**~Novela Corta - La Luz al Filo de la Espada - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Era Virgilio el que le apodaban el manco Virgilio. Y sin su mano derecha, podía hacer lo que quisiera, pues, agudizó sus sentidos más de lo normal. Cuando salió del atrio recordó cada momento en que el destino subyuga uno de sus miembros, a su mano derecha. Y más quiso ser como todo el héroe de un lindo marins, cuando ocurre lo que ocurre, un intercambio entre entre lo acometido o el accidente de su mano derecha. Y soñó cuando se durmió en el sofá, tomó una siesta, y soñó que caía casi de un precipicio alto y que era una linda montaña, cuando se alteró lo vil y lo más intenso su cortadura de la mano derecha. Sólo quiso ser en vanguardista lo que quiso ser más y más. Lo que nunca pudo ser un héroe, con la criptonita puesta en su espalda. Fue capaz de ver el cielo y la tormenta que se avecinaba, cuando en el imperio del dolor sólo volvió a sentir y a naufragar como un perdido náufrago en todo el mar abierto y volvió a percibir aquella luz al filo de la espada, aquel sol bajo la ventana de los soles de abriles. Y quiso ser más que un pobre salvador en la montaña más alta del pináculo escondido entre dos prados. Y se escondió el suave murmullo de los dioses del verano, cuando yá casi cicatrizado volvió a soñar y más a recordar aquel suceso que casi le cuesta la vida. Era Virgilio el que le apodaban el manco Virgilio. El que nunca se debió de entretejer un silencio tan mortal como aquel grito callado e inocuo del sólo tiempo, en que jamás se oyó decir o gritar un grito tan ensordecedor como aquel de su mano derecha. Cuando se electrizó su ademán tan frío como aquel frío en la ventana aquella, él decide que quedaría como aquella luz al filo de la espada, como aquel sol de abril en la punta de esa espada que quizás lo cegó o le advirtió de aquel suceso que venía en destino y premonición. No bastaba la sangre, bastaba el momento en saber que la fuerza era su gran poder, y más su entereza de poder sobrevivir a pesar del instinto muerto de su mano derecha que yá se encontraba cercenada. Virgilio, era un hombre capaz de volver al atrio y querer limpiar del polvo y de escombros a aquella espada que la tenía tan pulcra de sucio, porque fue aunque lo crean su mayor logro. La historia cuenta así…

Era el año 1934, y lo recuerda como si hubiera sido ayer. Era como un suburbio mágico, de obtener lo que se llamaba ganar una gran espada a fuerza y a voluntad con respetos y honores. Se debió de creer en la vil sorpresa de que era única e irreparable, su estructura, su filo filoso, y su empuñadura fuerte. Fue como el honor ganar, el respeto sublevar, y la virtud enaltecer. Fue demasiado el dolor de obtener esa espada, pues, el entrenamiento, y la fuerza fue por mucho tiempo y nunca en vano. Fue la valentía que no quiso perder, pues, el coraje de vencer fue el que le dió la fuerza por superarlo todo. Fue un evento duro, tenue y condescendiente cuando obtuvo la espada, fuerte y tenaz. Fue un fuego devorador de una triste tarde. Cuando él, Virgilio, quiso ser como le héroe de toda desventura, pues, el fuego consumió gran parte de la estructura. Había toda una familia a quien rescatar, era la vida o la muerte, era el triunfo o el fracaso de tantos años de gran labor. Por un sólo deseo, se convirtió en un terrible ademán tan frío. Se debió de enaltecer lo que era un suburbio de la vecindad. Cuando se electrizó el momento de percibir lo que era un fuego devorador y casi inocuo de apagar, cuando se electrizó el justo momento entre la vida o la muerte. Y las llamas seguían perpetrando su acometido. Cuando de repente sucumbió en un sólo percance de salvar todo aquello que se llama vida. Pero, el triunfo se debió de electrizar cuando sólo él, el Virgilio el que ahora era el manco Virgilio. Se enredó de entre tanto, y sin un porqué, se intensificó el momento, de atreverse a desafiar aquel fuego que sólo quería llevarse del momento de aquel instante en que posiblemente quiso ser como el el héroe, casi imperceptible de aquel momento cuando quiso salvar aquello que se llama vida y más aún el querer sobrevivir de aquel momento tan escaso de vida y de un momento casi por tanta muerte que cosechaba un sólo desenlace, la vida o la muerte. Se entreteje más el desenlace de poder escuchar el silencio cuando se descifra casi la muerte, cuando se siente el ritmo del corazón latir con el mismo dolor. Cuando se siente como el cálido instante de ver y sentir el humo y las llamas del fuego devorador casi imperceptible. Como lo fue detener por un momento ese fuego devorador entre lo real y lo más tenebroso del instante en que casi se pierde la vida misma. Cuando se alteró un instante en que casi se vá la vida, con el fuego devorador, con las llamas casi devorando en atroz momento. Cuando quedó casi el momento de entregar el alma en percibir lo que fue una locura, como la desventura y el infortunio de un sólo fuego y la vida entre las llamas voraces de aquel fuego tan clandestino. Tan real como aquel fuego que socavó muy dentro el pasaje de ir y de venir y entre los brazos la vida de otros que por poco el fuego consume en dolor fuerte al perder casi la vida. Cuando él Virgilio, tomó entre sus brazos fuertes y tan recio que quedó el momento imperceptible. Como el ademán tan frío como lo que fue el frío entre la muerte y la vida, entre aquellas llamas que decidieron en hacer el acometido. Cuando el imperio de sus ojos se llenó de recelos por salvar todo aquello que se llama vida. Cuando el instante se llenó de tiempo y de osadía entre lo que es, fue y será, toda una vida. Cuando el tiempo, se llenó de deseos de entrever el delirio de amar todo aquello que se cree cuando el desafío cubrió de temor y de terror lo que sucedió en aquel momento, cuando él, Virgilio, rescató lo que era la vida, cuando él Virgilio, le dió la espera y la esperanza de ver el cielo nuevamente entre aquel pasaje de la vida cuando el terror se apoderó con las llamas del poder de aquel fuego. Cuando sólo se fue del lugar aquel fuego tan devorador y tan real que casi acabó con la vida misma. Cuando se fue el fuego devorador hacia aquellas cenizas oscuras que irrumpió en destruir toda aquella estructura en que casi se perdía la vida de aquella familia a la deriva de aquel cruel fuego devorador y tan atroz. Se quedó frío el lugar del fuego, cuando calcinó todo y todo se convirtió en cenizas oscuras que soslayó en el tiempo y el viento sólo irrumpió en desorden en barrer con su poder de viento a todas aquellas cenizas oscuras que dejó a su paso en el lugar del tiempo y de aquel fuego devorador. Cuando quiso ser como ese viento frío, cuando todo acabó y sí, pudo salvar a todo aquella familia que quiso vivir y sobrevivir de aquel fuego que casi les hiere pulso a pulso, gota a gota su poder de supervivencias. Cuando sólo el destino fue y será poder salvar a todo aquello que se llama esperanza y vida.                                                                                             

