¿UN DIOS PERSONAL O UN DIOS IMPERSONAL?… ¿O NINGUNO?

Alek Hine

“dios, sa
Del lat. deus.
Escr. con may. inicial en acep. 1 c. nombre propio antonomástico.
1. m. Ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo.
2. m. y f. Deidad a que dan o han dado culto las diversas religiones politeístas.”

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea]. <https://dle.rae.es> [viernes, 8 de noviembre de 2019].

 

 

¿UN DIOS PERSONAL O UN DIOS IMPERSONAL?… ¿O NINGUNO?


Un Dios sin propósito (a no ser el de existir) e indiferente a su creación, a todas sus criaturas... totalmente alejado, ausente de nosotros (irónicamente, solo cerca de nosotros, en la naturaleza, para quien logre “percibirlo”… o imaginárselo); un Dios que, aunque se le hablara y nos “escuchara", no habría de atendernos, no importa cuán grande sea nuestra tribulación y cuán intenso el físico dolor que hasta nos haga desear la muerte. ¿Podría existir esa clase de Dios… tan inhumano, que habiendo hecho el mundo, se desentiende de él, por lo que podríamos considerarlo absurdo, disparatado, un orate? Se me antoja locura (humana, por supuesto). Para nosotros, seres que anhelamos el contacto, que no podemos vivir sin relaciones, un hipotético Dios así, ¿no es equivalente a un Dios inexistente en términos de practicidad? Podríamos incluso dudar que dicho "Dios" fuese una Conciencia (¿o no lo es?), un Ente que siente y piensa. ¿Podrá algo que no piensa ser el fundamento de las leyes del universo?

¿Cómo podría habernos creado un Dios frío, impasible, carente de empatía; un Dios que, habiendo sembrado en nuestro corazón el anhelo y la necesidad de contacto con ‘Él’, no solamente no respondiera sino que nos abandonara, nos dejara a merced de la suerte, del azar? Creo que ninguna criatura inteligente y sensible podría ser reflejo de tal Dios. Definitivamente, no puedo llamar Dios al conjunto de las leyes físicas, o a “algo por encima de ellas”, pero necesariamente relacionado o conectado con las mismas, ya que son una forma de “su revelación”; sería un disparate. ¿Un Legislador Supremo? ¿No es lo mismo que preguntar por un Hacedor? ¿Por qué el universo tendría que seguir el precedente humano?

"Yo no pongo mi ignorancia en un altar y la llamo dios", dijo Mijaíl Bakunin; podría haberse referido al Dios bíblico (ciertamente, sus palabras aplican a cualquier cosa que llamemos ‘dios’). Un Dios distinto al bíblico es el descrito en el primer párrafo. “Un Dios que se revela en las leyes físicas", como diría Einstein, pero no se relaciona con "sus criaturas" (un Dios impersonal). ¿Acaso esta clase de Dios no está colocado también en el ara de la humana ignorancia? O mejor aún: ¿acaso no es la mismísima ignorancia la que ha sido colocada en un altar inaccesible y, como dijera Bakunin, la hemos llamado Dios?

Si tal Dios fuese posible... Pero es que ni teóricamente parece posible. Toda teoría tiene que estar elaborada bajo el criterio de la racionalidad, quedar dentro del marco de la razón (razón conectada al mundo objetivo) y no fuera (no más allá o por encima de esta), de manera que lo que propone sea comprensible, y, con base en ello, se pueda aceptar o refutar (o corregir); de otra forma ¿cómo podríamos hablar de un progreso en el conocimiento o de una mayor aproximación a la verdad? ‘Dios’ (personal o impersonal) queda en hipótesis nula para este tipo de avance. (La idea de un Dios personal puede ser útil, aunque solo subjetiva o psicológicamente; ¿no funcionan de este modo las ilusiones?). Solo en la pura imaginación Dios (personal o impersonal) me parece posible. En la ficción podemos crear los mundos más absurdos, poblarlos con las entidades más extrañas e inconcebibles.

