Hace algunas primaveras, cabalmente en el dos mil trece, un caracol llamado Bradýs, con unas agudas propensiones de poder montarse al ómnibus destino Éxito, dado que siempre que intentaba alcanzar dicho transporte terrestre, se cansaba y nunca llegaba.
Las hormigas se reían cuando pasaban do lado de Bradýs, diciendo:
—Mira qué lento sois; nunca podrás montarte en el autobús.
Lo recordaban ya que el bus siempre pasaba a las dos de la madrugada y, Bradýs, ya que era un dependiente sólido de una familia absolutista, no podía gobernarse por sí solo; sin antes no decir a dónde iba, con quién se juntaba, qué pensaba y por qué quería tomar tal decisión (aun cuando los padres invariablemente asían las resoluciones de su hijo Bradýs, sin su consentimiento, porque sí, porque ellos eran los progenitores). Es penoso que el Sufragio Universal estipule que no importa la alcurnia, especie, cromosoma, creencia o condición ecosistemática animal que sea un ser vivo animal, “todos” tienen derecho a votar por si quieren otro rey a parte del león; empero, no importando qué raza sea, sigue liderando otro león, o sea, no deja de ser un félido. No veo a ninguna otra especie gobernando aparte de ellos, incluso las hienas, nunca he visto a una rectorar el reino Animalia; no obstante, sí he visto a muchos animales, hasta de mi linaje, dando discursos para postularse a ser reyes, mas todos los intentos son declinados.
Perdón, cambié de tiempo gramatical y de narrador. Se llama Anacronía y Enfoque narrativo múltiple. En fin, hasta los caballos se mofaban de Bradýs; todos los animales se reían de este caracol diminuto, efímero, megalómano, egocéntrico y menos humilde; lo tachaban así dado que siempre lo veían con delirios de grandeza por alcanzar el ómnibus destino Éxito. Siempre le decían que nunca podría llegar a montarse en él, es más, le apostaban, sin ser ludópatas, con dos patas, a que si llegara a estar por lo menos dos centímetros o menos de diez, lo ayudarían a entrar.
Pero pasó lo que tuvo que pasar: el acicate mayúsculo a Bradýs germinó. Se propuso despertar a las cinco de la mañana para así irse velozmente a su paradero. Quería llegar a las doce y media de la noche a la parada del bus destino Éxito.
El viaje comenzó con una oleada de vientos con arenas que se adherían rápidamente en la esclerótica de Bradýs.
—Yo sé que puedo, lo lograré —se decía, caminando lo más que podía, aun con los estorbos de la vida.
Los árboles le echaban aire, para que así pudiera saltarse un poco el viaje, eso servía como trocha. Sin embargo, las plantas más diminutas se burlaban, recordándole que ya era la una de la tarde, y que aún ni a mitad de camino iba.
Empero, Bradýs seguía y lo único que salía de él, eran las siguientes palabras:
—Yo sé que puedo, lo lograré.
Ya eran las diez de la noche y estaba solo Bradýs, en el Bosque del Bullying; cansado, y aupado por la población que notaba su presencia en el vecindario. Decían:
—Vete a casa, hijo, no pierdas tu tiempo; faltan dos horas y creemos que no llegarás a tiempo.
A lo que respondió instantáneamente:
—Yo sé que puedo, lo lograré.
Son las doce y cincuenta y nueve, y Bradýs salió ya del bosque para así adentrarse en la acera recta que lo llevaría a su desitino. Mirando su reloj, sabía que tenía que darse rápido porque si no lo dejaría el bus de sus anhelos. Concentrado, con sus pies sucios, mojados, maltratados y muy lastimados, siguió, sin parar, sin titubear, sin contradecirse, a su horizonte, que únicamente le faltaban más de cuatro líneas para llegar.
