**~Novela Corta - Con el Alma Negra - Parte IV~**

Zoraya M. Rodríguez

Otras empresas le ofrecen labor, pues, era la mejor más pagada del invierno azul como se llamaba así el equinoccio. Cuando de repente, ella, sorprende a todos, con un vestido suelto de una marca reconocida que deseaba que su colección se vendiera en esa temporada allí, y, sí, que lo logró. Jacinta, era la modelo más rica en cuanto a sabiduría, a clase, y a inteligencia y con una buena experiencia modelando con distinción, elegancia, y con seriedad. Lo que más le caracteriza, pues, su cara delgada y más su cuerpo casi enclenque le permitía modelar con facilidad esos atuendos. -“¡Jacinta, ay, Jacinta!”-, se decía ella. Era una muchacha buena de corazón y muy abierto, de sentimiento puro y noble, ¿quién no se enamora de una muchacha así?, era esbelta, toda una beldad de la belleza en pasarela, morena y de ojos verdes. Y quiso ser y soñar con la realidad, siempre en realidad o sino era, -“fantasía o mentiras vividas”-, se decía ella siempre. Y con esos ojazos enamoró a muchos, pero, ellos le temían a una mujer así, con redoble carácter, con fuerza de espíritu, y con un doble sentido en la vida. Y no era para morirse de la risa, sino que quiso todo lo que vida le había otorgado. Y fue más de lo que quiso y triunfó con total éxito que se llamó Jacinta, la del alma negra. Cuando en una entrevista le preguntan ésta pregunta: -“Y, señorita, ¿y porqué el ama negra tan bella y hermosa y que posea un alma negra?”-, ella vivaz como la tormenta, o como el pecado sin sospechar y dijo y cito, -“Con el alma negra llena de ambiciones y de emociones, buscando siempre lo que vá en contra de todo, es mi alma negra como los ancestros de mis pasados, es mi alma negra”-, y todo mundo le aplaude en el centro más concurrido de la plaza, donde se efectuaba dicha colección del invierno azul. Como se sabe que ella, siempre tan seria como es la vida, como la vida se lo permitía, así era ella, la morena de ojos verdes como la aceituna. Y era, ella, la que guardaba en un recóndito lugar de su pobre corazón a Pedro, su amor inmenso. Y sí, que pensaba en él, en su afán de hallar una solución a ese dilema que le atormentaba. Pues, ¿era ella, más o menos que su esposa?, aunque por lo legal le corresponde todo, de él, y con ese papel nada más firmado entre ambos lo tenía atado y atrapado y con un matrimonio casi tan real como lo estable, sin importar cuántas relaciones habría tenido extramaritales. Y fue así, como la hoja al viento y la muchacha voló lejos, y con su alma negra, como el tiempo en ocaso y tan frío como esa nieve fría. Pero, interrumpió en algo, su manera de amar cuando sólo quiso entregarse nuevamente, pero, destruyó el alma como consecuencia de una virtud casi exacta, y fue la entrega última y ella lo sabía, que era como el ave sin poder volar sino era en los brazos del hombre que ella amaba, con tanta vehemencia y pasión. Pero, quedó sola y como aquella soledad que le esperaba, cuando se quedó sin nada, sin sol ni luna que le alumbrara la vida ni el éxito continúo por ser aquella modelo de revistas y de pasarela. Y, -“con el alma negra”-, siempre se decía ella, la morena de ojos verdes como la aceituna, pero, algo pasó con el hombre; Pedro, quedó impotente de su miembro. Yá se había venir eso, ella lo sentía flácido