Y se le otorgó la espada. Aquella filosa espada que él mismo había construido con tanto afán y delicada labor. Cuando sólo logro el reflejo de aquel filo y fue la luz al filo de la espada, lo que le dió el triunfo y no el fracaso por salvar a aquella familia de las llamas calcenizadas. Y dentro de su pecho adoraba a su corazón. Por ser tan bueno y haber honrado a su labor como mejor pudo haber hecho. Sólo el tiempo se hizo como las nubes en el cielo, como un tiempo en que sólo la tormenta se electrizó más en el cielo gris.  

Y fue Virgilio el que se electrizó más su cordura, y, más aún, a su mano izquierda como haber accidentado a su otra mano, ¿cómo es posible que con una espada y con el adiestramiento que poseía podía perder a su mano derecha por limpiar una espada en el atrio?, y era el manco de Virgilio, el que soslayó en un momento de su vida, cuando quiso ser ése héroe de la milicia donde él fundió el deseo de amar a su gente como pudo ser y más. Amó eternamente a su gente y a su delirio de acercarse más al triunfo de obtener esa espada la cual él mismo había creado, fortificado y más creado cuando fue un marins. Y la luz al filo de la espada, le había acontecido lo sucedido lo que iba a acontecer. Pues, la luz sólo se siente al filo de la espada, cuando el sol perpetró lo más delirante del desastre, perder a su mano derecha. Sólo socavó dentro, muy dentro, lo que quiso el cruel destino. Ser como un tormentoso y fugaz desastre derribando a su mano derecha, en un corte tan oblicuo, cuando dió un zás, dentro del mismo instante en que se creyó a muerte lo que su espada había creado una plétora abundante de sangre en la escena en el atrio de su hogar. Pero, la vida, la vida, sólo cegó lo que era una luz brillante en sus ojos de tornasol. Y se intensificó el delirio cuando sólo se enfrío el deseo de recordar el momento, cuando se hirió a punza y lanza a la luz del filo de la espada. Y era Virgilio el que era el manco. Su presente se debió al nefasto tiempo de herir a su mano derecha con la izquierda. Y se debió de entretejer lo que más sucedió cuando se hirió a la mano derecha. Cuando se intensificó más el delirio de creer en la manera de sentir el dolor más fuerte por perder a su mano derecha. Y más se electrizó su dolor por ser el manco Virgilio.

Y era el manco Virgilio el que le apodaban así. Pues, en su residencia estaba esa espada, la cual no quería recordar todo lo sucedido. Cuando creyó en ser a conciencia lo que ocurrió allí. En ese atrio destrozando a su mano derecha. No perdió la espera ni la esperanza en volver a recuperar todo. Pues, su mano derecha fue como su más hábil de los instantes. Cuando en el hospital la perdió, le amputan a su mano derecha, él sólo se sintió desolado, triste y ambigüo. Cuando la luz al filo de la espada, se electrizó más el combate de ir y venir en camisas de color blanco. Y fue la sangre de color rojo, la que revivió todo como aquel suceso, tan cruel, tan osado, y tan vil como la manera de haber fallado ante una espada. Cuando se fue por el camino de los celos, como el más vil de los momentos, cuando en eternos silencios se edificó la manera de ver el cielo en camisas de color blanco.

Y la sangre, ay, de la sangre en vil momento, cuando se electriza un instante, de ver el cielo como la manera de sentir. Cuando se siente en la manera de creer en la osada sangre. Tan vil fue ese momento en que se siente más en la piel, como fue esa herida tan letal y tan punzante, como fue la manera de creer y de ver el cielo en la manera de poder sentir. Cuando se percibe una vil manera de ver el cielo como la manera más electrizante. Y fue aquella espada cuando se esfumó la vida, de Virgilio, del marins más destacado de la milicia. Cuando se acerca el más vil de los momentos. La sangre más electrizante de aquel suceso con la vil muerte. Cuando se nota el silencio como aquella paz. Cuando se debe de enfríar el instante en que se murió el frío tan candente como la sangre en aquella mano derecha.     


Continuará……………………………………………………...             

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de noviembre de 2019 a las 00:03
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 3
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.