A veces, me imagino como una piedra, repitiéndome en una forma definitiva, solo espero que el que me observe, cambie por sí el ángulo, para descubrir nuevos aspectos de mi.
Por momentos, creo ser el curador, de la suma de pecados y benevolencias de todos y es en ese momento, que surgen del fondo blanco, cada uno de mis fatigados personajes.
Al verlos, no tengo mas recurso que negarlos, de la misma manera que Pedro negara a Jesús. Yo también de cierta forma, lloro por ellos, ya que no puedo hacerlo por mi.
Por eso deseo escribir
cosas que he vivido y no recuerdo
historias donde soy el que nunca fui
personajes redentores
naufragados en un mar gris.
Las letras, surgían espontáneas y el autor, tras el último punto, desvía su atención hacia el ventanal, absorto en sus pensamientos.
El atardecer, se oscurece de nubarrones y el viento crece tras los cristales del ventanal. La habitación se concentra en el escritorio, donde el autor, mira con fijeza la pantalla del ordenador.
Su rostro se ilumina como un fantasma en medio de la creciente oscuridad, la mirada perdida en ese horizonte inexistente en el blanco de la pantalla.
En un momento, el autor, gira su mirada como advirtiendo algo, quizá un imaginario ser, a su derecha, es entonces que retoma la escritura.
-Puedo decirte algo…-, dice con voz suave y tocándole el hombro, uno de sus personajes llamándole la atención.
Es el personaje equilibrado, que a diario pretende ser una de sus historias.
-Trato de ser algo irreverente, pues de nada serviría tomar todo con brutal seriedad.
Cuando era adolescente, pretendí ser Dios y al poco tiempo me di cuenta de lo banal que sería lograr ese propósito.
Solo dejé que las cosas fluyeran, casi sin intervenir. A esta distancia, me arrepiento de algunas pocas cosas, que marcan mis peores fracasos.
En definitiva, solo he logrado ser un hombre gris, esquivando el infortunio.
Mi mejor paga, es una sonrisa..., una comprensiva sonrisa.-
En este punto, el autor, habla entre dientes, con voz apenas audible –dices eso, como si yo mismo fuese solo un personaje, me has robado con la picardía de mi propio ego.
Afuera el viento levanta la hojarasca, que golpea los vidrios de la ventana. Más lejos, una sirena, traslada su urgencia angustiosa y el autor, se sobresalta al pensar en esa historia mínima del penante y la muerte inesperada.
Cerca, en su mesa, presuntamente alguien revuelve el café, como si deseara viajar al interior de los arcanos y misterios del vivir, pero en realidad solo intentaría llamar su atención.
Aparenta ser el personaje alegre y despreocupado, ese que afronta la vida como sus historias, con la naturalidad inconsciente del que nada tiene que perder.
Al verlo, el autor comienza a notar la presencia de los demás personajes, dispuestos a una de las tantas intervenciones, con las que pretenden rescatarlo de esos vacíos cíclicos.
Llevándose el pocillo a la boca, el autor, se toma el tiempo necesario para que todos se suspendieran y desvanecieran en las penumbras de la habitación.
Afuera, las primeras gotas de lluvia, contra el vidrio creaban un universo deforme, que de tanto en tanto, se perdía en un descenso desordenado.
Sorbió, las últimas gotas del café, sabiéndose absolutamente solo, ya que todos ellos ya no estaban en la habitación.
En la poltrona, frente al ventanal, distinguió la cabellera de ella, por el lateral del apoya brazo la mano aún sostenía un libro. Seguramente se había dormido.
Hace meses que no escribe, sintiendo el más absoluto vacío dentro de sus pensamientos. Ellos, sus personajes, a diario lo frecuentan y ya no distingue si son reales, o si él mismo resulta un personaje.
Ella, sentada frente al ventanal, se incorpora y enfrenta la mirada del autor, a contraluz.
La vida del autor, se detiene ante su belleza, un profundo silencio inunda la habitación, mientras intenta infructuosamente, decirle de su amor.
Un fuerte trueno, seguido de resplandor sobresalta la visión, mientras se diluye la presencia, quedando absolutamente solo, frente al texto a medio escribir, con una historia incierta, mientras la lluvia se torna torrencial.
- Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de febrero de 2020 a las 17:53
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 38
Comentarios1
algo pasa con el autor
¿en verdad está solo en el corredor?
¿ no es el mismo un personaje??
jejej . responda para que encaje..
me mantuvo a la expectativa; gracias por compartir
Estimado Ls Angel, los autores juegan con la realidad en sus universos particulares, de allí extraen los argumentos a exponer. Ello lleva a un aparente desvío sobre lo concreto.
Ese aparente desequilibrio hace esa marginalidad de la realidad consensuada con los demás.
Para la generalidad, el autor está solo, para él abundan los personajes que se confunden con él.
Solo los lectores, que se sumergen en el texto, ven al autor y sus personajes en su propia realidad.
Gracias por su comentario.
Un abrazo.
Esteban
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