Se ha perdido mi pupila, entre la vanidad y la soberbia
Rocas inmensas como torres se muestran frente a mi
Insalvables, perversamente silentes, imperturbables
Son las rocas de la fatuidad y el orgullo, de una ciudad inhumana, despiadada y cruel
Hombres solos que huyen, mujeres abandonadas, niños huérfanos
Se esconden horrorizados en la oscuridad de la noche
El negror como abrigo de almas enfermas, abúlicas, sin esperanza
La ciudad está muriendo en su miedo, entre el hambre y la miseria
La ciudad de vitrinas vacías, sin sonrisas, sin juguetes
La ciudad de calles andrajosas, vestidas con trajes manidos
La ciudad con hedor de muerte, violenta, asesina
La ciudad perdió sus alas, ya no mira al cielo, su Dios ha partido
Grandes rocas se levantan, frías, insensibles
Rocas sin latidos, sin cantos ni sonidos,
Rocas mudas, sanguinarias, asesinas del hombre, de la mujer y el niño
Rocas gigantes, homicidas del río, de las flores y el jilguero,
Nadie silba en tus calles, nadie canta en las noches
Ya no juegan los niños, no se quiebran cristales
El parque está vacío, sin palomas, sin manos que las alimenten
Mi pueblo ya no existe, ahora es ciudad,
De hombres que huyen, mujeres abandonadas y niños huérfanos
- Autor: Jose Barrientos (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de marzo de 2020 a las 10:05
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 23
- Usuarios favoritos de este poema: Yamila Valenzuela
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