No lloras ni ríes, solo existe en tus ojos
el hambre y la sed de paz; el recuerdo
de unas manos sencillas que hacían locuras
mientras el mundo giraba sin fuerza
y mientras tu universo chocaba con la fuerza de Pan.
No ríes ni lloras, solo piensas en el momento
en que tus suspiros eran alaridos de gozo
cuando bailabas con su alma, sin darte cuenta
que en ese mismo instante tu ángel de la guarda agonizaba.
Sin mediar palabras dejaste que tomara el barro de tu forma
y lo convertiste en carpintero empírico
y practicante de la profesión de amante;
Hizo castillos en cada lunar burgués de tu piel
y sentiste con ello la gloria del ser y la dicha del ángel,
pero en realidad solo fue un momento de ensueño
en donde arrancó de tu carne la vida
cuando en ella sembró la esencia de la vana humanidad;
Se bebió la inocencia de tus labios y de tus dedos,
al mismo compás del sonido que generaban
las gotas de lluvia en el tejado.
Asesinó la muñeca que desde niña tenías en tus manos
para luego darte, por juguete, el conocimiento del bien y del mal.
Y aunque grites con locura que la vida es más,
jamás volverás a sentir, cerca de ti, la niña y su muñeca,
ellas se fueron con la corriente que generó la lluvia de la noche
en que tu cuerpo se convirtió en mariposa.
- Autor: José Delarosa R. (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de febrero de 2020 a las 00:50
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: Isleidy G.Gutierrez
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.