**~Novela Corta - El Negro Dolor - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

-“Ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, se decía él, cuando su hijo se fue como la diáspora hacia otro país. Él, se quedó solo, pues, su mundo cayó del cielo alto hacia la tierra, hacia el bajo mundo más pernicioso. Cuando en el alma sólo la vió de color negro, cuando era blanca, pura y no tan impura al sentir ese dolor tan cruel como por haber abandonado a su padre en un sólo momento, en el cual, se supone que pertenecería a su lado para cuidar y proteger. Pero, no fue así, se fue una noche de luna. Casi con el sol en el cielo. Casi, con la alborada puesta en el mundo tan inmundo. Y en un segundo sólo lo ayudó a desfrenar su cometido de ver el cielo sin sol. Pues, él quería ser como un alto ejecutivo sin mirar más atrás, pues, su vida la veía prometedora y eficiente. Y el señor, su padre, siempre decía, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, y era él el que debió de marcharse con su hijo, pero, lo dejó ir solo. Y prometió que volvería algún día. Pero, las noches se volvieron más crueles, desoladas y frías. Cuando él, sí regresó. Pues, era demasiada la vil vida y tan mísera como tan mezquino el destino sin dinero y sin una promesa de prosperidad. Era la diáspora del nuevo milenio, en la cual, se había marchado en busca de un buen momento, de un instante en que se dedicó en ser más de los que se esperaba, pero, fue todo lo contrario. Fue cuesta arriba y sin un suburbio dónde vivir. Vagó por las calles y sin tan siquiera con un poco de dinero. Y se marchó y se arrepintió en el alma, haber marchado lejos, sin dinero, sin sueños ni con una realidad puesta de frente. Era la diáspora del nuevo milenio, falló en algo, que lo que veía no fue como la luz, sino en plena oscuridad y en seriedad una soledad tan negra como sus pobres deseos en superar algo que nunca debía de haber hecho. Era él, el hijo de Don Juan. Y se fue por el rumbo incierto, y del futuro inseguro. Pero, sí, logró lo que muchos no, encontró un trabajo y con él ilusiones y las emociones de superarse, pero, antes recorrió barrios, sectores y suburbios, con su cigarrillo siempre encendido. Y siempre suposo, que siempre vería, otra vez, a su padre, pero, al fin y al cabo. Se concentró en laborar y echar hacia adelante como la diáspora del nuevo milenio. Se fue por la exacta exactitud de vivir plenamente sin un menosprecio por ser latino. Y se intensificó cortésmente, en laborar lo que nunca fue y sería. Cuando en el alma se cuece de fríos, cuando en el alma vé a la luna, pero, tan distante. Como el haber querido amar desde sus adentros. Desde que se fue con la diáspora, cuando llegó la miseria de ir y venir en trasnoche. Cuando en la mañana se debatió una sola espera. De ver el sol en el amanecer. Pero, sólo se entregó en un desaliento tan amargo, y tan irreal. Cuando en el alma se intensificó lo que más creció, una luz, una mirada y una fuerte atracción. -“Ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, cuando en el alma se llenó de impurezas tan abundantes. Cuando en el celo de la espera se llenó de esperanzas, y tan reales, que se llenó de sensaciones tan buenas. Cuando en el alma se llenó de lo que jamás se debió de haber llenado el alma de un negro dolor. Cuando sólo lo sintió el padre de él, cuando se fue con la diáspora a envenenar lo que pasó en su vida. Pues, el tiempo sólo desenfrenó lo que más pasó. Cuando en el tiempo cosechó lo que más se evidenció. Un dolor. Sólo con la diáspora del nuevo milenio, se vió afectado como lo imposible de ver el sol en el cielo. Cuando de pronto salió corriendo de un suburbio y todo, porque lo trataron mal, despreciando a su raza y origen étnico. Él, se dijo que una vez más, y que gana todo de un sólo golpe. Se aventuró, tomó fuerzas, y fue rumbo hacia lo indiferente. Tomó su curriculum vitae, su resumé, y carta de presentación, hacia lo más pernicioso de un sólo destino con fuerzas autónomas. Cada cual con un