De rojo y negro

Antonia Ceada Acevedo

Se encontraron de rojo y negro en una tarde gris.

 

-Que coincidencida, venimos vestidos de los mismos colores-

Dijo él.

Aquella tarde, de enero, bajo el frio, tomaron su primer y último café.

       La tarde reclamaba atención, el aire contaba historias de ficción.

El, era un chico timido, palido, asustado…

Llego recién herido,y le costaba hablar de su guerra.

Ella, cargaba en su bolso un cuadernillo de vida escrito con la tinta del error, con la pluma de la utopía.

Uno a otro resumió sus pasados, finiquitándolos en puntos suspensivos detrás de las palabras dolor y pasión.

Ella, pensó: derrama dolor, algo aburrido, pero necesita ayuda.

 

Intercambiaron poco en aquel primer oscurecer; la noche llegaba y cada uno tenía que volver a su sendero.

Se despidieron adecuadamente bajo una farola en aquella avenida que esperaba el devenir…

-¡ya nos veremos!

Dijeron al unísono aquella tarde se subrayo en mayúsculas bajo el titulo Dos universos paralelos.

A veces, tras la ventana del crudo invierno, paseaban charlas, liras, sonrisas, algo de filosofía pobre, arpegios, consejos, algún bostezo, sugerencias, y un hasta mañana.

 

A ella le gustaba compartir su pan, su vino portugués...

En un  ocaso ,también subrayado,ella,Soledad,rebuscando en sus despensas hayo la mejor harina que guardaba, una levadura que crecía si se destapaba con el abismo y amaso.

Amaso en la incertidumbre, un pan; receta única, exclusiva que guardaba desde antaño y se lo ofreció a él para probarlo…

Aquel pan era otra señal que ofrecía el presente para indicar el futuro que fluye en una sola dirección, que va a una sola meta, el tiempo…

Aquel pan era difícil de digerir, pero tierno como la libertad duramente conseguida…

Aquel pan era la respuesta al frio en los huesos que causa las primeras lluvias de la primavera.

 

Fue una noche iluminada cuando al fin se miraron a los ojos y ella reconoció aquella sonrisa de inmediato, mientras el elevador de las almas, bajaba lenta y sutilmente a la realidad…

 

¡Que realidad más soñada dijo ella…!

 

Paso, como siempre, el segundo, que te obliga a cerrar el dia, pasó el silencio, pasaron los obstáculos, las indecisiones, el miedo, las dudas y poco a poco el dolor.

 

En una luna de abril, ella, que si veía porque tenía oídos, supo sorprender a él con su rosa más blanca y marfil…su esencia, su ausencia…

El la dibujo en decoros, la admiro, la protegió de sí mismo, le coloco una alfombra roja a sus pies gastados… algo entendió…

 

Mas otra vez el viejo silencio que confunde la melodía de las aguas de los ríos con el sonido rudo de las aguas de los mares en tempestad…

Todo el escenario se apago y ella entre telones sombríos buscaba locamente la luz de su sonrisa, pero jamás se le acerco el rostro de la escarcha…

 

Un día unas sabanas tendidas al sol, le dio la respuesta, una visión, una intuición de mujer por derecho a mujer derecha.

Aquel día a ella se le apagaron las estrellas de su universo y un sueño se encerró en una jaula asustada, alimentándose de la cicuta de la tristeza…

Se encubrió en los libros, desesperando en lunas llenas.

 

El estío ablandó su mente, le brindo la posibilidad de liberarse de la tristeza a base de carcajadas con esas cosas que ayudan a vivir, y después de cenar, fue digiriendo su voluntariedad, mezclada con la necesidad de sentir que alguien nos piensa.

 Y ofreció ,de nuevo ,pluma y tinta a los otoños de sus años gastados.

Voló.

Volaron en universos paralelos la MÚSICA y EL POEMA.

-¿Qué sería de la música sin el poema?

Ellos que se  encontraron de rojo y negro en una tarde gris…

 

 

Antonia Ceada Acevedo

 

 

  • Autor: A.Ceada (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de octubre de 2019 a las 20:07
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 21
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Comentarios +

Comentarios1

  • Alberto Escobar

    Muy bueno Antonia, ¡ qué buena tu prosa!

    Saludos.



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