Te hiciste feliz de repente
como si no tuvieras otra cosa
que hacer en la vida.
.
¡Mírate fijamente!
Estás ahí, sobre la lujuria caliente
de una playa que te desprecia.
¡Mira la negrura que se cierne
sobre la arena que te baña!
¡Reconócelo, esas aguas
que salobres besan tus plantas
hacen por no acercarse,
por no humillarse a tu soberbia!
Eres impuro, ¡tan impuro!
que hasta la palabra impureza
sale del diccionario llorando
de impotencia.
¡Ahí estás, regodeándote
de mi desdicha, de mi árbol
caído sobre la madreselva
de tus náuseas!
Sí, es cierto, te ves Adonis
en su tedio de plata.
Te contemplas Narciso
que se hartará de río
que hasta el mar escapa.
Sabes, no te rías, que tras
de toda perfección duerme
un cajón de ropa sucia.
De sobra sabes que tu piel
es lo más profundo
de que dispones;
que las gaviotas vespertinas
que lamen tus heridas
sobre la restante arena
no ríen sino penan el lodazal
de sangre que por tu hiel declina.
Me voy para dejarte
en tu desdicha.
Me retiro a mi ceniza
que pretende Fénix
que no resurge,
a quien urge la prisa
de unas patas que de queja
cejan en el empeño del vuelo.
Mañana Dios te dirá el agüero
y yo seré quien tenga que ser
en el anónimo de mi reino.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de noviembre de 2019 a las 16:40
- Comentario del autor sobre el poema: Cuando la cuerda se rompe para no poderse recomponer.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 80
- Usuarios favoritos de este poema: Yamila Valenzuela, Jannine
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.