A su llegada a los Estados Unidos, Albert Einstein fue abordado por uno de los reporteros: “Señor Einstein, ¿cree usted en Dios?”. “Primero dígame qué entiende usted por Dios y entonces le diré si creo o no”, fue la respuesta del autor de la Teoría de la Relatividad. Por el contexto cultural, seguramente el reportero se refería al Dios bíblico; por consiguiente, Einstein hubiera respondido: “No, no creo en Dios”. ¿Por qué salirse por la tangente cuando la definición de ‘Dios’ ya está en los diccionarios? ¿O cada cual definirá las cosas según conveniencia?

En otra ocasión, sobre el mismo punto, expresa: "Tu pregunta es la más difícil del mundo. No es algo que pueda responder con un simple sí o no. No soy ateo [aunque por definición, era ateo relativo, pues no creía en el Dios bíblico]. No sé si puedo definirme como un panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. ¿Puedo contestar con una parábola? La mente humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas. El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, solo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios. Vemos un universo maravillosamente arreglado que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes". (https://www.infobae.com/mix5411/2017/06/16/quien-era-el-dios-de-spinoza-y-por-que-einstein-creia-tanto-en-el/?fbclid=IwAR3Sn4Knz_KKcWs8qaWDC9dvgw_eRBLgqBVDGZtdKoquYxKwJV0X3OITy5U).

“Nunca le he atribuido a la naturaleza un propósito ni una meta, ni nada que pueda entenderse como antropomórfico”, nos dice en otro lugar el nobel de física. No estoy seguro de que su Dios no se derive de una antropomorfización. Sin embargo, la parábola del niño en una biblioteca sigue la experiencia humana; no es otra cosa que la imagen del reloj y el relojero, y, como ya ha quedado bien establecido, es una falacia o sofisma: creer que el universo sigue el patrón o el proceder humano y que necesita un Hacedor; es justamente el argumento de falsa analogía.

Es obvio que los libros de una biblioteca han sido escritos y ordenados ahí por alguien (humano), pero nunca hemos visto a nadie haciendo universos de la nada (creatio ex nihilo). Crear un universo de la nada no se asemeja en absoluto a escribir libros y ordenarlos en una biblioteca, como tampoco se asemeja a la fabricación de relojes; libros y relojes han sido hechos con materiales previos. El argumento de falsa analogía es el sofisma de equiparar una certeza a una suposición, o mejor aún, confundir hecho con opinión. La imagen de reloj y relojero es un hecho del cual nuestro conocimiento es indudable, empírico, algo que sabemos por experiencia. La imagen del universo creado ex nihilo es una suposición sobre algo nunca visto, sobre algo ignorado, lo cual puede no pertenecer a la esfera de las posibilidades fácticas.

Carl Sagan seguía a Einstein en la idea de un Dios impersonal; poco antes de morir, escribe: “Muchos me han preguntado cómo es posible enfrentarse a la muerte sin la certeza de otra vida. Sólo puedo decir que esto no ha constituido un problema. Con alguna reserva acerca de las «almas débiles», comparto la opinión de mi héroe, Albert Einstein: ‘No logro concebir un dios que premie y castigue a sus criaturas o que posea una voluntad del tipo que experimentamos en nosotros mismos. Tampoco puedo ni querría concebir que un individuo sobreviviese a su muerte física; que las almas débiles, por temor o absurdo egotismo, alienten tales pensamientos. Yo me siento satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con un atisbo de la estructura maravillosa del mundo existente, junto con el resuelto afán de comprender una parte, por pequeña que sea, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza’” (C. Sagan, ‘En el valle de las sombras’, Miles de millones, p. 121, Edición digital: ULD).

“No sé de ningún indicio de peso en favor de algún patriarca capaz de controlar el destino humano desde algún lugar privilegiado oculto en el cielo, pero sería estúpido negar la existencia de las leyes físicas. Creer o no creer en Dios depende en mucho de lo que se entienda por Dios”, dice el mismo Sagan en El cerebro de Broca. “Creer o no […] en Dios depende […] de lo que se entienda por Dios” y, con esto, nos reducimos a una cuestión de semántica (de significado para el vocablo ‘Dios’), pero una semántica muy individual o particular. Así, ¿qué impide que distintas personas, cada una de manera independiente, llamen Dios a una piedra, a un árbol, a un ave, a una montaña, a un río...? Tendremos una situación de no ‘un Dios’, sino de una pluralidad de Dioses, y, de este modo, la cuestión ‘Dios’ pierde su interés y carece de importancia, volviéndose como un asunto de gustos o de preferencias (según el entender de cada quien). Y ¿qué si no hay nada que podamos entender por Dios? Pues nada; sencillamente el entendimiento no puede dejar de ser entendimiento.