y sin ganas de amar. Cuando yá habían pasado siete años desde aquella despedida, pero, él, en las tardes se atrevía a desafiar y a visitar a su amor. Y de vez en cuando se tomaba un café y un té para disimular las habladurías entre los vecinos. Y sí, se fue como la oruga llega a convertirse en mariposa, y voló lejos de ella como la mariposa sabe hacer. Cuando se dice que ella la morena de ojos verdes, se quedó como la misma voz callada, como aquellas gaviotas de un atardecer solo y sin compañía. Y quiso ser como la flor que aunque marchita da todo su olor, pero, se le olvidó que tenía espinas fuertes como la vida misma para con ella, y que dolían sí, si en verdad duelen como espadas filosas en el alma negra y tan misma. Que adentro del comienzo se percibía un instante en que sólo el tiempo era aliado de ella sola. -“¿Cómo comenzar desde cero?”-, se decía ella. Cuando se escucha decir que en el verano, venía un coleccionista a laborar de una famosa colección de verano frío y que le interesaba participar, pues, como modelo de pasarelas y de revistas, de las más envidiada revista de la temporada. Y fue ella a inscribirse para laborar como modelo. Y fue ella que quiso ser como el mismo sol, y brillar como toda estrella de la vida y más del cielo mismo. Fue cuando quiso ser como la lluvia, como en el cielo cae la eterna lluvia. En destrozar lo que quiso ser ella, una más, en la vida de Pedro, lo vé salir con otra y se dice ella, -“qué suerte tiene la vida”-, cuando no se encendió en celos ni envidias y todo porque ella sabía quién era en la vida de ése hombre que ella amaba tanto. Y fue como el tiempo, o como el deseo, o como el amor a primera vista. Pero, quedó mirando el deseo de amar lo que fue. Cuando quedó el abismo tan frío como el desierto en el alma. Y amó sin consecuencias ni amores inconclusos, cuando se debió de enaltecer el alma tan cruda como poder vivir en carne viva, y sentir la herida más punzante que en el alma negra se siente y se percibe desde que él se fue con otras mujeres buscando la pasión que ella le embriagaba, pero, nunca logró hallar a otra mujer con el ardiente calor, entre sus brazos. Y fue su único amor, el amor que nunca dejó de ver en el cielo, como el corazón nadando entre las nubes. Pero, quedó sola y en eterna soledad de desolaciones sin finalizar. Y todo porque el amor irrumpió en el deseo de amar de nuevo. Nunca más vió a ningún hombre con ojos de pasiones y de la lujuria que inventa el amor para entregarse en cuerpo y alma, como ella con Pedro. Se sintió con desganas de vivir, cayó en una profunda depresión, cuando se sintió como una paloma con alas mojadas y tratando de volar quedó así en el mismo suelo. Y quedó como las ganas de vivir en el tiempo. Cuando quiso entregar el tiempo y en el alma. Una cruel osadía, en pertenecer al mismo instante de amar en lo que crece. Y fue la advertencia de saber que el silencio se da como pasaje de un boleto hacia la eterna eternidad y hacia el inmenso cielo por donde se pasea el más débil de las aves, sin poder alzar su vuelo hacia la cúpula o cúspide, hasta por donde el amor quizás lo llega alcanzar. Y quedó como un desierto mágico, cuando quiso entregar cuerpo y alma. Y sucumbió en un sólo trance, de amar a consecuencia de amar lo que fue, y fue su manera de ver el cielo de gris tormenta.     

