**~Novela Corta - La Luz al Filo de la Espada - Parte V~**

Zoraya M. Rodríguez

Fue como ir y volver hacia la misma eternidad, fue como entristecer el camino tan imborrable aquel momento. Cuando el alma se debate a muerte, pues, fue sólo una sorpresa para mí poder perder a mi mano derecha. Se siente tan triste y desolado, como huérfano de una parte de mi cuerpo, y sin poder más utilizar. Fue una desolación inconclusa, que todavía guardo el horror. Por haber vivido todo el hecho tan real y tan sangrante, amigos, ésto fue la clase de hoy, gracias por haber venido. Mañana hablaremos de cómo se hacen las lanzas. Se despide Virgilio de sus alumnos, casi militares y de la milicia. Porque ser soldado no es nada fácil si se tiene agallas para poder serlo en realidad. Virgilio, vá de rumbo a su casa, y piensa en aquel momento y le hace cosquillas y con un frío terrible por aquella vez, una vez, tan amarga y tan triste y tan desolada escena. Cuando se convirtió en un héroe de la mano derecha, utilizando sí la izquierda como el error que había cometido, pero, teniendo más pormenores que la otra vez. La limpió ordenadamente con la ayuda de su esposa, pero, algo sintió y una lágrima tan desolada le brotó de sus ojos, queriendo abrir en surcos la condescendiente espada de antemano, tan filosa, tan hiriente, tan mortal, pues, esperó a ser limpiada ordenadamente, cuando irrumpió en desorden el atrio en guardar los cachivaches como todo hogar. De seguro fue el sol, que lo cegó, pues, el instante se dejó llevar por el sol, el más cálido de los instantes, cuando se sabe que el delirio se cuece en las manos tan frías como el alma fría. Y se supo que el delirio es más frío como el haber perdido a su miembro, a su mano derecha. Cuando Virgilio, se dió un desafío, en continuar la vida misma, cuando se sintió el ocaso frío y descuidado sol. Cuando el alma debe de continuar de todo lo nefasto del tiempo. Y de esa cruel desolación, cuando se sintió el frío en mi mano derecha. Cuando quise ser el héroe anónimo que no nunca se deja morir. Cuando quise ser ése cruel desierto en que me elevas dentro y en mi invención sólo obtuve un sólo numen. Cuando en el alma se llenó de una luz tan irreal como haber perdido a mi ilusión con una espada tan hiriente y tan filosa como aquella que me dió el honor y la fuerza en rescatar a una familia de las llamas del fuego devorador. Cuando ocurre el silencio en desolación, de una paz en el interior que no aviva el tormento, en creer que el universo se siente aquí como ola del mar que te lleva aún lejos. Cuando ocurrió el desastre, de los que se atreve a ver el silencio en cadenas de salvación. Cuando me dió el aire en la piel, y el sol una luz al filo de la espada. Cuando se debe de intensificar el desastre, en camisas de color blanco y fue la sangre de color rojo. Cuando se electrizó la forma de sentir sin sentido. Como un leve latido en el corazón que se fue con el tiempo, en que se se guardó la ira y la impotencia. Cuando subyuga la fría tentación en saber del pecado que corría con la sangre. Y era Virgilio, él, el que sabía de su auguro con aquella cruel lanza. Pues, el sol, le debió de entregar una luz al filo de la espada. Y se fue por el tiempo, cuando en la manera de ver el cielo quiso ser dios, y sí, que lo fue, pues, vivió en el instante. Cuando en el alma está esa lucecita que viene y vá. dejando una estela de sensaciones nuevas. Cuando en el alma descansa en el tiempo como aquella luz que en el sol se intensificó. Cuando se perpetró un sólo anhelo. Cuando el alma quiso ser como la aventura de ser por la misma piel. Cuando quiso ser el desierto oscuro y pasajero de un sólo momento, pero, quedó como órbita lunar atrapando a mi mano derecha. Fue como un terrible momento, en que sólo el instante se debió de entretejer lo que más ocurrió allí, en aquel atrio. Y se perfiló el momento de amar y de dejar allí, la sangre, toda la plétora abundante de aquel siniestro percance de herir a mi mano derecha con aquella espada. 

Y fue camino abajo, hasta llegar al salón donde él brindaba clases, pues, era él, el Virgilio, el que era y siempre será aquel marins de la década del ‘30. Llegó rumbo y en dirección a su salón de clases antes de comenzar su faena, decidió no saludar en la entrada a sus fieles alumnos sino que irrumpió una nueva técnica de saludo, sí con el saludo militar, agarrando a su mano derecha hacia la sien derecha. Y quiso entregar lo que era y será por siempre ser marins de la milicia. Yá sus estudiantes sabían del saludo, pero, a conciencia no se debía de saludar hasta llegar a un nivel superior de enseñanza y de aprendizaje, sí que lo culminan. 



Continuará……………………………………………………………………………. 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Online Online)
  • Publicado: 6 de noviembre de 2019 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 36
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