**~Novela Corta - Con el Alma Negra - Parte III~**

Zoraya M. Rodríguez

Y era Jacinta, la del alma negra. La que nunca quiso ser una flor marchita, pues, la vida le había dado más que buenos momentos. Y en ese bar, Pedro, le cuenta todo, que se tiene que ir de viaje muy lejos del país. Ella, la otra, siempre la otra, quedó maltrecha, con dolor irreversible sin más que el mismo punto a seguir sin más que la consecuencia de haber amado con pasión y dejado muy claro que era ella, la del alma negra, Jacinta. Y Doña Jacinta, en su vecindario, en soledad, hablando entre dientes en desolación y retraída, sólo quiso saber una cosa: ¿por qué el amor nunca llegó a ella?. Y se preguntó lo que nunca debía de haber preguntado, pues, era ella, Doña Jacinta, la que se quedó huérfana de amor y sin un sostén en la maldita vida para con ella siempre. Siempre se llenó de emociones cuando amaba a Pedro, pues, era el hombre que quería. Y nunca se enamoró de otro, pues, ese amor se da una sola vez en la vida. Es como atreverse a desafiar el mundo, el carácter de ver en la vida, lo que deparó el instante de amar a consecuencia de la fría verdad sin importar qué espera el destino sin un amor. Y fue ella, Jacinta, la que quiso ser como el sol, pero, no brilló como se esperaba, sino que la lluvia palpó todo en derredor y cubrió el suelo lleno de suciedad y quiso ser como el manantial o como el cristal o como un espejo por donde se mira el rostro lleno de lágrimas y sin un sólo consuelo del dolor vivo en el alma, sí, y con en el alma negra. Y era, ella Jacinta, la que quiso ser como el mismo cielo, pero, quedó como las tinieblas frías y negras de la noche fría y densa sin sentir el calor en los brazos de un sólo hombre que la amara tanto. Y seguía pensando, ella Jacinta, en aquel bar cercano a la empresa mientras que Pedro le hablaba. Y era ella, la ramera, la otra, la fornicadora, la infiel, la querida, la mujerzuela, o la p… Se quedó pensativa, mientras pensaba, en qué era para aquél hombre que la amaba tanto. Y qué quería ser cuando regresara del viaje, si continuaba la vida secreta que llevaba con él, o cambiar la vida, la historia y más la consecuencia de haber vivido así. Se llenó de dolor y de un sufrimiento como el del color de esa alma negra, que apenas todavía se sentía como niña. Cuando se debía de entregar el alma pura, como el del color del cristal, sin lodo, pero, yá tenía el alma sucia, devastada y destruida donde dejó huellas casi infructuosas. Cuando se sintió en desolación en aquella casa vieja donde residía. Cuando se sintió en destrozo, lo que debía de ser como el desenlace mayor, entre una cosa y otra. Pero, fue así, como el alma negra, como aquellas gaviotas tristes y calladas que vió en aquel lago de la ciudad, pero, sucumbió en un sólo instante ser callada como ellas, a ver qué cambios tenía la vida para con ella sin reparos de inexistencia vivida. Cuando sucumbió en un sólo trance, en un sólo percance, y sí, cuando amanece, y se vé el sol, pero, qué sol, ni los ojos lograban ver. Cuando era lluvia y no pasajera, sino que el viento quiso ser como el mismo roce en la misma piel. Pero, era lluvia y en aguaceros fuertes. Y sin ser como era ella antes, si había perdido su alma, su fuerza y su voluntad. No quiso ser en más, sino que perpetró una osadía de ver el cielo en sus propios ojos, y creció como toda modelo, y creció su éxito y más creció como toda dama de la pasarela. Y él, Pedro, la ayudó siempre, pues, era su conveniencia. Cuando quiso ser como el ave, o como el mismo sol, pero, perpetró como un mismo antónimo del amor, el dolor, y el sufrimiento, de aquel momento cuando quiso ser como el cielo mismo sin sol y, sí, con lluvia. Cuando se llenó de dolor el mismo cielo, cuando se electrizó su manera de ver esa lluvia tan dolorosa y más en la misma piel. Cuando se volvió presente en el camino esa lluvia de sensaciones pasajeras como el mismo corazón un sólo latido. Cuando se debió de entretejer lo sabio de un sólo deseo. Cuando se llenó de dolor un solo corazón, pues, el instante se llevó a cabo, cuando el dolor llenó a su terrible camino. Y yá poseía a su alma negra, pues, el tiempo socavó muy dentro de ella misma. Y era ella, Doña Jacinta, la que un día se preparó a pasar por la pasarela más importante del mundo. Cuando se llenó el instante de saber que el destino es fuerte como el alma sin ser tan negra como aquel dolor que ella sentía dentro de sí. Cuando se dedicó a ser lo que siempre sería, una modelo de revistas. Y se sintió como nunca. Nunca en la vida un alma tan negra como aquel dolor de quedar sola en la vida cotidiana. Se electrizó como aquel dolor en la pasarela, difundió porte, esfuerzo y elegancia, y, más aún, difundió seriedad en la vida. Supo que aunque la vida pasa de largo, la vida queda y todo se vá con la muerte al morir. Y que todos vamos al sepulcro por mandato de Dios y sin poder llevarnos nada a la fosa. Ella, difundió el buen porte, la elegancia, y más aún esa seriedad que le caracteriza, siempre a las modelos de pasarela. No estaba harta de esa labor, sino que llevaba consigo bastante altura, elegancia y el gran porte que la distinguía a ella siempre. Y era ella Jacinta, la del alma negra. La que siempre supo que la vida es una como el abrir y cerrar de ojos. Que tarde y que temprano, había de decidir y tenía la libertad de escoger entre la verdad o la falsedad de su propia vida, que estaba a punto de colapsar, cuando Pedro, le indica que hizo un negocio turbio entre el extranjero y la compañía, y que la compañía lo despidió a él cuando apenas comenzaba a salir airoso entre la empresa y ese fraudulento negocio. Jacinta y él, Pedro se ven en un dilema real. Cuando de la noche a la mañana se quedan sin nada. Se convierten en un sistema cruel en crear una empresa solidaria, para que Jacinta no quedara sin trabajo, pero, no fue mucha la ayuda, sino que la empresa no duró y se fue a pique todo lo que habían logrado. 

