Ajustando relojes
echamos a rodar el tiempo,
en una sinfonía gráfica
que le rompe los ángulos
a la tibieza,
dotando al silencio
de un calorcito sano,
que se va estrechando,
hasta que nuestras bocas,
llegan a un estado
cilíndrico y libre de impurezas,
irrigados por la contentura
imparcial y memorística
de un montón de besos.
Llegados a ese punto,
todo nos precipita
hacia aquella reacción química,
endo y exotérmica,
que va de adentro hacia afuera,
y se regresa adentro,
y nos estruja,
y activa interruptores
escondidos de miradas ajenas,
que sólo nosotros
podemos localizar
para evadir distancias.
Entonces,
por todas partes
nos rodean vértices,
que llegan con sus ángulos
abiertos como puertos,
reclamándonos,
apuntalándonos las fuerzas,
circunferenciándonos
las ganas,
llevándonos de regreso
al principio de la circunvalación,
cada vez que devoramos
360 grados de nostalgias.
Eduardo A. Bello Martínez
Copyright © 2019
- Autor: A. Martinez ( Offline)
- Publicado: 20 de diciembre de 2019 a las 13:48
- Categoría: Amor
- Lecturas: 47
- Usuarios favoritos de este poema: Yamila Valenzuela
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