serio porvenir. Y se fue por el rumbo, por la dirección sin precedentes. Hacia un nuevo destino que quiso que fuera así. Hacia un torrente de llenas pasiones cuando quiso ser más fuerte que antes. Cuando en el ambiente se tornó inseguro, pero, se fue por el camino incierto sin amor. Pues, el dolor, el negro dolor. Se volvió reflejado. Cuando quiso ser tan fuerte como el rencor de amar tan fuertemente. Se fue por el camino en desafíos tenues. Cuando en el alma se oscureció de luz y el cielo se tornó de gris tormenta. Cuando en el alma se fue como el río al mar, como la lluvia con el sol, y como el deseo con hambre. Y se tornó pesada la esencia de amar lo que aconteció cuando en el alma se debe de tentar fuertemente con la luz veraniega de un nuevo sol. Como el subir y bajar del monte, hacia el llano tormentoso de sed y sediento de ilusión se llenó el alma, sí esa alma devastadora. Cuando el ingrato ademán tan frío se sintió solo y desolado, pues, era la diáspora del nuevo milenio. Pero, se hizo y nació como lluvia en las lágrimas del mar seco. Cuando en el alma se tornó denso y frío, y cuando en el alma se vió aquella luz se enfrío el deseo de ver el nuevo sol en aquel manantial de rocíos y de un monte claro y hermoso. Cuando en el alma se lleno de bondades, pasiones y emociones. Cuando en el hechizo se hizo como brebaje de sal en una sola pira. Pero, la barbacoa no enredó lo que más quiso ser cocción. Pero, se dejó ir por el rumbo, por el camino oscuro, denso, y frío. Cuando en el agua se tornó como un lodo, cuando se vió atrapado y atado y enredado entre la red que ahoga más. Y quiso ser como el fuerte, pero, susumbió en un delirio, y todo porque no hallaba lo que perpetró una vez. Y su padre, con negro dolor, el dolor en el alma, sí, cuando en el alma blanca se vió reflejada como las cenizas ardientes de ese cálido costado cuando se entierra una daga punzante que hiere a pulso y gota a gota el sólo corazón. Cuando en el alma se debió de enfríar lo acometido de una luz opaca que dejó en el camino tras de la terrible tempestad. Cuando sólo el silencio se debió de automatizar dentro muy dentro del coraje de seguir y de proseguir un camino tan desolado como aquel que en que recorrió como un náufrago en pleno mar incierto. Cuando sólo cayó en el desierto, una luna, que miraba el incierto camino sin descifrar su dirección ni su rumbo a seguir. Cuando se debió de enfríar los pasos hacia un nuevo rumbo. Y el dolor, el dolor negro, socavó muy adentro, para aquel padre, que dejó sólo como la diáspora del nuevo milenio, un sólo deseo. Que fue como el ayer, o como el porvenir, de un incierto acierto o de un nuevo fracaso. Y se fue como la luna, cuando llegó el sol. Cruzó el mar y llegó como el pez a la red, atrapado con tanta fuerza que se debilitó aún más su fortaleza. Y se fue como el alma sin luz, como un trasluz de diamante, y tan bruto como el rubí, como el ocaso se fue cuando llegó la triste noche. Y se fue con el horizonte, como el mar llega al cielo, y hace un deseo de luz a la medianoche. Y se fue como el mar seco, tan intransigente, de dolores tan inconsecuentes de luz y de llanura alrededor, pero, fue tan delirante un porqué, dentro del desafío sin dolor. Pero, el padre, halló el dolor, el dolor en el alma blanca, cuando en la oscura sensación se dedicó el desastre. Cuando el padre del hijo que se fue en la diáspora, cuando en el ocaso se llenó de míseras ansiedades. Cuando en el alma se obtiene el delirio en desafiar lo que creció aquí, un anhelo como desafiar el mundo con la diáspora del nuevo milenio. Cuando en el alma se obtiene el deseo de embriagar la sangre con el alcohol o el vino del deseo ambigüo. Pero, quedó como el tormento, como el anhelo desafiante de querer más y más, la única verdad o mentira que se estira como la red que atrapa más el deseo de seguir hacia adelante. Pero, fue la diáspora de entrever el deseo de amar, cuando el pulso se torna fuerte o débil, en proseguir una desventura de haber querido desamar como el