A lo lejano se escuchaba una camioneta, y vaya qué sorpresa, era el microbús destino Éxito. Bradýs adelantó el paso lo más que pudo; puso su mochila entrelazada a su anatomía, y empezó a correr. Los animales, burlándose de él, iban a su par, diciéndole:
—Ni sueñes que te montarás en él.
Y él contestó:
—Yo sé que puedo, lo lograré.
Ya la guagua se había estacionado en su lugar de recogida. Y sin notar la faz de aquel caracol que entregó su vida para montarse en ella, sin aviso alguno, inició a huir.
Bradýs repentinamente comenzó a vocear muchas voces:
—¡¡¡Éxito, detente!!! ¡¡Por favor, alguien que le diga al chofer que se detenga!!
Y corría lo más que podía, alzando sus manos al autocar, a ver si así lo tocaba metafóricamente, y se montaba en él. Ya le faltaba el aire y estaba demasiado hastiado.
Mas nadie estaba en la acera, excepto un lobo policía que estaba sentado en una silla de caoba muerta. Notó la existencia no relevante del caracol que gritaba, y le dijo al chofer:
—¡Éxito, detente, ahí viene un pasajero! ¡¡Güey, para, aquí viene un pasajero, papá, frena la buseta!!
Hasta que el camión se suspendió, para así esperar al protagonista de esta fábula. Bradýs se monta y se percata de que en la parte de adelante hay un león sentado entre un águila y un cuervo.
El águila que manejaba se llamaba Vida, el león aún no revelaba su identidad y el cuervo al extremo de ellos, que constantemente peleaba con Vida, para que le dejara conducir un poco el bus, se llamaba Muerte. Los tres voltearon a ver a Bradýs, sonrieron y le dijeron a coro:
—Toma asiento.
Bradýs de pronto analizó el escenario en el que estaba. Y en los primeros asientos de adelante se encontraban un hipopótamo y un murciélago extremadamente feos, con mal olor y con lenguaje soez, y Bradýs le cuestionó a ambos:
—¿Este es el ómnibus destino Éxito?
—No sé —respondieron a coro.
—¿Cuál es el nombre de usted, señor hipopótamo; y el de usted, señor murciélago? —le cuestionó Bradýs a ambos.
—Yo… —dijo el hipopótamo, señalándose a sí mismo, con orgullo— me llaman Ignorancia.
—Y a mí —siguiéndole la corriente el murciélago— me llaman Insensatez.
Avanzó, a su izquierda había un oso polar, de ceño peculiar, que no sonreía y con un sombrero negro.
—¿Puedo sentarme con usted, señor? —le interpeló Bradýs al oso antes mencionado, al percatarse de que había un asiento disponible, dado que las sillas eran para dos personas cada una.
—No —se negó—. No puedes sentarte conmigo, porque serio eres al no faltar a la consideración de otro animal, por más que se mofaban de ti. Aquí, a mi lado —dijo, señalando el asiento no ocupado a su aproximación—, se sientan los que no tienen tal particularidad.
—¿Cómo se llama? —le preguntó Bradýs.
—Me llaman Respeto —le respondió el oso.
Bradýs siguió avanzando hacia la parte trasera del autobús. A la siguiente casilla de puesto, se topó con un guepardo que parecía hastiado, desesperado, y solamente se le escuchaba decir en susurros:
—Tengo que llegar…
Bradýs, al ver tal actitud, le preguntó que qué tenía, que por qué estaba en ese estado y le añadió que si quería un poco de agua. El guepardo se negó rotundamente.
—¿Me puedo sentar con usted, señor guepardo? —le consultó Bradýs, siendo éste su segundo intento por querer tomar asiento en una silla disponible.
—No —dijo—, no —siguió negándose el guepardo—. No puedes sentarte junto a mí, ya que te mantienes firme aún con las adversidades, no cambias tu sentido ni tu propósito. Los que se sientan a mi par, es porque no poseen dicha característica.
—¿Me puede decir su nombre, señor?
—Claro. Me llaman Tenacidad.
