Les cuento, después de bailar por mucho tiempo, nuestra damita muy feliz hablaba sentada en la mesa con aquél joven que no se cansaba de mirarla, sonreían y bebían algo, después se levantaron y bailamos una última vez, pero en esta ocasión la música era muy suave, casi mágica, sentíamos por momentos que flotábamos, a cada paso sentimos el leve roce de los otros zapatos negros que relucían de limpio.
Termina la música, nuestra damita tomó su bolso y tomada de la mano con el joven salimos los cuatro, me refiero a mi par y al par de zapatos negros que se veían tan lindos, he de reconocer que se comportaron muy decentes, reservados y hasta creo que chocantes, imaginen que si no fuera porque en una ocasión nos dieron un pisotón ni siquiera voltean a vernos y eso que aquí entre nos, recién saliditas de la tienda, bien limpias , y con ese olor tan peculiar, estábamos realmente hermosas!
Continúo, subimos al coche de la dama y yo la zapatilla derecha, otra vez me sentí súper importante, pero oh sorpresa, los que conducían ahora eran los brillantes zapatos negros, tenían mucha prisa por llegar, creo que cansados de tanto bailar ya querían deshacerse de nosotros.
Ufff por fin llegamos, bajamos rápidamente, mi damita se detenía por brevísimos momentos y que creen, los zapatos negros también y siempre quedaban al frente de nosotras, que coraje, ni nos miran, subimos con rapidez las escaleras, esta vez los zapatos negros corrían a un lado de nosotras al mismo ritmo, al llegar a una habitación que por la rendija de la cortina solo se filtraba un poco de luz de la calle, escuchábamos leves susurros, casi imperceptibles, seguido de esto bruscamente uno tras otro, los zapatos negros salieron volando para caer un poco retirado de nosotras que con suavidad la damita ya nos había dejado junto con unas prendas de ropa casi encima.
Lo gracioso aquí es que los compañeros del suelo quedaron tirados de lado y ahora obligadamente nos miraban justo de frente. No sé por qué, pero sentimos algo diferente con esa mirada, de pronto sentimos la necesidad de movernos para poder estar cerca de aquellos zapatos negros, algo ocurrió, no sabemos que fue, solo nos importa el hecho de que estamos juntos puntas con puntas, justo igual que cuando la damita se detenía y suspiraba después.
También nosotros nos cansamos, fue un día muy activo desde que salimos de la tienda, teníamos tanto deseo de poder salir a la calle, conocer el mundo y todo lo demás que después de quedar junto a los hermosos zapatos negros, nos quedamos dormidos.
Al otro día cuando la damita nos calzó de prisa, inútilmente buscamos por toda la habitación, ya no estaban, se habían marchado…ella no se veía triste, solo sentimos que tenía prisa otra vez, se puso muy bella, pero ahora a nosotras nos dejó en el armario lleno de otros pares de muchos colores que también tienen historias interesantes que contar.
Todos los derechos reservados de autor
Elizabeth Alejandra Castillo Martínez/Liaazhny
Mexicana
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.