imperio de luz en plena oscuridad. Y sí, se fue con la luna dejando en el cielo a todo sol por el amanecer y tener que ver en otra ciudad. Y era la diáspora del nuevo milenio, en que quiso marcharse cuando vió tanta mísera vida y miseria desde no tener con qué comer. Cuando en el aire se vió un designio prometedor y con un destino próspero. Pero, quedó silente, desolado, y sin apaciguar su calma, cuando vió que pertenecía a ese dolor negro, el negro dolor en el alma blanca de su padre, allá por donde lo dejó abandonado. Pero, la diáspora lo mitigaba, lo acechaba y, más aún, lo esperaba con los brazos abiertos, para ser alguien, para echar hacia adelante y para saber que el rumbo lo toma quien sigue el éxito y el acierto. Cuando en el presente se debatía por la pobreza y con la esperanza en sobrevivir en un futuro tan indiferente al de vivir. Cuando en el alma se siente como el sol y querer superar todo aquella que se llama ópimo desenlace. Cuando en el alma se debatía de inesperados sucesos. Pues, recorrió tantos barrios y tantos suburbios en que sólo el tiempo es como la premonición de un tal camino. -“Cuando se fue con la luna, y las estrellas, cuando se fue mi voluntad, y con el sol a cuestas del amanecer que esperaba en un suburbio lejos de su hogar, de su casa, y más de su familia que amaba con todo poder y amor y con el corazón compungido se fue”-, decía el padre. Y si se fue con el alma devastada de peros, sin un sólo acierto, sin una razón, sin un por qué de entregar todo por la nada. Cuando se fue lejos y dejó todo para embarcar su rumbo en otro camino y en otra dirección. Y se fue con el sol entre los hombros y de cara al sol. Cuando sólo el desierto, se imaginó como la sal de ese mar travieso que fue antes. Y empacó sus trapos, como para fugar todo aquello que se llama miseria, pobreza y, más aún, sin horro. Dejó familia, casa, hogar, ese calor maternal y esa fuerza paternal, que aún, a ciencia cierta no se sabe cómo a un hombre de esa edad todavía sentía y tenía todo eso. A pesar de las circunstancias, él podía sentir ese calor y apoyo familiar. Y sí, se fue dejando dolor y compasiones sin ser claras, incoloro el deseo y ambigüo el camino sin poder haber andado. Cuando en el alma se abasteció de penas y dolores, cuando dejó a su casa y más a su hogar. Pero, quizás volvía a dar completo su amor y más su condición de hijo que más amaba a sus padres por consiguiente. Pero, cuando él se fue de la vida de ellos sólo se electrizó un combate de ir y venir, en solamente mirar el cielo, como él nada más, se sintió desafiante. Y el padre se dijo, una vez más, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, y todo porque su hijo se fue de la casa, y, más aún, del seno familiar tan unido y delirante lazos de hermandad que unía a esta bella familia. Y se fue con el sol a cuestas, y se fue por el rumbo incierto, y se fue por el camino incierto, tan continuo en salvaguardar su merecido camino, tan próspero y tan real como haber caminado con todo los celos del mundo. Cuando en la manera de ver y de sentir el desastre tan frío de ver su destino sin un porvenir verdadero. Y se fue con la diáspora del nuevo milenio. Y se fue y empacó sus cosas de deseos, de un buen destino y de una solución que quizás llegaría más tarde, pero, ahora, sin un centavo en su bolsillo no sabía ni qué hacer. Recorrió barrios, sectores y suburbios, bajo ese sol veraniego y con la diáspora en la misma hora como un día emigró de su país, hacia lo indiferente de navegar por el rumbo tan incierto de dolores sin apaciguar la calma de ir y venir y desde tan lejos de su hogar. La calle era su hogar, más no dijo, que el suburbio era su casa, y que una estructurada edificación en su vida sería como un arreglo en una destreza motriz entre sus huesos. Y se fue con la luna a cuestas, esperando al sol en el amanecer, y en la alborada luz del cielo. Cuando vió un sol desenlace caer, dentro del mismo imperio de luz. Y se fue en busca de todo aquello que se llama destino