Siguió adentrándose al mundo del transporte del Éxito. Todo estaba en su orden, en una perfecta condición y armonía. Y contempló, mientras proseguía hacia atrás, en una casilla vacante, a las hormigas que se burlaban de él; asimismo, a los caballos que le apostaban a que no podía subirse en dicho camión. Ellos, mirando a Bradýs, le comentaron:
—Vaya, vaya, pero qué tenemos aquí, ni más ni menos que Bradýs, el caracol más persistente del universo. Mírate aquí, montado y disfrutando de los placeres de este bus; nunca pensábamos que te ibas a montar en él. Felicidades, si quieres te puedes sentar con nosotros.
—No, gracias —se opuso el protagonista—. Tengo tanto tiempo viéndolos, y no me sé sus nombres, ¿cómo se llaman?
—Nos llaman —se dicen unísonamente— Envidia. No digas eso, ¡“somos” grandes amigos! Ven, siéntate con nosotros —le manifestaron, junto con una pizca de persuasión.
—No. Tengo que seguir para atrás. Hasta luego.
Recordando las humillaciones recibidas por parte de ellos, Bradýs presentó un cuadro depresivo por más de diez segundos, mientras seguía su ruta por explorar. Los “no puedes”, “a qué no te montas”, eran dicciones que se asomaban por su subconsciente. Siguió examinando su entorno y ve a un gavilán sentado, un poco somnoliento, que también estaba acomodado solo.
—Buenas, disculpe, estoy buscando un asiento, ¿puedo apoyarme con usted? Perdone que lo interrumpa, sé que estaba durmiendo…
—No —dijo—. Tu conducta fue de respeto y educación hacia mí, pidiendo permiso, y, disculpándote por nada malo que hayas realizado. Los que se sientan próximo a mí, es porque no tienen este atributo —prosiguió el gavilán.
—¿Cuál es su mote, señor gavilán?
—Me llaman Amabilidad.
Siguió su ruta para así tener conocimiento pleno sobre dicho ómnibus. Se encuentra luego con un unicornio acomodado; después mira a Bradýs, y le dice el unicornio:
—Ni te atrevas a decirme que si puedo darte un espacio a mi lado.
—Pero…
—Pero nada.
—¿Por lo menos me puede decir su nombre, señor unicornio?
—¿En serio, pequeño caracol? —nótese el sarcasmo—, me llaman Excusa.
Bradýs, frustrado, sin encontrar un asiento, con sus pies cansados, se agarra de los hierros que están dentro del autobús. Ve a una cebra que viene caminando en dirección de él, para seguir hacia atrás, al parecer tenía un asiento disponible. Y, de pronto, a la cebra se le cae la billetera al pavimento. A Bradýs se le llenaron las escleróticas de malos deseos, dado que lo “justo” era tomar la cartera y coger el dinero, porque no había llevado nada a su estómago. Empero, le llegó a su mente la frase de su padre, que decía: “Mejor muere con orgullo de falta de hambre, sin hacer maldad alguna; que vivir una vida completa comiendo lo que no te pertenece”. Entró en sí, y le gritó al animal ya sentado, que al parecer era un caballo blanco con rayas negras.
—¡Señor cebra!
—¿Sí…? —dice, mirando al frente la cebra.
—Se le cayó su bolso pequeño.
—Gracias, Bradýs.
—Me gustan sus rayas, señor cebra, ¿cuál es su apelativo, me lo puede decir?
—Claro, me llaman Integridad. Mira, Bradýs —le dice, poniendo su brazo derecho en el hombro izquierdo de Bradýs, poniendo su voz más aguda—, no se puede ser íntegro, y no ser honesto; pero sí se puede ser honesto, sin embargo, no íntegro. La Integridad es lo que sabes que haces en la soledad, donde nadie te ve, donde solamente tú y Dios saben las cosas. Ahí determinarás quién sos.
—Gracias por el consejo, ¿me puedo sentar con usted, señor cebra?
—No. Los que se sientan conmigo son los que no tienen ese detalle.
