Es el silencio que hace distancia entre la luna y yo.
Los grillos deciden hacerme compañía,
y decido contarles lo que pasa en mí,
tontería absoluta, pues se empiezan a burlar.
La frigidéz de la noche asesinó mis fantasías
y me vomitó con su relieve luminoso, un paisaje inolvidable.
Bethoveen de repente recuperó su sentido auditivo,
y como un pellizco en el culo,
me monté sobre los hombros de mi vulnerabilidad.
Me concebí frágil
con el pecho tan abierto,
que me desconocí.
Tan expuesta.
Tan temerosa.
Como un arete largo columpiándose con el pretexto de tocar un cuello.
Y convertirme en un vello erizado, para nacer de tu piel.
Y preguntarme si la eternidad
es un instante o es una burla.
Ni el alcohol, ni los hombres me duran.
Por eso no los prefiero. Ya no los tolero.
Me convertí en la bohemia esencia de la soledad
pero no busco nada en ella.
Me hice un té.
Y la melancolía me encamino a soltar
una risa espontánea que nace desde la incapacidad de comprender
que las visitas, solo son eso. Visitas.
Visitas que observan mi mundana geografía,
y se disfrazan de pretenciosos turistas interesados,
ignorantes de la riqueza del clima de estas tierras.
Dicen amar la lluvia, y la piden.
Imploran la lluvia de mi país persona.
Pero cuando lluevo para ellos,
corren.
Pues, no saben qué hacer con ella.
- Autor: Nadia Almazán (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 23 de octubre de 2019 a las 00:56
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 54
- Usuarios favoritos de este poema: Ma. Gloria Carreón Zapata.
Comentarios1
Sencillamente hermoso. Qué placer poder disfrutar de tus letras, estimada Nadia.
Saludos cordiales a la distancia.
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