cruzando a la deriva un mar travieso. Y vió un sólo camino dentro del universo oscuro dando brillo de las estrellas. Cuando sólo acabó en determinar lo que fue la sola razón. Sin poder ser indiferente en caer lo que cuesta en la vida. Cuando en el tiempo, acaba de abrir un sólo dilema, una sola incógnita en saber descifrar lo acometido. En saber que el camino encierra lo pernicioso de un sólo abismo tan frío. Fue como saber que el delirio acaba de determinar lo que acontece aquí. Cuando en la manera de ver el cielo se encierra el sol en una sola nube. Es como socavar dentro y ver y observar que dentro de la manera cruel de ver el destino cruzar se cuece un sólo delirio. Cuando terminó la noche y abrió el sol en el amanecer, la diáspora del nuevo milenio se debió de enfríar el camino total hacia la cúspide en ver el cielo como una misma salida. Como haber caminado en sectores, barrios y suburbios en la búsqueda de un nuevo destino y que fue como comenzar un nuevo delirio. Fue como abrir el umbral de un sólo camino. Cuando quiso ser como el mismo frío en un sólo invierno. Fue como cosechar un sólo desenlace, si fue como terminar en un sólo anhelo. Cuando se fue con la luna, y a medianoche pensó, observó y un delirio socavó, cuando en el alma, hasta la luz brilló. Cuando en el ocaso se fue por el rumbo sólo de otro día. Cuando en el alma advirtió que la luz es como plena oscura sensación. Cuando de pronto, se dedicó en cuerpo y alma a hallar lo que nunca un buen trabajo. Y se fue por el rumbo incierto. Y se fue por la dirección sin destino. Y se fue por el callejón desierto de terrible soledad. Y se fue con la luna, logrando encontrar al sol en el otro lado del mundo. Cuando se fue por el desierto lleno de ambigüedades inconclusas de temores y ansiedades. Cuando se fue sí, se fue por el rumbo sin cosechar lo que nunca se debió de crear, lo que nunca se debió de creer. Cuando en el alma se debió de sentir fuertemente como aquella luz en que se electrizó más y más su indebida oscuridad. Cuando se halló lo que nunca, lo que jamás creyó en creer. Y llegó atemorizado y tímido, retraído, y callado y tan ambigüo como la luna de noche densa y fría y no como el sol cálido y fuerte de luz. Cuando en el alma se debió de creer en el desierto oscuro y tan desolado como el haber embriagado de temor y de ansiosa y clandestinaje y de un fuselaje en herir lo que aconteció. Cuando en el alma se debió de entretejer lo que más se cosechó aquí. Un amor de esos que encierra en el alma. Cuando en la mentira fue tan real como el levante en el frío desierto. Y se enfrío el desierto más cálido cuando en el alma se debatió una sola espera. En esperar lo que acontece cuando en el alma se abre de una fantástica luz. Y así fue él. Cuando en la mañana abrió los ojos, por una luz fuerte como o fue el sol cálido en el cielo, y con la diáspora del nuevo milenio cerca de él. Y se fue con la luna a cuestas. Y el padre decía, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, cuando su hijo se marchó lejos de la ciudad. Cuando con la diáspora sucumbió en trance, un nuevo secreto en decreto. Y fue hallar un camino, por delante de la ciudad perdida o de la ciudad en prosperidad. Él, no lo sabía, que por delante de la luna había un sol, que sólo hallaba un sólo camino lleno de luz. Cuando en el alma se debió de entretener en lo que más se debió de amar en lo que jamás se debió de olvidar. Y se fue sí, se fue por el rumbo desértico, patético, y antipático. Cuando en la mañana se debió de entretejer una telaraña como la araña sabe hacer. Cuando en el ambiente sucumbe de fríos, de densa ansiedad, y de terrible afabilidad. Pero, él, no quiso ser como el suburbio de un sólo camino, sino que quiso hallar más de lo que halló. Y encontró uno, dos y tres y cuatro trabajos, pues, era él, el de la diáspora del nuevo milenio, cuando él sólo se petrificó en amar lo que más quiso, laborar y echar hacia adelante, sin importar dónde, ni cuándo, ni por qué. Y su padre, ay su padre, decía así, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, le dejó su único hijo a Don Juan. Se debatió entre lo que más oscureció en el día, y en la montaña seca de un rico manantial del rocío de la mañana. Cuando en el ambiente se dió lo más hostil, lo más vil y los mil deseos con sueños que él, el hijo de Don Juan, embarcó una noche de abril llegando el verano lleno de calores y sintiendo el sueño de deseos nuevos. Y la diáspora se acercó dejando tan de cerca la comitiva en embargar lo sucedido. Cuando en la mañana se debió de entretener lo que más dejó el alma. Cuando en el ambiente se electrizó, cuando en el alma quiso ser como el azul del cielo. pero, vió la tormenta de gris, cuando llegó con la diáspora del nuevo milenio, hacia un callejón desolado, triste y tan amargo como la hiel. Su triunfo cayó sin finiquitar lo que debió de terminar en las cosechas. Pero, su rumbo más incierto, más cálido, y más tormentoso. Se electrizó su cometido en un funesto, pero, ambigüo y con un continuo desenlace. Tan aciaga es la vida que atormenta. Cuando se logra lo que se percibe más. Cuando en el mar se da lo que una insignia persigue a la historia. Cuando él se fue, se fue con la luna en la mirada. Quiso regresar, pero, yá, la diáspora había partido, hacia un firmamento lleno de prosperidades o fracasos. Cuando vió el sol en el amanecer, fue muy tarde yá para regresar atrás. La diáspora había llegado al lugar correcto e indicado para dar por terminado el fin del transcurso vivido y haber llegado hacia el sitio perfecto, por donde se paseaba el más lindo acierto o el feo fracaso, de acuerdo al rumbo tomado por cada cuál. Y se fue en la noche perniciosa de desamparo y sin consuelo. Cuando la luna brillaba más, pero, sin fulgores clandestinos. Y se fue con el sol en la mirada y con su instante casi sin un porvenir cierto. Caminó lejos como un vagabundo sin nombre, y tan desapercibido quedó moribundo de causa y efecto. Cuando el hecho lo dió por hecho, cuando embarcó y se fue lejos, y sí, con la luna en los hombros. Cuando se electrificó el aire, deseando volver, pero, quedó ebrio de un destino fugaz y casi imperceptible el momento. Cuando se sintió el deseo en amar de nuevo, y llegó el combate de sentir el frío hasta en el alma, se enfrío el delirio y su cálido desenlace fue la diáspora del nuevo milenio. Y se marchó lejano con el viento que lo sintió en la piel. Cuando en el alma navegó lo que quiso ser y en ser como ciudadano con la diáspora cruzando el ademán y el camino en que el frío también se cruzó como navegante del nuevo deseo. Y fue que cayó en un débil desenlace atormentado de furia y negación. Cuando sólo el silencio socavó dentro del corazón llevándose el pobre latido como fuerza intelectual de un pasaje yá vivido. Y se sintió como un fantasma cuando vió que la noche traspasó por los poros de su cuerpo. Cuando caminó sí, y quiso ser como la fuerza en voluntad de querer triunfar. Cuando en el alma se debatió la espera de esperar lo que más ocurrió en el desenlace de éxito y fracaso cuando cada cuál se preparó en cosechar lo que sembró. Cuando en el alma se sintió en el alma como un suburbio oscuro de luz. Cuando en el alma se enfrío de deseos tenues, cuando se fue con la diáspora del nuevo milenio. Se embarcó de fríos y de hechizos suaves. Cuando en el alma fue un terrible desafío. Tan inconcluso como llegar a abrir el nefasto deseo, cuando se abrió el sueño de un porvenir en acierto o en un sólo fracaso que llegaría después de embarcar desde las afueras de la ciudad. Cuando en el hechizo se electrizó el combate de ir y venir. Cuando en el alma se enfrío de temores inciertos. Cuando en el alma se sintió triste y desolada. Dentro del ir y venir cuando en el desierto con el levante se sintió tan amargo como la misma hiel. 

 

Continuará……………………………………………………………….

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de enero de 2020 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 26
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