Siguió su recorrido, y vio a un búho, con lentes, leyendo un libro, que estaba muy cómodo.
—Hola, ¿me puede conceder el asiento, señor búho?
El búho no le respondió, por lo que entró la ignorancia más grande en Bradýs, sentarse sin ningún aviso previsto por la lógica.
—Señor búho, ¿podría decirme quién es el león que está sentado entre el chofer águila y el cuervo de allá adelante?
—Sí…
—¿Quién es?
—Eres tú —le dejó saber.
—¡Qué? Deje su burla, señor búho, es imposible que un caracol tenga una metamorfosis, o incluso una mutación, para que se transforme en un león tal como el que vemos ahora mismo.
—En eso tienes razón; como también la tienes si no crees que no puedas llegar a convertirte en uno.
—¿Eso qué significa? —le cuestiona Bradýs al búho reservado.
—Cuando decimos una mentira es porque sabemos que el valor de la verdad misma traerá un peligro. No importando qué o quién, di la verdad aunque te cueste y te traiga consecuencias por tus malas acciones. Es bueno que sepas que es mejor morir sabiendo la verdad de uno mismo, que haber muerto sin haber sabido quiénes éramos.
—¿Cómo se llama, señor búho?
—Me llamo Honestidad.
—Me siento raro, ya que hace minutos traté de sentarme, pero nadie quiso darme un espacio, porque supuestamente albergaba lo que ellos ya tienen. ¿Por qué me dejó sentar con usted?
—Porque, Bradýs, siempre mentimos. Queremos ser como otros, caerle bien a otros, pero no estamos en este mundo para eso. No somos ni el veinte por ciento de honestos con nosotros mismos. Por eso, ten mucho cuidado con las decisiones que tomas, porque marcarán a tus hijos y a los hijos de tus hijos. Sé recto en tus caminos, hijo mío.
—Llevamos diez horas de viaje, ¿cuándo llegamos, señor búho?
—No se llega, niño, este viaje es infinito, hasta cuando te quieras desmontar.
—O sea, ¿es un engaño, esto no me lleva al éxito?
—Tú haces el éxito, y tu éxito es el león; ahora, ¿qué harás para que eso suceda?
—¿Quedarme, no?
—¡Exacto! —exclamó el búho.
Moraleja: lo fácil es simplemente respirar, lo difícil es saber que el cinco y diez por ciento del alcohol es botado a través de la orina, de la respiración y de la transpiración. Y que, cuando respiramos, el aire después de inhalarse por la trompa, pasa a la faringe, luego laringe y de último a la tráquea.
Esta es una carretera, llamada Vida, en el que estarás solo mientras vivas, por lo que nunca se te ocurra ser como otros ni llamar la atención de otros, porque debes entender que sos una singularidad y de que no hay nadie como tú en este orbe terrestre… ni habrá. Eres único, valora y ama tu existencia. Y aprovecha el tiempo en cosas importantes.
En esta carretera, llamada Vida, vas a pasar por barrios, por avenidas comúnmente rectas, empero habrá momentos en que esa autopista tendrá curvas. También, habrá personas que te darán un empuje en su transporte para ayudarte a adelantar la vereda, y que tal vez ya no estén contigo más. Así que si ves que alguien te ayudó, luego te utilizó y se fue, dale gracias porque en algún momento de su vida, en sus acciones, hubo una introspección y sabían que iban a hacer algo bueno para sumarte. Simplemente no hables mal de ellos, dales las gracias y continúa con tu caminata. Como fue el caso del lobo policía que ayudó a Bradýs a que se detuviera el bus, y que así éste pudiera montarse en él. Es así de simple, la mayoría de las personas nos es fácil señalar lo que no podemos cambiar, e incluso se nos queda en nuestra memoria a largo plazo las acciones que otros hicieron que no nos convino y nos hizo daño, empero nadie nota ni da gracias ni valora las veces que no te equivocaste. También, habrá momentos en la carretera, llamada Vida, que pasarás por un desierto recto, con curvas y que parecerá imperecedero, sin lluvia ni un empujón de alguien; y estarás, como siempre, completamente solo, con Dios únicamente; y si eres ateo, con tu culpabilidad, depresión y pasado; y que tendrás que guardar tus lágrimas en un frasco para no morir de sed, porque no habrá lluvia ni ayuda de nadie, como en algunas ocasiones. No esperes nada de nadie, no lo hagas ni lo pienses ni te frenes por esa idea absurda. Debes entender que para conseguir el éxito, al principio es lento, duro y doliente, pero después que lo tienes es rápido, suave y tranquilizador. Y que si no confías en ti, como el ejemplo de cómo contestaba Bradýs cada vez que se burlaban de él y que decían que no podía lograrlo, pero él respondía que sí podía hacerlo y obtenerlo, entonces si no crees ni tienes fe en ti, no podrás alcanzar el éxito.