 

Jacinta, la muchacha morena de ojos verdes, quiso ser como el cielo, o como el mismo deseo, cuando se atrevió a ser como el aire, o como el mismo viento que socava muy adentro de la misma piel. Cuando se llenó de ambigüedades, de sorpresas, de extrañas sensaciones, y de dolores inconclusos. Pero, ella, Jacinta, había laborado mucho y ahorrado para tener una vida de tiempo y de cálido desenlace. Y había obtenido un reconocimiento nacional e internacional en su labor como modelo de revistas y de pasarelas. No tenía nada que perder, sino que ganó tiempo, amor y dolor, a consecuencia de ser la otra en la vida de Pedro. Compró una casa humilde, en las afueras de la ciudad, cuando Pedro, también la acompaña en su triunfo y éxito en la vida misma. Él, iba y venía a la casa de ella, como amante de ocasión, como amigos y más como el amor puro como el de la adolescencia. Cuando el amor camina, por el rumbo hacia la verdadera existencia. Y se intensificó el camino lleno de bondad, y de paciencia, de amor por las tardes en esa casita llena del nido de amor, entre ella y Pedro. Se ríe la vida, por el amor verdadero y real que les otorga la vida, pues, el amor se da una vez en la vida como dicen por ahí. Y se demostró el cariño y más aún el amor en cada caricia, en cada roce de la piel misma, como el éxito en la vida misma. Conoce a Juanito, un muchacho de vecindad, tímido, pero, bueno de corazón. Cuando su amistad con el muchacho, crece como la espuma del mar. Es un joven de la vecindad el que le hace mandados al vecindario. Cuando se altera el vicio de ser su confidente y, nada más, que en un solo secreto. Continuaba la vida, el tormento, y el trabajo, y el amor por las tardes cuando llegaba Pedro a la casa de ella, de Jacinta. 

 

