En antiguos pensamientos
lo que solo subía era:
“Ve a Melibea y dile cuentos,
aunque ella no los quiera”.
Con no provocar tormentos
hice que de mí no huyera.
Imitar a Hero quiero,
la luz no apagues o muero.
La muerte ya está aquí, más viva nunca estuve.
Enamorada estaba, y sin suelo anduve.
Rogué a mi Diosa madre, y su ayuda obtuve.
“Fortuna en el amor”, ese deseo tuve.
En la vida hay gran belleza,
raro es lo que te supera.
No hay Dios que no te reza,
alma que no te quïera.
Nada de esta cabeza
desea que con otro yaciera.
Orfeo miró a su amada,
¿dónde puedes ser mirada?
Experta fue, sin duda, la vieja Celestina.
Rogó al diablo Plutón, del infierno era reina.
Odio hubiera habido, si tú, como gallina,
juras en Casablanca: “Te olvidé, parisina”.
Amanece otro día,
si la muerte bien supiera…
Ya llegan a la abadía
nueve, ayudar debiera.
¿Soy ciego o mi ojo mentía?
Por mi Diosa, es ella entera.
Intuyo que, mi Julieta,
rayó con daga su teta.
Oteando la abadía nunca imaginé
mucho lloro cuando a Calisto miré.
Ya mi dulce dolor al pasado entregué.
Prometo amarte, tu leal Ginebra seré.
Obra como esta no hay
en mis recuerdos
mejor para enseñar:
“Amad bien cuerdos”
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