Apuramos con los ojos
la llegada,
y vinieron sin pudor
las caricias,
brotaron unas pocas palabras,
brevísimas,
unas cuantas de ellas
alcanzaron a ver,
como la ropa se diluía.
Afuera quedaban
las otras y sus otros,
seguramente hablando
de la lluvia que no llegaba,
qué comerían,
qué beberían,
a dónde irían.
Nosotros sin embargo,
agotamos instantáneamente
todos los preámbulos,
o las dudas,
que a veces son lo mismo
y comparten sin estrés
los mismos zapatos.
Entonces tú estabas,
iluminada,
desnuda,
tangible,
paralela a mi asombro,
y yo te recorría,
descubriendo cada palmo
de tus silencios.
Con las bocas
bautizamos la carne,
y con el primero de los besos,
se fueron vaporizando
todas las luces de la tarde,
hasta que no quedó
nada ni nadie,
solos tú y yo,
y aquella taxativa conjunción,
que unió dos partes.
Eduardo A. Bello Martínez
Copyright 2020
- Autor: A. Martinez ( Offline)
- Publicado: 27 de enero de 2020 a las 15:38
- Categoría: Amor
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Yamila Valenzuela
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