Pobre Marta

Alberto Escobar

 

Marta Neurenberg, en el centro de la fotografía,
rodeada de sus hermanas. Todas, a la luz de la
aciaga noticia, se derrumbaron como fichas de
dominó sobre un suelo de porcelana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta anécdota es anécdota porque no reviste apenas importancia.
Viene a ser lo que un simple aleteo de una mariposa que no alcanza a ser tempestad
en ninguno de los confines que pueblan este globo terráqueo.
Este pequeño trance que os canto lo escribí, y ahora lo cuento, con la sangre de Marta,
una niña, a aquella sazón, que frisaba en los doce años y que tuvo a mal el destino que
se cruzara en mi avieso camino.
Fue de tarde, lo recuerdo con exactitud, a las seis de la tarde de un día de asueto; yo me
digné a dar unas vueltas de paseo por la población que habito, la pedanía tirolesa de
Eidenkernsen, a no muchas leguas de la frontera bohemia.
Le veía desde bastante distancia jugando con otras niñas, supongo sus amigas, en el
recodo de una plaza con fuente dieciochesca; su frescura y alegría en el decir y el hacer
era tan fascinante que la bilis principiaba a bullir como caldero a fuego lento.
Me acerqué progresivo, acechante y felino; los frondosos árboles se me ofrecían como
improvisados e ignorantes cómplices al golpe de gracia que no pude evitar.
Salté sobre su tierno cuerpo con la destreza de un gamo, la así fuertemente del talle y le
circuncidé el cuello con el solo cuenco de la mano derecha.
Las niñas, despavoridas, no pudieron más que correr de espanto hacia el calor seguro de
sus casas; no volvieron a tener noticias de ella.
Son las seis de una anodina tarde de domingo, aquí, en el cochambroso e inmundo penal
de Freichsunder en el que cada día perezco un poco. Ahora, que tengo un espacio para
pensar hago uso de unas cuartillas que dejó olvidadas el preso que llenaba mi cama antes
de que yo lo hiciera, y me descargo de estos recuerdos para esparcirlos al aire de la culpa.
Son horas las que me separan de la libertad; mi aparente restablecimiento será agua de
borrajas ante el probable encuentro con otra corderita...

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  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 8 de marzo de 2020 a las 14:51
  • Comentario del autor sobre el poema: Cuando la muerte no sirve de escarmiento.
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 53
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Comentarios +

Comentarios1

  • Nuria de espinosa

    Desde luego su crueldad no te deja indiferente. Por desgracia son muchas niñas inocentes que caen en manos de estos lobos depredadores, y que jamás deberían salir de la cárcel.
    Muy bien narrado.
    Saludos

    • Alberto Escobar

      Así es, y hoy es un día para acordarse de estas niñas que fueron víctimas de una mala casualidad.
      Gracias por tu visita Nuria.
      Un abrazo fuerte



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