Cherche la femme
La sangre manaba negra de su cuello de cisne.
La camisa que la recibía era de un blanco satinado,
con ribetes azulados en la comisura de sus axilas.
No era domingo —como si lo fuera—, salimos juntos.
Una voz cantarina al teléfono me insuflaba del ánimo
que carecía para salir, el sol me empujaba a las calles.
Ella se hizo esperar, pareció esmerarse especialmente,
su deseo de agradar se testaba de cualquier calibración
posible, la superación reciente del último examen de
graduación justificaba sus mil sonrisas, mi horno no
estaba para bollos.
La cojí en brazos con la dificultad que entraña portar
un peso muerto, estaba exánime, casi sin vida, solo
distaba escasos centímetros cúbicos de sangre de
arriarse su telón, la dejé despedirse de su público
con la demora que le era precisa, poco tardó en
perderse en el negro de las bambalinas...
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