"Es ridícula la idea de que Dios es un hombre de grandes dimensiones, blanco y muy barbado, que se sienta en el cielo y lleva la cuenta de la caída de cada gorrión. Pero si por Dios uno entiende el conjunto de leyes físicas que gobiernan el universo, entonces claramente existe tal Dios. Este Dios es emocionalmente insatisfactorio... no tiene mucho sentido orarle a la ley de la gravedad", declara Carl Sagan en algún lugar. Pero ¿por qué entender por ‘Dios’ el conjunto de las leyes físicas cuando el vocablo ya está definido en los diccionarios? ¿No es aún más ridículo entender por Dios dichas leyes? Sea que lo pongamos en el cielo o no y que le oremos o no, ¿Dios personal o impersonal no conlleva la idea de ser el origen de todo? ¿No son sustancialmente lo mismo?

“[…] sería estúpido negar la existencia de las leyes físicas”, dice Sagan; pero no parece nada sensato llamar Dios a las mismas. Si queremos, podemos llamar Dios al conjunto de esas leyes, pero ¿qué sentido tiene? ¿No es autoengañarse? Como si por colgarles la etiqueta ‘Dios’ a dichas leyes sumara para la causa de nuestro conocimiento sobre el universo y de nosotros mismos, como si ello nos hiciera (más) sabios o menos ignorantes, como si con ello nos acercásemos un poco más a la verdad, a una Verdad Absoluta (si es que la hay y nos resulta alcanzable… o quizá ya sepamos lo fundamental, sin darnos cuenta). Pero, además, como si las leyes no tuvieran ya una palabra que las identificase, es decir, un nombre ꟷ‘leyes físicas o naturales’, así de simple.

Una de las razones para esta clase de autoengaño ¿no es la presión social que sienten sobre sí algunos pensadores, especialmente cuando se goza de mucha fama y se tienen o se sienten ciertos compromisos con la comunidad a la que se pertenece? Vivimos en un mundo donde creer (o decir que se cree) en “Dios” o en “algo más grande que nosotros” es la norma, donde no son bien vistos o aceptados aquellos que se declaran abiertamente ateos.

Según el DRAE, ateo es quien “…niega la existencia de cualquier dios”. La definición es ambigua por el vocablo “cualquier”, forma apocopada de “cualquiera”, la cual tiene, entre otras, las acepciones de ‘algún’, ‘un’, y ‘toda persona o cosa’, por lo que se puede ser ateo de dos maneras: 1) con solo negar la existencia de un dios, aunque se acepte la de todos los demás, y 2) negando la existencia de todo dios; así, el primero será ateo relativo y el segundo, ateo absoluto. ¿Se ha de llamar Dios a las leyes solo por evitarse el mote de ateo cuando en el mundo no hay quien no sea ateo por esa definición ambigua? ¿Cuántos judíos, cristianos y musulmanes aceptan la existencia de Zeus o de Marduk o de Brahma o de Shiva, por ejemplo? Ninguno que yo sepa. Son ateos relativos, porque niegan la existencia de otros muchos dioses. Todo es cuestión de semántica. Lo que importa no son las etiquetas, sino si lo que creemos es verdadero.

Si insistimos en la idea de un Dios detrás del universo, pudiéramos preguntarnos: ¿Qué Dios preferimos, uno personal, como el de la Biblia, por ejemplo, o uno impersonal, conformado, como mínimo, por el conjunto de las leyes naturales? Tales leyes son indiferentes a la condición (de dicha o desgracia) de la conciencia humana. "No tiene mucho sentido orarle a la ley de la gravedad" (C. Sagan); para mí, no tiene ninguno. ¿Quién querría hacerle al tonto, orándole a las leyes del electromagnetismo o de la termodinámica, por ejemplo?

