Mi pueblo tiene calles tortuosas
y es un pueblo olvidado.
Aquí lo único que se instaló
es la velutina.
Es un poco bonito
ya que tiene castaños
a la entrada,
robles por la mitad
y al final pinos
de savia lenta y melosa.
En algún lugar crecen abedules
y también hierba a montones.
También lo cruzan
jabalís y corzos
y ardillas desorientadas
y también pasan las nubes
y dejan sus gotas de melancolía.
También mi vecino tiene ovejas
de orígenes reinounido-irlandesas
y dos perros mastines leoneses
que siempre me reciben moviendo
la cola de la amistad.
Mi pueblo tiene un nombre que sabe a berza
sin cocer, a faba dura
y a licor amable.
Es un poco bonito
ya que yo lo veo así
sobre todo cuando me meriendo un cocido
con aguas de la Martiñá
(la Martiñá es una roca forrada, de mil metros
pero es un grano de la tierra)
o cuando me siento a la puerta de mi casa
y los vientos me recuerdan quien soy.
En mi pueblo hay vientos que pasan de mala leche,
yo no les hago caso pero ellos insisten y silban,
y sigo sin hacerle caso sobre todo
cuando le mando al coleto
tres chupitones de aquellas hierbas que yo se
y...la calles se me hacen estrechas.
Pero conservo el tipo
aumento la prestancia
y me hago amigo del viento
y de la lluvia que viene detrás.
Y veo a los árboles que sueltan
sus hojas (algunos no, pero eso
es otra historia).
Y yo voy sigo soltando las mías.
- Autor: susoermida ( Offline)
- Publicado: 31 de octubre de 2019 a las 12:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 19
- Usuarios favoritos de este poema: Yamila Valenzuela
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