La soledad de la noche

Sepulcro Beltran

 

 

La llanta trasera de mi bicicleta se había ponchado en el medio de la nada; todo lo que me rodeaba era un extenso camino completamente desierto, y aparte era domingo.

¿Quién en su sano juicio iba a aventurarse por ese bosque en un día de descanso? ¡nomas yo!

Había estado lloviendo todo el camino, pero mi extraña fascinación por los días nublados y grises me llamo a aventurarme; la lluvia ahora se había calmado, hasta transformarse en una leve llovizna, pero el cielo no parecía nada amable.

No tenía alternativa: con mi bicicleta a rastras comencé a andar hacia alguna parte, sin dirección, y la llovizna se convirtió en neblina, cada vez mas espesa, al grado de parecer andar dentro de una nube.

No podía ver más allá de dos metros, pero sentía el suelo lodoso bajo mis pies ya tensos por el frío de la montaña.

De pronto, escuché un chasquido en las piedras del cerro a unos cincuenta metros de mí, la escasa visibilidad no me permitía descifrar de qué se trataba, y quedé paralizado.

Deseaba que el camino se convirtiera en un pozo de arena movediza y me tragara, tenía miedo de seguir, pero lo hice.

Dí un paso y me detuve, agudicé mi vista, nada, otro paso, otro, otro y oscuridad total…

Traté de calmarme y continué mi camino.

Cuando ya comenzaba a sentir el peso de la bicicleta y el cansancio, después de casi una hora sin ver nada, pude ver en medio de las sombras una pequeña luz.

~ "Al fin", me dije.

Era una pequeña cabaña en medio de la nada, salí corriendo hacia ella y golpeé con mis nudillos la puerta de madera vieja.

Alguien introdujo una llave en la cerradura, y la puerta comenzó a abrirse, entonces frente mis ojos apareció una bella joven de cabellos oscuros y mirada perdida, le pedí amablemente usar el teléfono, a lo que respondió que, a causa de la intensa lluvia la luz eléctrica se había "ido" y el teléfono no funcionaba, pero que, si yo lo deseaba, podría permanecer en su casa hasta que todo regresara a la normalidad.

Detrás de aquellos pequeños y felinos ojos había algo irreconocible, algo que mordisqueaba silenciosamente e intentaba quedarse con todo lo mío.

-Quieres un café?

~Si por favor.

Me sirvió en una vieja taza de peltre color azul, con algunas despistilladuras y me dijo:

-"Lamento no tener más que café y unas tortillas de harina para ofrecer, desde que murió mi padre he vivido sola, y me gano la vida lavando ropa y haciendo el aseo a la gente de dinero del pueblo, pero últimamente la cosa ha estado muy difícil, sabes algo, la soledad te va matando lentamente"

Una mezcla de tristeza y de terror se apoderó de todos mis sentidos, no obstante, intenté sonreír y le agradecí con toda la simpatía que me fue posible expresar.

Con el paso de las horas me fui acostumbrando a su aspecto y a su débil charla: no podía esperarse más de una mujer que vivía sola en el medio de la nada.

- "Ya es muy tarde, si gustas quédate a dormir, ya en la mañana puedes irte, hay una brecha que en media hora te llevará al pueblo, está al norte, cerca de aquí."

~ Cuando me ofreció de quedarme a dormir en su casa me sentí a gusto y acepté que me indicara donde estaba mi dormitorio.

Encendió una pequeña lámpara de petróleo, muy común en esas localidades dónde antes no había energía eléctrica, y me indico dónde estaba la pequeña cama individual, le puso una sábana y me dió una cobija de esas con cuadros estilo franela, me acosté y me perdí en un sueño reparador.

En la mañana me desperté con mucho frío, ya que extrañamente no tenía la cobija que mi anfitriona me había facilitado, me levanté, y con un horror casi indescriptible, pude ver qué estaba en una cabaña totalmente abandonada, no estaba la mesita con mantel rojo y la servilleta con las tortillas de harina de la noche pasada, tampoco había señal de fuego alguno en la hornilla dónde estaba hirviendo el café que me había calentado en la noche, y pues ni hablar de mi anfitriona, no había anda y todo presentaba señales de un abandono que solo el tiempo y el polvo pueden ofrecer.

Cuando salí de la cabaña ahí estaba mi bicicleta, ponchada aún obviamente, los rayos del sol apenas si podían penetrar la espesura de los pinos, y pude ver al norte la brecha que me condujo hasta el pueblo, cuando llegué todos mis familiares estaban asustados, pues pensaban que algo horrible me había pasado, nadie me creyó, todos piensan que estaba drogado o que era producto de mi imaginación, pero la mirada de esa mujer aún la tengo en la mente, y el sabor al café aún lo tengo en mi paladar.

 

Eternas Lunas-.

  • Autor: Sepu (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 16 de enero de 2020 a las 14:34
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 39
  • Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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Comentarios +

Comentarios2

  • alicia perez hernandez

    INTERESANTE RELATO Y EL TITULO DE TU POEMA... TODO SE VUELVE MISTERIO EN OCASIONES Y EL MIEDO NOS PARALIZA PERO SIEMPRE HAY UNA SALIDA.
    SALUDOS POETA

    • Sepulcro Beltran

      Gracias por leerme, es un gusto que mi escrito sea de su agrado.

      saludos.

    • Juan Q

      Me parece muy bueno el cuento, va avanzando en interés y en sorpresa.
      Un saludo.



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