En su Cosmos, Sagan nos dice: “Es corriente en muchas culturas responder que Dios creó el universo de la nada. Pero esto no hace más que aplazar la cuestión. Si queremos continuar valientemente con el tema, la pregunta siguiente que debemos formular es evidentemente de dónde viene Dios. Y si decidimos que esta pregunta no tiene contestación, ¿por qué no nos ahorramos un paso y decidimos que el origen del universo tampoco tiene respuesta? O si decimos que Dios siempre ha existido, ¿por qué no nos ahorramos un paso y concluimos diciendo que el universo ha existido siempre?” (Carl Sagan, ‘El filo de la eternidad’, Cosmos, 1980).

No hay materia que no se comporte legalmente, es decir, según unas leyes. ¿Podría haber leyes sin materia, unas leyes per se? Hasta donde sabemos, no. Leyes y materia coexisten en recíproca inherencia. No hay materia sin leyes ni leyes sin materia; las leyes y la materia son inseparables. Somos capaces de concebir un Ser Supremo no causado y creador de todo cuanto hay, ¿por qué no el Universo y las Leyes, ambos impersonales y eternos, sin origen ni final? ¿No podrían haber estado siempre aquí, allá y acullá? ¿Por qué el universo y las leyes tendrían que tener origen como nosotros? Si lo tuvieran, tendrían que tener final como nosotros. Lo finito no es equiparable a lo infinito. El infinito carece de principio y fin. Nosotros somos finitos, el universo no.

¿El big bang como origen del universo? Es una teoría con inconsistencias lógicas. Por ejemplo: Si el universo se infla como un globo (todas las galaxias son supuestas hallarse en la superficie del globo) y el espacio se originó con una prístina explosión, ¿por qué vemos espacio en todas direcciones? ¿No deberíamos verlo solo hacia el interior del ‘globo’ y sobre su superficie? ¿De dónde provino el espacio exterior al globo? Si hemos de admitir algo sin principio ni fin, ¿por qué no el mundo que tenemos por seguro, es decir, el universo y sus leyes, y no una conjetura o suposición, a saber, Dios?

¿No es por perplejidad, y ante la frustración de no poder entender a plena satisfacción por qué hay orden e inteligencia en el universo, que nos asimos a la figura de una Suprema Inteligencia como ‘explicación’? Bien podríamos designarla como ‘La Explicación’, con mayúsculas, pues tendemos a verla como ‘la explicación de todo’, excepto de sí misma (la ‘Explicación inexplicada’ podríamos llamarla, aunque, claramente, una ‘Explicación inexplicada’ no es explicación). ¿No es esto otra ilusión, un autoengaño? Avanzamos… nos deslizamos por la pendiente; llegamos a la orilla del precipicio… y nos detenemos… Parados al borde de la profunda sima del misterio, ahí donde termina el conocimiento que tenemos por seguro, nos asomamos a la impenetrable oscuridad... es un abismo al que no le vemos fondo; impotentes y llenos de estupefacción, como ebrios a causa del extremo desconcierto, sufrimos el vértigo y comenzamos a desvariar: nos figuramos a ‘Dios’, especialmente el Dios impersonal. “En esa lobreguez abisal se oculta Dios”, se nos dice o se nos da a entender. ¿No es bastante extraño, motivo de sospecha y contradictorio que en las tinieblas, donde no podemos ver en absoluto, Dios sea visible al ojo humano? Ironía, que no viendo, veamos. Sería más acertado llamar a eso, desde humana perspectiva, nuestra ‘Ignorancia Suma’, en lugar de ‘Dios’.

Aunque parezca paradójico, el Dios impersonal es un error más grave, por provenir de intelectos más “sofisticados” (el mismo yerro es más grave cuando lo comete una mente más ejercitada en reflexión y con mejor preparación para tales menesteres). La verdad es que ambos tipos de Dios (personal e impersonal) me parecen tan humanos, por más extravagantes que, conceptualmente, pudieran ser a simple vista o a priori; nacidos de nuestro interior, frutos de nuestra imaginativa mente, ¿no son el producto de una especie de humanal delirio?

 

Domingo, 3 de noviembre de 2019

  • Autor: Alek Hine (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de noviembre de 2019 a las 21:37
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 23
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