De modo mayoritario, el fundamento de Dios, más que cerebral, es visceral, es decir, el hombre busca o acude a Dios más por emoción que por inteligencia o por razonamiento, y así se aferra a él, a lo que imagina que es Dios, más con el corazón que con la cabeza, pues para todo aquel que sufre resulta grandemente atractivo el "Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, que yo los haré descansar" (Mt. 11:28, Palabra de Dios para Todos), al igual que el esperanzador: “Él [Dios] enjugará toda lágrima de sus ojos [de ellos], y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado” (Ap. 21:4, La Biblia de las Américas).
Domingo, 2 de febrero de 2020
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