Farola

Huginn


AVISO DE AUSENCIA DE Huginn
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Y ahí estaba, apenas iluminada por la farola del callejón, su pelo negro acariciaba sutilmente su rostro, un mechón perfecto escondiendo uno de sus bellos topacios café.

Sus perfectos labios de color rojo intenso, sosteniendo un cigarrillo encendido, chupando su vida con cada jalón, en mi mente un morbo repentino pasó, despidiendo  sensualmente el humo sin mucha fuerza, sin prisa.

Solamente la miraba a los lejos, con mis ojos fijos como un depredador, mi cigarrillo a media vida ayudaba a controlar la tentación, su bella silueta haciendo juego con las sombras apenas se notaban sus curvas  perfectas, cubiertas con su sensual ropa negra, miraba sus hermosas piernas despampanantes, cubiertas con un candente pantalón de cuero negro, se veía tan fuerte, tan ruda, tan ardiente.

Mi mente divagaba por momentos, pensando que sería bajar el zipper de si pantalón, descubriendo sus sensuales nalgas y talvez una braga negra o roja, que deseos de acercarme a ella, tomar su perfecto cuerpo y estrellarlo contra el mío, que sintiera mi pene erecto, deseoso de ser introducido con fuerza, hasta que sintiera en tope de su vagina. - Divagué, por un momento. -

Era tan perfecta, con solo estar ahí, me imaginaba que clase de brasier llevaba, ¿sería fino o de encaje?, ¿sería negro o rojo?, Me imaginaba esos bellos pechos, con unos perfectos pezones color caramelo, pensaba que sería lamerlos como un niño con dulces sin tutela, poder morderlos con mucho deseo, chuparlos con locura como si pudiera darme licor de ellos, me imaginaba su cara excitada,  deseando que bajara a su vagina, me la imaginaba tan clara, quería tener su sabor, lamer su clítoris, chupar y chupar como si no hubiera un sol, introduciendo mi lengua robando su aliento. - Nuevamente, divagué. -

Ya no podía contenerme, cinco cigarrillos en el suelo yacían muertos, testigos de mis oscuros deseos, la noche era joven y yo deseaba su cuerpo, sus topacios fijos en mí en todo momento, ahí me di cuenta que no era yo el cazador si no la presa, una leve sonrisa de maliciosas intenciones se apreciaba, tiré mi cigarrillo al suelo empecé mi camino hacia ella, así fue cómo empezó todo, locura, pasión, celos, destrucción y mucho sexo...

Era la muerte y la vida, una perra en la cama y una dama en la calle, solamente con estar cerca me ponía erecto, como un animal salvaje queriendo devorarla, su cara excitada y mis manos es su cuello, solía agarrar su largo cabello con firmeza, como si montara un carruaje con caballos desbocados, me decía que le diera duro, que quería todo adentro.

Así empezamos con esta retorcida y enferma relación, de lujuria, sexo y alcohol. Un erotismo a diario, una película pornográfica sin cámaras, solamente ella y yo.

Otra noche cae en el callejón y nuevamente ella, recostada en la farola con un mechón de cabello en su ojo y un cigarrillo en su boca, esperaba que terminara mis cinco cigarrillos, para empezar nuestro camino a ese secreto cuarto donde no había tiempo, donde dábamos el alma, donde fornicamos sin control...

Nuestro oscuro secreto, que solamente sabíamos ella, la farola y yo.

  • Autor: Huginn (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de octubre de 2019 a las 00:10
  • Categoría: Erótico
  • Lecturas: 32
  • Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais
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