Ama, perdona y vuelve a amar. En tu carretera, llamada Vida, estarán la Vida y la Muerte, ambas caminarán contigo; igual que tu visión, misión, persistencia y resistencia ante las problemáticas. Ok, entonces, trata de ser menos ignorante en el conocimiento y de ser menos insensato en tus acciones; ante algo o alguien, mantén respeto siempre, para que se acuerden de ti los sabios, inteligentes, necios y los muertos; nunca cambies tu sentido ni tu visión, siempre sé tenaz y persistente, de eso se trata alcanzar el éxito; esos mismos que te rechazaron, se burlaron y predijeron que no ibas a conseguir el éxito, es porque simplemente han sabido que sí lo lograrás, lo penoso es que tú consideres esa instrucción como un axioma, no dejes que la envidia y la hipocresía sea parte de tu recorrido, elimina inmediatamente esas personas sin relevancia de tu vida; nunca olvides de dónde viniste, por eso sé amable y considérate uno más, pero uno más que no es del montón; abandona por completo la procrastinación y entrégate por completo a la disciplina, deja la excusa a un lado, ya que la excusa es el mejor factor para evitar problemas, y como mucho, para evitar responsabilidades; sé íntegro contigo mismo, la integridad tiene que ver con lo que haces en lo oculto, que solamente Dios y tú saben, por lo que, sé sincero contigo mismo, para que así lo seas con los demás y en las situaciones venideras, así no te fallas a ti y no le fallarás a los otros; todos mentimos, de hecho, Paul Eckman habló sobre eso, por tanto, trata, lo más grande y rápido posible, en cada circunstancia, tiempo y momento, con personas u objetos, ser lo más honesto posible. Así, antes de hacer una mala acción, piensa mucho en sus consecuencias para que así, esa no verosimilitud que dirás, sea parte de otra mentira y otra y otra que tendrás que formular, decir y como mínimo hacer, para que así ese detrimento sea catalogado como una verdad.
—¿Tiene algún alias el león, señor búho? —le interpeló Bradýs.
—Sí —le dijo el búho a Bradýs, luego sonrió ante tal afirmación.
—¿Cuál? —insistió el caracol.
—Bueno, tiene varios apodos por el cual es nombrado —le dejó saber el búho—. Le llaman Disciplina, le llaman Vivir, le llaman Existencia, le llaman Persistir, le llaman Resistir, le llaman Metas, le llaman Sueños, le llaman Imposibilidad, le llaman Inalcanzable, le llaman Mujer Emprendedora Hermosa, le llaman Hombre Emprendedor Adonis, le llaman Experiencia, le llaman... —luego paró bruscamente, el búho abrió sus pupilas como si estuviera anonadado por algo que había ocurrido previamente.
—¿Cómo le llaman, señor búho? —siguió preguntando Bradýs, al ver tal reacción.
—Le llaman… Éxito.
- Autor: Comillas (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de diciembre de 2019 a las 19:10
- Categoría: Fábula
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