuando apenas fue niña hicieron un pacto de que, “nunca dejaría de soñar con la realidad”. Y sí, que así fue, soñó tanto que se hizo tan real como la vida misma. Y quiso ser como toda profesional, pero, al fin y al cabo, se quedó sin nada de una noche a la mañana. Cuando el amor sólo jugaba a ser pasión y sin más nada. Quiso ser como el cielo, como el mismo derroche de las noches con amor. Sintiendo el desastre en amar lo que fue, fue como el diestro desenlace de amar de lo que fue cuando amó con el corazón y entregó a su alma, destrozando a su cuerpo sin un alma feliz. Cuando se fue con el cielo en tormenta, de una lluvia que no fue pasajera, pues, sus ojos lloraban la pena y el sufrimiento de haberse entregado a un hombre sin casarse. Cuando el tiempo dibujó un corazón en la piel, desafiando lo que quiso en el coraje de amar. Después de tanto amar sólo quedó un desafío, tan frío como la nieve de ese invierno que cruzaba cuando apenas se sintió el desafío de amar. -“Con el alma negra”-, siempre se decía ella, Jacinta. Se electrizó el cesar el amor, cuando él tenía, asuntos en silencios qué trabajar. Ella, se sintió con el alma negra, cuando después de intensificar toda pasión, llegó la sola soledad, y la triste desolación entre un camino angosto. Desde que el silencio llegó como hoja al viento en un otoño el cual nunca lo vió llegar. Desde que el silencio quiso ser como la sola soledad cuando se abrió el camino en oscura desesperación. Y fue ella la muchacha de ojos claros como el lago o como el mar, que se quedó sola y sin el amor de un hombre. Cuando en la mañana quedó como el amanecer sin el sol. Cuando vió la lluvia caer del cielo. Cuando su amante, quiso ser como la jaula de su cautiverio, cuando se vió atrapada y aprisionada en su propia sola soledad. Cuando se dió el amor en pasiones crudas de tiempos solos. Cuando se dió el silencio en manos de amores sin ser legítimos. Y cayó el dolor, cuando sólo en el corazón se amó con ilusión de amar a un hombre. Cuando se dejó caer el atardecer dentro de la furia de un corazón casi real cuando amó a un hombre casado con una americana. Y se fundió el deseo de amar lo que fue, cuando logró arribar lo que sucedió. Un amor sin calma, sin deseos ni ansiedades. Que destrozó la manera de amar, cuando se olvidó de esa morena de ojos verdes, y la dejó como a la luna sola y en soledad. Cuando se fundió el deseo de vivir con el alma negra en tiempo y espacio por una triste soledad que acabó con su alegre vida. Y era ella, la morena de ojos verdes, la que nunca quiso ser el sueño real, pues, lo que vivió junto a ése hombre sólo quiso ser como el sueño irreal, no fue un sueño sino una pesadilla que creció como la hiedra mojada en las piedras secas de algún río. Pues, era ella, la de ojos verdes, la que tenía una mirada de esperanza como la que hoy se lanza, y todo porque ella era una reconocida modelo y como tal era ella. Y no dejó nunca que su belleza, ni su alegría le tuvieran miedo. Gratinó tanto en la dureza de ser ella, como una chica fabulosa y tranquila. Se identificó tanto en su labor como modelo, que no quiso ser más que ella misma. Quiso ser exactamente impetuosa como el sol en el día. Cuando llegó a ser como la luna a medianoche y la luz en la madrugada. Cuando quiso ser el viento que barre todo a su alrededor. Y triunfó como toda modelo de la pasarela, de la finura y de la elegancia. Cuando se sintió el amor en camisas ajenas. Cuando el amor advirtió peligro, soledad, amor, incomprensión. Y en la amarga soledad se da un sólo tiempo. Cuando logra enaltecer lo que se da por amor. Un tiempo en que sólo el cariño es como la tempestad que viene sin avisos ni muchos menos con pronósticos. Es el amor que crece como la espuma de todo mar bravío. Como el dulce que empalaga o como la caña de azúcar. Es como el néctar que da sabor en los labios. Y ella lo sabía, que era bella y hermosa para la mirada de cualquier hombre. Cuando sabes que el delirio es como el frío o como el interior de un solo corazón. Cuando se entregó en cuerpo y alma lo que fue el amor. Gritando lo que nunca, un cálido te amo a aquél llamado hombre que más amaba tanto. Y un triste soslayo en un tiempo donde el amor no reinó. Aunque el deseo se convirtió en un pasaje de ida y no de vuelta. Y cayó en un hechizo por donde la magia se volvió realidad. Y supo que los cuentos no existen y que sólo el tiempo es como soñar con la realidad y nunca ver lo falso que a veces la vida depara. Cuando quiso ser aciaga la herida más cruel, pero, sanó en cuestión de un sólo segundo. Y fue ella la muchacha, la morena de ojos verdes, que quiso ver el cielo de azul y lo halló de gris tormenta. Cuando sólo el viento fue como el roce de una nueva piel y atrajo lo que nunca en un sólo cuerpo con el deseo de ser intocable como ese viento.
“Con el alma negra”, se decía ella siempre, Jacinta. Teniendo en cuenta, que el universo siempre dispone y que ella oprimía el anhelo en ser lo que quería ser. Si era una modelo y de la talla de ella, no reconocería a nadie más. Nunca más se debería de entregar el cuerpo y alma al amor, sino abastecer el cuerpo en un torrente de aguaceros tibios para sumergir dentro hasta no poder respirar. Y era ella, la modelo de ojos verdes, la que nunca debió de haber amado sin amor legítimo. Y era un espurio deseo el que se atrevió a enfrentar, cuando amó a consecuencia de la verdad. Cuando se alteró el tiempo y del amor a cuestas de una sola relación. Y entregó el alma sin luz, sin reflejos ni salvación. Y era ella, Doña Jacinta, como la llamaban en el vecindario. Y era ella y Pedro. Que se amaban sin importar nada. Y, era la más cálida aventura amarse en poco tiempo, como todos los amantes. Y era Jacinta, la que quiso ser como el mundo incapaz de ver por los ojos la realidad. Pero, él le había hecho un pacto de niños, que siempre soñara con la realidad. Y se fue sí, por el tiempo y por el momento, sin electrizar el instante en que se debió de amarrar la pura pasión en el mismo corazón. Y era el invierno más frío a consecuencia de la verdad, cuando tenía que esperar por el deceso de ese invierno para poder, otra vez, ver al hombre que ella amaba sí. Cuando quiso ser como la flor, crecer con el tiempo, y ser marchita después, pero, se acordó de que estaba en invierno y ni así quiso ser como la nieve, sino como la primavera. Y amó desnuda e hizo un conjuro de amar a ese hombre a pesar de la limitación que sentía.
Continuará…………………………………………………………………...
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de octubre de 2019 a las 00:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 40
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