Cuando amó más y más, y más en la vida de soltera hacia una adultez que la dejaría en plena soledad. Y era ella, Jacinta, la de tinta imborrable como su alma negra. Cuando crece el amor en el interior, pero, ¿qué interior?, indagaba ella. Si el alma no tenía más que luz, sino fuerzas en el interior. Como que el deseo se desvive de temores, tan cierto como el alma negra. Como el alma negra que se desviste de ansiedades, cuando se vuelve la piel tan desnuda como ella misma. Como el mismo color del alma negra. Cuando se dió el paraíso, dentro del universo, como que con un sólo beso se dió la magia de devorar el mismo suelo por donde se resbala la vida misma o como la misma lluvia. Que por dentro del temor se debe la ansiedad de mirar en el rostro, cuando se debe de saber que el deseo se desvive de ansiedades tenues. Como la misma ansiedad de obtener lo que el mundo sabe, que el delirio se cuece como el alma negra dentro del mismo cuerpo. Y es la más rica ansiedad la que se desvive de tormento y de estrés cuando se destruye el tormento de amar lo que fue. Cuando se da la misma ansiedad de amar lo que fue. Cuando se da el mismo reflector de la luz de la vida y más del alma tan fría como aquella alma negra. Cuando se da la cosecha de un a buena vid, pero, queda en más que el mismo tiempo. Cuando queda como el mismo deseo de amar lo que fue. Un sólo tiempo. Un sólo deseo. Una sola calma. Cuando se queda en el unísono de una misma sola voz. Y es el alma tan negra como esa misma ansiedad. Cuando se cree que fue tan irreal como el mismo tiempo. En que se dió la misma destreza en amar lo que habilidad se siente en el corazón tan frío y desolado. Cuando se siente el camino tan irreal, y tan osado como el mismo tiempo. Cuando se crea la misma fantasía, de obtener en el corazón una idea fabulosa en amar lo que fue en el destino crudo de ansiedad tan salvaje. Y fue ella, Jacinta, la del alma negra, la que nunca se debió de enfrentar al amor, pues, aunque no estaba para ella, el sol destruyó en buena lid todo a su alrededor. Fue como una mentira tan irreal, que se quedó con la desilusión a cuestas de la sola soledad. Cuando el triunfo cayó en manos de la soledad, y de la ambigüedad, cuando sólo el deseo se convirtió en una sola percepción. Y temió por su corazón cuando el amor nunca regresó a ella, pues, el amor sólo derribó lo que tenía en su interior. Fue como saber que el destino es el camino frío, desolado, y triste de amar sin un amor real, sin el amor de un hombre en la casa. Y fue como la más adyacente virtud en que se dió el paraíso, en lo que hizo su mundo, su triunfo y su único desenlace de amar lo que pasó en el mañana: la sola soledad. Cuando se cansó y se hartó de dar el corazón fue cuando el ámbito de su profesión lo quiso así. Fue el éxito o el triunfo. Cuando quiso en ser como lo que fue. Una exacta sensación de un sólo por qué, cuando se debió de entretejer la telaraña, en una sola dirección. Cuando en el alma se abastece de una calma irracional. Cuando se cree único el corazón, cuando se debe de enfríar el tormento de una manera de ver el color del amor. Cuando el universo se derrite de ternura y de pasiones ardientes. Cuando se cree que el juego del amor, es como la pieza del ajedrez que no da un jaque-mate. Cuando termina el juego del amor, ¡no, no, y no!, él, continuó buscando aquello que quería era su amor, no era sexo, pues, tenía impotencias con su miembro, yá. Sólo esperó por un tiempo, en que el amor, construyera o destruyera todo. Como el tormento y como el desánimo en ver en el cielo lo que ocurre el desastre en ver lo que acontece. Cuando se dió la manera más vil, de entretener a consecuencia de amar lo que se dió un sólo amor como el más hostil del invierno, aunque haya sido verano. Y fue ella, la del alma negra, Jacinta. La que nunca obtuvo un amor decente, sino que el desierto se obtuvo en el numen imaginativo. Cuando siempre y cuando el amor se llenó de tal manera, que en el corazón se sentía como la misma soledad. Cuando se amó intensamente, cuando se electrizó la manera tan vil como tan mil aquellas formas de amar entre ella y Pedro. Pero, se quedó tan fría como el puro hielo en la piel. Cuando se sintió el frío en la misma ternura de amar lo que creció allí: un amor tan verdadero. Cuando se sintió el amor en cada palabra y en cada te amo tan cálido. Cuando se sintió el sólo deseo. Cuando en el alma sucumbió una sóla fantasía cuando sin poder ver en el cielo la luz. Pero, no, no era la realidad, como ella soñaba siempre con la pura realidad, cuando aquella situación se debió de querer amar con la situación indeleble, pero todo se borró de la realidad. Cuando se cansó de ver en el cielo aquella luz, que sólo socavó muy dentro de sí. Cuando se quiere amar con la misma ansiedad y el mismo estrés. Cuando sólo llegó al fin de aquella tragedia o vil comedia. Cuando se quedó sin laborar por mucho tiempo. Ella, había ahorrado bastante, pues, en la vida hay que tener ímpetu de valerse por sí mismo. Cuando se siente en el alma una frustración sin calma. Cuando en el alma negra se veía lo lóbrego, la distancia como la presencia o como la ausencia de ése amor. Cuando se torna pesada la ansiedad que por amar y se quedó mi alma sin luz. 