Y era ella, Jacinta, la que nunca dudaba de ella misma. Aunque era mejor dudar y ser más fuerte de lo que creía en ser. Y era ella, Jacinta, la del alma negra, la que tenía impurezas desde sus adentros y frialdad en el mismo corazón. Y se fue por el camino perdido cuando quiso entregar el corazón a un sólo corazón, y era el corazón de la vida y no al de Pedro. Si quería ser más grande y tan inmensa como la misma felicidad, pero, quedó en un sólo tiempo sin sol ni luna, en plena oscura soledad cuando llegó su adultez más profunda. Era sólo ver el sol o la luna, pero, nunca se dedicó en ser la fuerza en la propia luz. Cuando se electrizó el saber de una sola cosa, y era poder sentir y ver el universo en un sólo beso tan mágico como en aquellos cuentos en que no creía sino en la realidad. .“Que nunca dejara de soñar con la realidad”, se recordaba ella, del pacto entre Pedro y ella, Jacinta. Doña Jacinta, la tinta imborrable de su corazón y la marca por la vida quedó por siempre en su corazón. Fue como nunca perecer en el alma, un alma tan negra como el tiempo, o como el universo dentro del único corazón. Cuando sólo sospechaba en algo y era en su eternidad que pronto llegaría a ser como el boleto de ida sin regreso hacia la muerte sin poder regresar más a la vida. Era como soportar la luz entre los ojos, y sentir el silencio entre lo que más miraba en el mundo. Era como sonreír y poder ver el llanto en sus ojos y todo por el amor de Pedro. Cuando se acerca el horizonte del mismo cielo, cuando ocurre el sólo tiempo en crecer la manera de ver el cielo, cuando se siente aquí la más pura verdad, cuando se sabe que el cielo es verdad y realidad, era como poder soñar con la realidad, como él, Pedro, le había pactado. Era un sólo deseo, de esos que se creen en tiempo y espacio, como el mismo universo que clandestinamente se siente en los ojos al ver las estrellas y el vacío en el mismo lugar. Fue como derrumbar el cielo y el mundo en un sólo instante. Cuando llegó la despedida de su amor, Pedro, cuando se fue de la manera de ver el cielo tan oscuro como las nieblas negras o más como su alma negra tan vil como las mil veces que le expresó un sólo te amo a Pedro. Y se sintió todo, como tan irrazonable, cuando se fue Pedro de su vida, pues, su esposa, lo atrapó con el divorcio y con un matrimonio estable. Y, Pedro, se decidió por su esposa, en la más real y no en la otra de su vida. Era sólo un tiempo, un ocaso tan frío o como la noche oscura que se avecinaba en llegar. Y era ella, Jacinta, la del alma negra. La que nunca se sintió más ni menos, ni mucho más de un sólo desnudo, al quedarse sin nada de la noche a la mañana. Cuando se sintió tan amarga como la misma soledad, en el alma negra. Cuando se siente en el alma un desafío tan oscuro como la nieve que se sentía en el alma y más en su propio camino. Se sintió con el alma negra, como el frío de esa nieve que penetraba en su propio camino. Cuando se sintió el amor en el corazón, pero subyuga en el yugo del mismo infierno. Cuando se sintió el desastre dentro del corazón. Cuando en el alma se debió de amar bajo el capricho de la misma pasión. Cuando ocurre el desánimo de ver en el corage de percibir el instante de amar lo que se avecina. Cuando se entrega en el camino, la luz condescendiente de amar bajo el perjurio de amar bajo el nombre del mismo latido en el corazón. Y era ella, Jacinta, la que una vez amó intensamente, como el más noble de los sentidos, cuando se amó incorrectamente. Cuando se amó más en el camino, de amar lo que auguró el destino sin clandestina fuerza. La que hoy se lanza como el capricho de amar lo que fue y que quedó en el amor y más en el alma tan negra como las nieblas oscuras de ese cielo. Cuando se cree en el alma tan negra como el universo tan real. Pero, quedó sólo el destino, y en el camino una sensación de esas como en el alma una sóla percepción. Cuando ocurrió  en el alma, una sola discreción, y en el alma un sólo dolor. Cuando se dió lo que se siente, cuando se amó intensamente, pero ella, creía que el amor era para siempre. Cuando se creció el amor en el alma, cuando en el camino se llenó de lodo. Cuando se cree que se siente el desastre de haber vivido sin un amor verdadero. Cuando se sabe que el delirio se enfrenta al coraje de amar sin un sólo amor. Destruyendo el osado destino en el corazón. Cuando se siente el amor en cada pedazo del instinto del alma negra y del dolor en el corazón. Y se siente aquí como un dulce que no empalaga en el viento, como el instinto de salvaguardar el destino sin poder morir. Cuando se sintió aquí el deseo de embriagar el corazón con un alcohol donde se puede ver y sentir la manera de ver el sol en un sólo instante de que se ama en verdad. Pero, es real como la vida misma. Cuando soñar con la realidad, es de todos como la misma vida en verdad. Como sólo él, Pedro, le decía y le hacía sentir. Cuando se supo que el amor es de todos por igual, menos para ella, Jacinta, creyó que el amor era como el vicio o el mal hábito en dejar o continuar. Sólo se sentía mal, como el mismo dolor. Era como saber del silencio, y amar lo que dejó el sentimiento. Cuando se dejó de amar en salvedad.                                       


Continuará……………………………………………………………………………..

 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Online Online)
  • Publicado: 24 de octubre de 2019 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 47
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