No dejes víscera sin herida.
Prometeo, por saberse burlador de Zeus, fue recostado ad eternum
por este sobre una rugosa roca, expuesto al rigor constante de los
meteoros.
A la noche, cuando el olimpo se cerraba al sueño, le visitaba
cronológica un águila, que hacía manjar de su inmarcesible hígado.
Una de esas noches, cuando el recuerdo del humano se tornaba
nostalgia, se le postró un águila diciéndole:
Prometeo, ponte de costado para que el bocado sea más hacedero,
procuremos francamente la voluntad del supremo y que tus cadenas
afincadas a la roca no sean óbice a la sentencia.
Contestóle el damnificado:
Sírvete a tu gusto bella entre las bellas, tu única compañía me cumple
la resistencia que como venganza llevo contra mi vengador, que en el
cielo desgoce lo que yo sufro en esta mortal intemperie.
Ella rauda le contesta:
—Sabes de sobra que vengo a la hora
marcada por el mito, sin falta.
Sabes que mi nido es tu casa
cuando Zeus las cadenas te parta.
Vengo hacia ti a comer tu entraña
hasta que solo hígado no me basta,
quiero tu corazón y tus ganas.
El eterno solitario le contesta:
—Águila de mis amores sabes también
que la soledad me emblema
y me sienta ante este desierto.
Sabes que acepto ser tu alimento
frente a tu grata compañía,
que me libera de mi verdadera
condena; ser solo y eterno.
De esta guisa se mantuvo con la duración consiguiente
a los mitos el idilio zoofílico del protagonista.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 2 de febrero de 2020 a las 16:48
- Comentario del autor sobre el poema: Cuando la compañía cumple la carne.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 24
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