 

Teniendo en cuenta en un solo soplo del silbido de mi boca llamando tu nombre, Pedro. Sí, Pedro, Pedro, Pedro. Pedro, era mi amor, y mi pasión desnuda, cuando quise ser ésa la que despertaba en tí el sueño hecho realidad. Cuando quise ser la pesadilla sin poder ser real, pero, soñaba siempre con la realidad, que tú no eras mi tiempo ni mi buen pasado, cuando oscureció el tiempo y la sola soledad, en que el invierno socavó muy adentro de la misma piel. Cuando en el ambiente creí que el azul del mar era el del mismo cielo. Pero, no, no, eran cosas diferentes que la vida misma me hizo en creer más. Cuando en el tiempo sólo esperé por amar a mi propio tiempo. Cuando mi alma se llenó de tanto color de negro, como aquellas tinieblas tan frías como el ocaso frío en flavo color que llegó a mi vida esperando la noche fría y tan condescendiente. Sólo busqué lo que tenía que hallar: un amor real. Pero, nunca logré lo que una dama prefería un sólo hombre y en la casa amor y en el alma luz como del color del mismo sol. Nunca busqué el temor a ser dejada, y más maltrecha por un amor, sino que el silencio opacó mi propio desdén de proseguir una senda. Cuando yo sentí el deseo, de amar como se ama a pulso, a cuenta gotas de la misma pasión ardiente y tan vivaz como el mismo deseo. Pero, quedé sola y con la soledad a cuestas del mismo dolor. Yo, sentí el tiempo correr dentro de un reloj de arena, que como quiera da la misma hora, pero, yo y mi alma la sentía como tan lentas las horas que desnudé el tiempo, sí, pero, quedé descifrando el temor y la ansiedad en mi propia piel. Quise ser ese sueño real que casi se hace naturalmente más real. Era así, como la dama de ensueños, la que jamás quiso ser como el nunca jamás, la que nunca quiso ser como un triste jamás. Cuando intensifiqué el desaire de amar, cuando a mi alma la perdí jugando un juego en el cual no conocí las reglas. Y fui yo, la que nunca quiso ser como una silueta, sino a la perfección de Dios, a la misma fuerza del mismo creador. Pero, sucumbí en un sólo trance, cuando sólo el deseo electricé más y más, y quedé como órbita lunar el que hace tan fuerte. Cuando fui el sólo temor a ser como tan débil como tan real el sueño. Y me dediqué a ser como el sueño real, cuando logré ver el cielo mismo de un sólo color tan azul como la vida misma. Pero, caí, sí qué caí, en la misma avidez de temer por el mismo cielo una sola ambición. En una sola dirección y en la vía de los rieles de un solo tren que iba en rumbo contrario. Y caí, sí qué caí, en la misma ambición de poseer el destino frío y helado, como el poder ser tan fuerte como tan débil de una manera tan vil y tan inconsecuente en demostrar lo vil de ese poder en mi alma tan negra como la oscura noche. Cuando se debatió en demostrar lo malsano de toda una vida sin un amor. Cuando se devastó una seriedad en saber que la vida es tan seria como las mil noches amargas de un sólo deseo. Cuando se esperó a que el tiempo, se esmeró como el pasaje de ir y venir. Cuando el tiempo me sanó, pero, dolió en el alma negras sucumbir en un sólo deseo de amar la guerra entre el corazón y el verdadero amor. Cuando se debate una sola sensación de entregar la razón perdida. Cuando se siente la más cobarde de las tardes, de esa tarde en el camino incierto. Cuando se siente en el corazón un alma rota, devastada y como del color negro como la oscura noche tan fría como el descenso de toda piel en la calma. Y fue así, como el torrente de aguaceros que cayó en mi piel, después de amar a alguien como el más inmenso cielo. Me quedé como el cielo con lluvia y en los ojos un sólo anhelo. Cuando descubrí el cielo en mis propios ojos. Cuando quise ser ese cielo como el sol mismo. Pero, quedé como órbita lunar en el cielo. Cuando quebró mi esencia ante él, mi amor Pedro. Y mi eternidad quiso ser como el mismo ambiente en un sólo camino, y vislumbré en el desierto una sola luna. Cuando yo supe que en el desierto se abre como el mismo cielo. Cuando se siente el sabor del mismo amor y en el corazón. Con una eterna razón que siempre se vá con el vaivén de una sola ola en el mar abierto. Y en ese mar atrevido, se sabe que en el mar estoy como pez que nada en el tiempo, sin tener una dirección casi real. 


Continuará……………………………...………………………………………………….

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de octubre de 2019 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 54
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.